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El uso abusivo de los videojuegos

El juego es una actividad esencial en el ser humano. Durante la infancia es crucial para explorar, aprender, expresarnos y relacionarnos. Sin juego no hay desarrollo ni descubrimiento. Nos genera placer y nos ayuda a relacionarnos con lo que nos rodea facilitándonos el desarrollo de aspectos sociales, simbólicos y capacidades intelectuales, comunicativas, emocionales y motrices.

Como exponen Xavier Carbonell y su equipo (2009),  “cualquier juego, desde el más inocente al aparentemente más dañino, podría llegar a constituirse en objeto de adicción para ciertas personas. Sin embargo, existe un tipo de juego que los especialistas reconocen potencialmente muy adictivo: el juego de azar con recompensa económica. La patología relacionada se denomina hoy juego patológico (APA, 2000) o ludopatía (OMS, 1992)”. Esta modalidad de juego está vetada por ley para proteger a nuestros adolescentes, sin embargo, hay otros juegos online que pueden resultar nocivos a los que  tienen acceso sin restricciones, 24 horas al día, 7 días a la semana. Se trata de los juegos de rol online, llamados Massively Multiplayer Online Role-Playing Games (MMORPG).

Pero, ¿qué son los videojuegos en línea?

Puedes seguir leyendo este artículo en Dialogando, la web de Movistar para el fomento del buen uso de las nuevas tecnologías.

https://dialogando.com.uy/el-uso-abusivo-de-los-videojuegos/

Cómo afecta lo que haga como padre en cómo serán mis hijos

padre con nino en brazos mirando al marSe da una relación clara entre pautas educativas de los padres y ajuste social en la infancia. Variable que junto con la predisposición biológica (temperamento) pronostica directamente el grado de adaptación social posterior (Ato, Galián y Huescar, 2007).

Baumrind (1967,1971) identificó tres estilos educativos básicos:

  • Estilo autoritario: caracterizaba a padres que imponían sus normas sin lugar a la discusión, castigaban severamente las conductas inadecuadas, eran muy exigentes en cuanto a la madurez de sus hijos y dejaban escaso margen para la comunicación y la expresión de afecto.
  • Estilo permisivo: en el otro extremo, los padres exigían poco a sus hijos tanto en cumplimiento de normas como en madurez, y en cambio eran muy afectuosos y tenían un gran nivel de comunicación con ellos.
  • Estilo democrático: estimulaban la madurez de sus hijos, ponían límites y hacían respetar las normas, pero eran comprensivos, afectuosos y fomentaban la comunicación con sus hijos.

Se concluyó que los hijos de padres autoritarios eran obedientes y pasivos, con tendencia a sentirse culpables y deprimidos. Los hijos de padres permisivos eran exigentes y carecían de autocontrol, mientras que los hijos de padres democráticos estaban felices consigo mismos y eran generosos con los demás.

Otros estudios han seguido identificando el estilo democrático con el que conlleva mejores consecuencias para el desarrollo de los niños en diferentes aspectos como la competencia social, la autoestima, la autonomía y la responsabilidad, la autorregulación y el desarrollo moral (Lamborn, Mounts, Steinberg y Dornbusch, 1991; MacCoby y Martin, 1983).

En 1991 Baumrid revisó su clasificación de los estilos educativos y concluyó que existen cuatro tipos de padres:

  • Padres autoritarios: en este estilo de crianza los hijos deben seguir normas estrictas establecidas por los padres. El incumplimiento de dichas normas tiene, por lo general como consecuencia un castigo. Los padres autoritarios no explican el por qué de las normas y sus argumentos suelen ser del tipo: “Porque yo lo digo, y punto”. Estos padres son muy exigentes con sus hijos y no responden a las demandas de estos.
  • Padres democráticos: al igual que los padres autoritarios, los que tienen un estilo de crianza democrática establecen normas y directrices que sus hijos deben seguir. Sin embargo, este estilo de crianza es mucho más democrático. Los padres responden a las demandas de sus hijos y están dispuestos a escuchar sus preguntas. Cuando los niños no cumplen con las expectativas de los padres, estos padres son más afectuosos y comprensivos. Estos padres supervisan y difunden normas claras a sus hijos. Son padres asertivos. Para que sus hijos sean disciplinados recurren más al apoyo que al castigo. Quieren que sus hijos sean asertivos y socialmente habilidosos, que sepan autorregularse y que cooperen.
  • Padres permisivos: también se denominan padres indulgentes. Son muy poco exigentes con sus hijos. No imponen normas debido a las bajas expectativas sobre sus hijos en cuanto a madurez y autocontrol. Estos padres adoptan a menudo el rol de amigo. Suelen ser comunicativos y evitan la confrontación.
  • Padres no implicados: se caracterizan por ser poco exigentes, no poner límites y ser poco comunicativos. Satisfacen las necesidades básicas del niño pero no se implica en su educación. En casos extremos, estos padres pueden incluso descuidar las necesidades de sus hijos.

