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Aprendiendo con Chema Alonso sobre tecnología, sociedad y educación

Chema Alonso, es Doctor en Seguridad Informática, Chief Digital Consumer Officer en Telefónica y, sobre todo, conocido por sus trabajos en el mundo del Hacking y la Ciberseguridad. Durante años ha sido un gran divulgador de tecnología, y es reconocido como uno de los mejores Hackers de España. Publica todos los días en su blog “Un informático en el lado de mal” y puedes contactar con él a través de su buzón público en MyPublicInbox.com/ChemaAlonso. Además de todo esto, es “papaete” de dos niñas que también quieren tener TikTok.

¿Como “papaete” te enfrentas a los mismos retos que la mayoría de los padres o por tu trabajo has sido mucho más estricto en la aproximación a la tecnología de tus hijas?

Pues como todos los padres tengo el mismo problema. Mi hija menor quiere ser Youtuber, es fan de Martina, quiere ser cantante y jugar al Among Us el Roblox. Mi hija mayor, que tiene 12 años, quiere tener Instagram, TikTok y un Smartphone para tener WhatsApp y chatear con sus amigas. Supongo que los mismos problemas de todos los padres de esta generación, con la única diferencia de que entiendo muy bien cuáles son los riesgos que hay en estos sistemas.

Por otro lado, yo quiero que la tecnología sea parte de su vida, y desde muy pequeñas intento que sean “Creadoras de tecnología”, y no consumidoras adictas a sistemas de “engagement” que las tengan consumiendo su tiempo con chutes de dopamina basados en complejos algoritmos de gamificación. Desde pequeña a la mayor la he tenido apuntada a programar en Scratch, en Arduino, robótica y ahora está con Python. Para ella es más normal aprender lenguajes de programación porque lo ha visto desde muy pequeña como una disciplina más de su educación en el colegio. Yo empecé a programar con 12 años, y me cambió la vida. Yo quiero darles ese regalo a ellas también.

Pero sé que el mundo que les ha tocado vivir es éste, y no creo en la prohibición total. Desde hace años llevo pidiendo a los educadores de niños que les eduquen sin utilizar reglas de “NO hagas esto…”, así que yo intento educarles en los riesgos y en “Cómo hacerlo”. Pero lo más importante, no las puedes dejar solas, para que se enfrenten a algoritmos de inteligencia artificial que van a encontrar la manera de conseguir que se queden un minuto más conectadas, y que van a ir educándolas anuncio tras anuncio, sin preocuparse de si es bueno para ellas o no. Por eso intento hablar mucho con ellas, explicarles las cosas, y limitarles el uso de la tecnología como usuario.

¿Por qué hiciste una campaña llamada Mujeres Hacker en la que una niña quería ser hacker como su mamá?

Pues mira, porque la sociedad aún empuja a las niñas a no tener ciertas profesiones y me enfada. Me molesta que cuando Google o Microsoft traduzcan Engineer o Judge siempre sea ingeniero y juez, pero cuando se traduce Secretary o Nurse sea secretaria o enfermera (si quieres profundizar puedes leer este post). Tengo una guerra declarada con ello, y creo que las traducciones con asunción de género deberían tener alertas para que mi hija no se vea subliminalmente impulsada a una profesión concreta.

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Cuando mi hija mayor era pequeña le pregunté si quería ser astronauta y me contesto “No, papá, eso es cosa de chicos”, y me enfadó muchísimo. Me enfadó porque mi hija, con 7 años ya había sido condicionada subliminalmente a descartar oportunidades en su futuro por una invisible barrera que aún hay para ellas en la sociedad. Así que decidí hacer la campaña de Mujeres Hacke para dar visibilidad a las grandes mujeres de mi trabajo, e hicimos una campaña de Mujeres en ciencia por Telefónica tanto en blogs como en las oficinas, para que las niñas vinieran a conocer a nuestras grandes creadoras.

https://mujereshacker.telefonica.com/girls-inspire-tech

De hecho, hacemos una jornada que se llama Girls Inspire Tech, en la que nuestras compañeras de Telefónica enseñan cosas de tecnología a niñas de 12 a 16 años para que tengan modelos a quién parecerse.

¿Tiene la tecnología que usamos sesgos de género, al igual que has explicado con el caso de los traductores?