En cuanto a las consecuencias de este último estilo educativo incluido por Baumrid, podemos decir que estos niños suelen carecer de autocontrol, tienen baja autoestima y son menos competentes que sus compañeros.

 

 

Entrevista a Mónica Manrique en Ràdio 9-Rtvv: “Una madre se pone en huelga doméstica para que sus hijas ayuden en casa”

Ayer por la tarde se pusieron en contacto conmigo desde Ràdio 9-Rtvv para comentar una noticia en directo:

Una madre se pone en “huelga doméstica” para que sus hijas ayuden en casa.

  • Dejó de poner lavadoras, limpiar platos, recoger toallas o preparar comida para llevar para que las niñas se dieran cuenta de que debían colaborar en las tareas del hogar.
  • Seis días duró el experimento hasta que al final las jóvenes de 13 y 10 años reaccionaron.

 

La iniciativa de la madre me parece buenísima, no podemos pretender que las cosas cambien haciendo siempre lo mismo.

Esta madre, con su huelga, ha movilizado la motivación intrínseca de sus hijas. La motivación por limpiar y recoger ha salido de ellas mismas, cuando han visto la necesidad de hacerlo. Motivar con premios y castigos solo resulta eficaz cuando el adulto está delante, y a veces ni eso.

Es peligroso sobreproteger a los hijos haciendo las cosas por ellos, porque les impedimos que desarrollen sus recursos y capacidades.

Antes de llevar a cabo una empresa como esta, es conveniente medir bien las fuerzas. Porque una vez que empiezas hay que ir hasta el final.

Esta madre con su esfuerzo ha hecho mucho por sus hijas.

Puedes escuchar la entrevista pinchando aquí a partir del minuto 37 y 37 segundos.

Entrevista a Mónica Manrique en Peques y Más

Por qué surgen los conflictos cotidianos en las familias entre padres/madres e hijos/hijas y cómo se pueden solucionar

Los conflictos son parte inevitable de la vida. Es imposible que estemos siempre de acuerdo. Es más, en las relaciones en las que no hay conflictos, uno está pensando por todos, y eso, sí que es peligroso. Tenemos que aprender a ver el conflicto como una oportunidad para aprender sobre uno mismo, conocer al otro y mejorar la relación. Yo diría que lo más importante a la hora de resolver un conflicto es saber escuchar y ponerse en el lugar del otro. También es importante quitarse de la cabeza, que unos ganarán y otros perderán, porque lo que suele pasar es que o ganamos todos (cuando se resuelve bien y con respeto) o perdemos todos (cuando nos hacemos daño los unos a los otros).

Pueden ser los padres amigos de los hijos o es necesario poner límites en la relación

Los padres son padres y los amigos son amigos. Los padres tienen unas funciones y responsabilidades y los amigos son otra cosa.

Los niños necesitan límites, les da seguridad y estabilidad. Tenemos que decir NO con firmeza y sin ser agresivos, aprender a actuar con mano de hierro con guante de seda.

Los padres son los que tienen que facilitar al niño lo que necesita para su correcto desarrollo, aunque no siempre coincida con lo que pide. Lo dicho hasta ahora no está reñido, ni mucho menos, con tener una relación estrecha, cálida y de confianza con nuestros hijos.

Cómo se puede potenciar la autoestima de los peques y a qué edades es necesario prestar especial atención

La autoestima en los niños, como en cualquier persona, se construye por una doble vía. Por un lado, a través de la imagen de nosotros mismos que nos devuelven los ojos de los demás. Y por otro, mediante la superación de pequeños retos. Así, para fomentar la autoestima en los niños, lo ideal es devolverles una imagen positiva y realista de sí mismos, enfatizando sus puntos fuertes. Y a su vez, darles la oportunidad de superarse dándoles autonomía y confiando en sus capacidades.

Todas las edades son buenas para transmitirles respeto y aceptación.

Cómo funcionan los talleres que realizas con los padres

Los talleres los imparto, sobre todo, en colegios. Suelen constar de una parte expositiva a través de diapositivas en Power Point para exponer los contenidos teóricos, fragmentos de películas que ilustran los temas tratados, reflexión individual y grupal sobre la temática que se esté trabajando y también, role play, juegos y dinámicas para aprender practicando diversas habilidades. Cada sesión suele durar aproximadamente una hora y treinta minutos.

Donde podemos encontrar el trabajo de Mónica Manrique

Mi carrera profesional evoluciona por tres ejes de manera más o menos simultánea:

  • Psicoterapia: desde un enfoque breve estratégico ayudo a las personas a superar problemas como la depresión, ataque de pánico, baja autoestima, bloqueos, conflictos familiares y laborales, ansiedad, etc. Mucho de este contenido se puede encontrar en mi blog
  • Formación: diseño e imparto talleres sobre resolución de conflictos, inteligencia emocional, trabajo en equipo, gestión del estrés, asertividad, autoestima, etc. en empresas, ONGs, colegios, Obras Sociales…
  • Divulgación: soy editora del blog Padres en apuros que se puede seguir a través de Twitter @padresenapuros y de Facebook. Colaboro periodicamente con la revista TipKids y con La Practicopedia. También formo parte del equipo de expertos de una nueva red social, que verá la luz próximamente, llamada Dontknow dedicada a ayudar a las personas a tomar decisiones.

Hasta aquí la entrevista con Mónica Manrique a la que agradecemos la atención y a la que felicitamos porque mantiene una gran actividad divulgadora. Está impartiendo cursos de formación en distintas habilidades como la comunicación, la motivación, el desarrollo personal y profesional, la inteligencia emocional, habilidades para hablar en público, educación, control del estrés, habilidades sociales, formación de formadores y Escuelas de Padres y Madres. Esperamos que la entrevista haya resultado de interés para que todos podamos contribuir a mejorar las relaciones con nuestros hijos.

Ver entrevista en Peques y más

¿Cómo ejercer la autoridad con nuestros hijos?

Vivimos en una sociedad frenética llena de prisas y estrés en la que queda poco tiempo para compartir, educar y relacionarnos con nuestros hijos. Esta situación hace que día a día vayamos acumulando sentimientos de culpa como padres: ¿estaré dedicándole el tiempo suficiente a mis hijos? ¿Juego tanto como debiera con ellos? ¿Tendrán alguna carencia afectiva en el futuro por el poco tiempo de calidad que les puedo dedicar? ¿Lo estoy haciendo bien? Toda esta culpa que vamos acumulando nos hace muy vulnerables a sus chantajes emocionales y debilita nuestra autoridad como padres.

También merma nuestra autoridad el miedo a traumatizar a los niños por el mero hecho de ponerles normas y límites. Podemos pensar: “Pobrecito, cómo le voy a decir NO con lo mal que lo pasa”. Los niños necesitan normas y límites para crecer felices y sanos. No van a ser más felices por conseguir todo lo que les apetece y es necesario que aprendan a manejar la frustración, habilidad que les será muy útil a lo largo de la vida.

Pero la autoridad no siempre es bien entendida y a veces se confunde con el autoritarismo. Para ejercer nuestra autoridad como padres no es necesario convertirse en un dictador, y la disciplina no implica humillación. Se pueden imponer normas y límites con cariño y afecto.

Cuando nacen nuestros hijos todo está bajo nuestro control, el porcentaje de autoridad que ejercemos sobre ellos es del 100%. Es muy común que conforme los niños van cumpliendo años este control disminuya considerablemente hasta encontrarnos con familias que giran en torno a las apetencias de un pequeño tirano. Solemos pensar: “No quiero desperdiciar el poco tiempo que estoy con él enfadándome”, “Quiero darle todas las cosas que yo no he podido tener”, “Déjale que haga lo que quiera, es muy pequeño”… Puede resultar hasta gracioso que un niño de 3, 5 o 10 años haga lo que quiera, pero no nos hace tanta gracia que lo haga cuando tiene 15 y es entonces cuando pretendemos volver a tener un control del 100% sobre lo que hace. Entonces, ¿cómo tenemos que ejercer la autoridad sobre nuestros hijos en cada edad?