Claro que puede tenerlo. Y claro que lo tiene. Y lo peor es que es muy difícil de detectar porque cuando hablamos de “Machine Learning” es justo eso, una “máquina aprendiendo” y si no tienes cuidado de qué ha aprendido, y qué datos le has dado para enseñarle, luego es muy complicado saber si tiene algún sesgo.

Google está trabajando en una tecnología que se llama TCAV (Testing with Concept Activation Vectors) para saber qué dispara que una inteligencia artificial reconozca a un doctor o a una enfermera en una foto, por ejemplo, y ponía el caso de una IA entrenada que había aprendido que para reconocer que era una persona doctor, tenía que 1) tener bata blanca, 2) estetoscopio al cuello y 3) ser hombre.

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No sabemos cuantos de lo algoritmos que hoy en día se usan en sistemas para dar créditos, para ofrecer trabajos, para aprobar una solicitud, para lanzar una alerta de seguridad o para ponernos una noticia o un anuncio tienen sesgos. Y todos ellos pueden condicionar tu vida sin saberlo. Esta semana hemos publicado en el blog de un algoritmo de Machine Learning que ha sido entrenado con sesgo de color de piel y cuando despixela fotos – por ejemplo de cámaras de seguridad – aclara la piel. Pero podría ser al revés, y oscurecerlas para hacer que un prejuicio afectara a la vida de las personas de piel más oscura haciéndola parecer siempre “los ladrones”. Y al final solo es un algoritmo de Machine Learning entrenado con sesgos.

Te he oído decir varias veces que tenemos que crear “Tecnología Humanista”, ¿a qué te refieres exactamente con esto?

Sí, lo dije en el discurso cuando me nombraron Doctor Honoris Causa y se lo dije al Senado de Chile cuando me han invitado este mes pasado y sigo pensando en ello. No podemos hacer tecnología que afecte negativamente a la vida de las personas. Ni de muchas ni de ninguna.

Tenemos que cuidarnos de algoritmos de engagement que tienen a los jóvenes conectados durante 36 horas a un juego, o a ludópatas descubiertos por las redes sociales a sufrir acoso de ofertas de juegos online, o premiar a los medios de comunicación con dinero de anunciantes si la noticia se orienta como quiere el anunciante, o hacer tecnología que no proteja los datos privados de las personas, algoritmos que nos cataloguen con algoritmos de Machine Learning para toda la vida sin pensar en nuestras consecuencias, o tecnología que no sea accesible para todos o… El documental de “The Social Dilema” lo explica bastante bien en el caso de las redes sociales, y “El Gran Hackeo” explica la manipulación de las sociedades con los datos, las fake news y las inversiones en anuncios para premiar a los medios con visitas.

Hay tantos puntos en los que la tecnología está afectando ahora a la vida de las personas, que el reto es enorme. Es enorme para los padres, es enorme para los reguladores, y es enorme porque aún no hemos conseguido que haya un debate en sociedad profundo y serio de estas cosas. Aún, para las empresas, el incentivo económico de explotar debilidades humanas es mayor que el de hacer que la vida de las personas sea mejor. Y hay que darle la vuelta.

Yo siempre he defendido que las empresas deben hacer que la vida de las personas sea mejor en las sociedades donde operan, y debe ser exactamente lo mismo con la tecnología. Debe hacer que la vida de las personas que la usan sea mejor, y no peor.

También has defendido “Tolerencia Zero” con los abusones y “colaboradores” pasivos en las redes sociales, ¿a qué te refieres?

El acoso en las redes está popularizado. Pero también en los grupos de WhatsApp. Y creo que si alguien ve que alguien está abusando verbalmente, insultando o acosando a alguien, hay que excluirle.

Yo bloqueo a todo el que veo que insulta o falta al respeto a otro en Twitter, por ejemplo, que se ha convertido en una red social que, por desgracia, atrae a muchos a faltar al respeto de forma rápida y directa. Y no lo entiendo. Pero yo, no pienso ser un “colaborador” pasivo de estos, y los bloqueo a todos. Hacer que tengan un incentivo negativo perdiendo audiencia es algo que ayudará a cambiar la tendencia. Si sigues a cuentas en Twitter que están faltando al respeto a otras, les estás alentando. Así que, yo aplico tolerancia cero para los abusones en las redes sociales.