LA AUTORIDAD IMPOSITIVA (0-7 AÑOS)
Se trata de un tipo de autoridad unidireccional pero no por ello tiránica ni despótica. La autoridad impositiva deriva de la dependencia del menor y los padres deberán imponer pautas para su correcto desarrollo: dándole juguetes adecuados a su edad, ofreciéndole alimentos sanos y nutritivos, enseñándole reacciones correctas, pautando horarios y limitando las actividades peligrosas.
En esta etapa conviene que los límites sean claros, no demasiados, poco flexibles y fáciles de aplicar y entender por el niño.
Lo normal será que los niños reten a sus padres para ver hasta dónde pueden llegar.

LA AUTORIDAD EDUCATIVA (7-14 AÑOS)
El objetivo en esta etapa es que el niño aprenda los motivos por los cuales es exigida una conducta. No se prefiere la obediencia y la sumisión sin más, tendrá que ir entendiendo la razón de los límites y las normas e ir incorporando pautas de comportamiento. Seremos más flexibles, se amplían los márgenes y se tendrá en cuenta la opinión del niño. Las normas se amplían al orden, la limpieza, las tareas domésticas, la higiene…
Tendremos que utilizar premios (reconocimientos y recompensas) y castigos (reproches o pérdida de privilegios) sin dejar de reforzar porque pensemos que es su obligación.
Las conductas y sus consecuencias se clasificarán de manera simple y dicotómica en: correctas o incorrectas, válidas o inválidas, acierto o error. Sin matices.

LIBERTAD CONTROLADA (14-18)
A esta edad, los ya adolescentes han desarrollado muchas habilidades por lo que será conveniente comenzar a delegar ciertas funciones en ellos. Se deben ir permitiendo tiempos mayores y espacios diferentes de forma gradual mientras se supervisa y controla el uso que hace el menor de los privilegios concedidos.
Ahora la batuta será compartida, por lo que se recurrirá a las negociaciones, pactos y acuerdos.
Para cuando lleguemos a esta etapa los padres tendremos que haber conseguido tener autoridad moral, que los adolescentes confíen en nuestro criterio aunque no tengan por qué estar siempre de acuerdo.
Resumiendo, conforme aumenta la edad de nuestros hijos, debemos ir disminuyendo el grado de control que ejercemos sobre ellos, cediéndoles poco a poco más autonomía e independencia, sin adelantarnos y siempre en consonancia con las capacidades y necesidades del niño.

Autocontrol de la conducta impulsiva en niños: Historia empleada en la Técnica de la tortuga

Antiguamente había una hermosa y joven tortuga, tenia 6 (7, 8,…) años y acababa de empezar el colegio. Su nombre era Pequeña Tortuga. A ella no le gustaba mucho ir al Cole, prefería estar en casa con su hermano menor y con su madre. No le gustaba aprender cosas en el colegio, ella quería correr, jugar… era demasiado difícil y pesado hacer fichas y copiar de la pizarra, o participar en algunas de las actividades. No le gustaba escuchar al profesor, era más divertido hacer ruidos de motores de coches que algunas de las cosas que el profesor contaba, y nunca recordaba que no los tenía que hacer. A ella lo que le gustaba era ir enredando con los demás niños, meterse con ellos, gastarles bromas. Así que el colegio para ella era un poco duro.

tortugaCada día en el camino hacia el colegio se decía a si misma que lo haría lo mejor posible para no meterse con ellos. Pero a pesar de esto era fácil que algo o alguien la descontrolara, y al final siempre acababa enfadada, o se peleaba, o le castigaban. “Siempre metida en líos” pensaba “como siga así voy a odiar al colegio y a todos.” Y la Tortuga lo pasaba muy pero que muy mal. Un día de los que peor se sentía, encontró a la más grande y vieja Tortuga que ella hubiera podido imaginar. Era un vieja Tortuga que tenía más de trescientos años y era tan grande como una montaña. La Pequeña Tortuga le hablaba con una vocecita tímida porque estaba algo asustada de la enorme tortuga. Pero la vieja tortuga era tan amble como grande y estaba muy dispuesta a ayudarla:

“¡Oye! ¡Aquí!” dijo con su potente voz, “Te contaré un secreto. ¿Tú no te das cuenta que la solución a tus problemas la llevas encima de ti?”. La Pequeña Tortuga no sabía de lo que estaba hablando. “¡Tu caparazón!” le gritaba “¿para qué tienes tu concha? Tú te puedes esconder en tu concha siempre que tengas sentimientos de rabia, de ira, siempre que tengas ganas de romper, de gritar, de pegar…Cuando estés en tu concha puedes descansar un momento, hasta que ya no te sientas tan enfadad. Así la próxima vez que te enfades ¡Métete en tu concha! A la Pequeña Tortuga le gustó la idea, y estaba muy contenta de intentar este nuevo secreto de la escuela.

Al día siguiente ya lo puso en práctica. De repente un niño que estaba cerca de ella accidentalmente le dio un golpe en la espalda. Empezó a sentirse enfadada y estuvo a punto de perder sus nervios y devolverle el golpe, cuando, de pronto recordó lo que la vieja tortuga le había dicho. Se sujetó los brazos, piernas y cabeza, tan rápido como un rayo, y se mantuvo quieta hasta que se le pasó el enfado. Le gustó mucho lo bien que estaba en su concha, donde nadie le podía molestar. Cuando salió, se sorprendió de encontrarse a su profesor sonriéndole, contento y orgulloso de ella.

Continuó usando su secreto el resto del año. Lo utilizaba siempre que alguien o algo le molestaba, y también cuando ella quería pegar o discutir con alguien. Cuando logró actuar de esta forma tan diferente, se sintió muy contenta en clase, todo el mundo le admiraba y querían saber cuál era su mágico secreto.

Cómo controlar la ira (la nuestra y la de nuestr@s hij@s)

Hay ocasiones en las que estamos/están demasiado nerviosos, cansados o irritados, y hay que aplazar la expresión de estos sentimientos hasta haber reducido la tensión. En esos casos, es conveniente que apliquemos la técnica de control de la ira antes de continuar con la disputa. Para ello, podemos seguir los siguientes pasos:

1. Identificar las señales de alarma

Antes de “explotar” y dejarse llevar por la rabia o la irritación, las personas experimentan una serie de cambios que podemos identificar y utilizar como señales de alarma.

Estos cambios o señales de alarma son parecidas para todo el mundo, pero no son iguales, cada uno tiene las suyas propias. Pueden ser pensamientos (“ya está otra vez tocándome las narices”, “me lo voy a cargar”, “ésta no se ríe de mí”, visión en túnel), sensaciones (rabia, ganas de golpear a alguien, ganas de huir), conductas manifiestas (gritar, morderse los labios, acercarse mucho al otro), reacciones fisiológicas (taquicardia, “chorreón” de adrenalina, tensión muscular en el cuello, sofoco en la cara y/o las manos, sudoración) y/o circunstancias (por ejemplo: mi hijo me saca pecho o mi hija me vuelve a amenazar con salir a pesar de que no le dejo).

2.  Procurar reducir la ira

Si identificamos las señales de alarma cuando aparecen (“¡Cuidado! Me estoy/se está irritando”) y vemos que aún podemos aguantar en la situación de conflicto, podemos  reducir nuestra ira o la de nuestros hijos por medio de las siguientes estrategias:

  • Romper la escalada simétrica, no entrar en el pulso, no echar más leña al fuego. Por ejemplo, podemos posponer la discusión: “Estamos un poco alterados, ¿te parece que lo hablemos cuando estemos más tranquilos”;  o darle la razón en algo a nuestro hijo, como por ejemplo:“Tienes razón, quizás me precipité en lo que te dije”; podemos hacer equipo uniendo su mensaje con el nuestro: “Creo que tú tienes razón en lo que dices y que yo tengo razón en quejarme de tus formas”; o salir por la tangente: “creo que esa chica no te viene bien, pero tú ya eres mayor y entiendo que  tú decides”.
  • Hablar sobre la relación y no sobre el contenido. Por ejemplo: “Creo que los dos nos estamos encendiendo demasiado, ¿no crees?” o “Siento haberme encendido, pero me asusta que, ahora que llevas las riendas de tu vida, pueda pasarte algo malo”.
  • Cambiar la manera de ver la causa de los conflictos. A veces lzapatillas para cooperacionos demás reaccionan o nos responden con provocaciones o de malas maneras porque ellos mismos se han sentido molestos con nuestra conducta. Prever la reacción que nuestra conducta y nuestras respuestas pueden provocar en los demás evita muchos conflictos y ayuda a discutir de forma positiva. Por ejemplo, aunque crea que le aprieto porque está rebelde, si entiendo que mi hijo se rebela ante mi presión, puedo apretarle menos y ver qué ocurre.
  • Formularse mensajes tranquilizadores: “No muerdas sus anzuelos”, “puedo manejarlo”, “no voy a permitir que me domine la situación”.  Hay un cuento budista que dice que “el corazón es como una diana; en nuestras manos no está que el mundo (o nuestros hijos) nos lance flechas, pero sí el achicar la diana para que sea más difícil que nos den en ella”.
  • Pensar en las consecuencias de perder el control: “Si pierdo el control…”.
  • Preguntarse si hay algún motivo añadido para sentirse tan irritado (ejemplo: hablar con un garbanzo en el zapato). Además de la conducta de la otra persona y/o de la discusión misma, puede haber también otros motivos que añadan más irritación a la situación, o que sean la causa principal. Por ejemplo: Haber recibido una bronca en el trabajo, tener dolor de muelas, haber dado muchas vueltas para encontrar aparcamiento, haber tragado mucho con mi hijo. La gota que colma el vaso puede no tener nada que ver con las otras gotas que lo llenaron; sin embargo, en ocasiones le echamos el vaso entero a aquel que nos echó tan sólo una gota.

3. Tiempo fuera

Si vemos que estamos/están al límite de perder el control, que el “termostato” nos da la señal de alarma y estamos/están a punto de estallar, debemos marcharnos de la situación que nos/les desborda inmediatamente y aplazar la discusión hasta que estemos/estén más calmados. Si permanecemos más tiempo, basta otra frase o gesto y perderemos/perderán el control. Para que el otro no se ofenda, antes de marcharnos podemos decirle, por ejemplo: “Perdona, pero estamos los dos muy nerviosos; vamos a darnos unos minutos para calmarnos y luego hablamos”. Una vez lejos de la situación conflictiva, es conveniente hacer algo que nos ayude a reducir la tensión y relajarnos.

4. Retomar el tema de discusión

Después de habernos calmado, es importante retomar el tema de discusión para que el otro no tenga la sensación de haberse quedado con la palabra en la boca. En esta ocasión, trataremos de aplicar los hábitos positivos de comunicación que ya hemos aprendido. Por ejemplo: “Perdona por haberte dejado así, pero nos estábamos encendiendo mucho y no quería que acabásemos explotando como otras veces. Me decías que…”.

(Texto cedido por el IMFEF)

Cómo decir NO utilizando la técnica del banco de niebla

En muchas ocasiones, un NO, es la forma de manifestar nuestro criterio y defender nuestra postura. Cuando queremos decir NO, y lo decimos sin sentir culpa, ganamos en seguridad y autoestima.

Tenemos que ser capaces de decir NO de manera clara e inequívoca, pero procurando que el otro no se sienta ofendido.

A la hora de decir NO iremos a grano. Podremos dar razones, pero nunca, excusas ni justificaciones.

Existen diversas técnicas para decir NO, pero una de las más eficaces, cuando el otro se pone muy insistente y nos provoca, es la Técnica del banco de niebla o “claudicación simulada”.

Se trata de responder de manera vaga, “sin entrar al trapo”  cuando nos atacan, chantajean o insisten en exceso. Para ello, damos al otro la parte de razón que pueda tener, pero no cambiamos de opinión. Parecerá que estamos cediendo terreno, pero sin cederlo realmente, ya que, en el fondo, se deja claro que no se va a cambiar de opinión.

Tenemos dos opciones,banco de niebla

  • Una, convenir con la verdad reconociendo lo que nos plantean (tienes razón, es cierto, es verdad que…).
  • Y otra sería, convenir con la posibilidad (es posible, puede que tengas razón, a lo mejor…).

Por ejemplo si nuestra hija nos pide un móvil de manera insistente, e incluso nos ataca diciendo, por ejemplo, que somos unos egoístas, podremos:

  • Convenir con la verdad diciéndole: “Si, somos unos egoístas, pero de momento nos parece un gasto innecesario que tengas móvil.”
  • Convenir con la posibilidad: “Si, puede que seamos unos egoístas”.

Este mensaje verbal, para ser efectivo, tiene que ir acompañado de un lenguaje no verbal que transmita seguridad y contundencia sin llegar a ser agresivo. Que diga algo así como:”Por mucho que insistas no voy a cambiar de opinión, esta es mi última palabra.”

No podemos olvidar que el peor NO es el que no hemos sido capaces de decir por miedo, culpa o indecisión, es el que se queda dentro de nosotros mermando nuestra autoestima y haciendo que acumulemos rencor y resentimiento.