Te peleaste por conseguir que la Real Academia de la Lengua diera al término Hacker una acepción positiva, y ahora lo define como una persona de altos conocimientos tecnológicos que quiere mejorarla. Aún así, ¿te siguen pidiendo que hackees el WhatsApp o Facebook de la gente?

Sí, por desgracia. Y son muy pesados. Constantemente siguen pensando que un hacker es un cibercriminal, y lo peor es que todos los que buscan contratar un cibercriminal para hackear un WhatsApp, Facebook, Instagram o las notas de la universidad, acaban siendo estafados porque se ha creado un negocio de “falsos hackers” para robarles dinero.

Para mí ser un hacker es empujar los límites de la tecnología, de la ciencia, de las artes, de la sociedad más allá. Eliminar los límites que tenemos ahora y descubrir los siguientes. Es hacer que el camino de mejora continua que hemos de tener como objetivo vital se acelere. Y en mi caso, que trabajo con tecnología, que la tecnología haga que la vida de las personas sea mejor.

También escribes cuentos para tus hijas para mandarles mensajes educativos, ¿no?

Sí, me gusta mucho escribir y desde que son pequeñas, si tenía la ocasión de contarles un cuento, intentaba crear una El Gigante de los Juguetes que les quita todos los juguetes de la habitación y solo les devuelve los que son capaces de recordar, el de Serpentina que es una serpiente en modo de calcetín que se come los pies de las niñas cuando huelen a queso, porque le encantan los quesos olorosos, o las historias del Dragón Matías que hace que le salgan más piernas a la niña en La princesa de 8 piernas por pedir más zapatos de los que necesita. Y el de La hormiga valiente que busca las risas que se han comido las niñas en la tripa.

La verdad es que cada minuto que paso con ellas intento hacerlo sin pantallas, dibujando, escribiendo cuentos, jugando al ajedrez, al futbolín o cachorreando. Crecen muy rápido y luego ya no van a querer que les cuente cuentos.

Y si alguien quiere contactar contigo para consultarte algo, ¿Cómo lo puede hacer?

Tengo un buzón público en MyPublicInbox precisamente para eso. Basta con ir a MyPublicInbox.com/ChemaAlonso . Cualquier persona me puede escribir (menos para hackear el WhatsApp, el Facebook o el Instagram). A mí, y a todos los profesionales que están allí, que hay grandes expertos en muchas otras materias.

Muchas gracias Chema por compartir tu conocimiento y por tu tiempo, sé que estás muy solicitado. Ha sido un placer escucharte.

Autocontrol de la conducta impulsiva en niños: Historia empleada en la Técnica de la tortuga

Antiguamente había una hermosa y joven tortuga, tenia 6 (7, 8,…) años y acababa de empezar el colegio. Su nombre era Pequeña Tortuga. A ella no le gustaba mucho ir al Cole, prefería estar en casa con su hermano menor y con su madre. No le gustaba aprender cosas en el colegio, ella quería correr, jugar… era demasiado difícil y pesado hacer fichas y copiar de la pizarra, o participar en algunas de las actividades. No le gustaba escuchar al profesor, era más divertido hacer ruidos de motores de coches que algunas de las cosas que el profesor contaba, y nunca recordaba que no los tenía que hacer. A ella lo que le gustaba era ir enredando con los demás niños, meterse con ellos, gastarles bromas. Así que el colegio para ella era un poco duro.

tortugaCada día en el camino hacia el colegio se decía a si misma que lo haría lo mejor posible para no meterse con ellos. Pero a pesar de esto era fácil que algo o alguien la descontrolara, y al final siempre acababa enfadada, o se peleaba, o le castigaban. “Siempre metida en líos” pensaba “como siga así voy a odiar al colegio y a todos.” Y la Tortuga lo pasaba muy pero que muy mal. Un día de los que peor se sentía, encontró a la más grande y vieja Tortuga que ella hubiera podido imaginar. Era un vieja Tortuga que tenía más de trescientos años y era tan grande como una montaña. La Pequeña Tortuga le hablaba con una vocecita tímida porque estaba algo asustada de la enorme tortuga. Pero la vieja tortuga era tan amble como grande y estaba muy dispuesta a ayudarla:

“¡Oye! ¡Aquí!” dijo con su potente voz, “Te contaré un secreto. ¿Tú no te das cuenta que la solución a tus problemas la llevas encima de ti?”. La Pequeña Tortuga no sabía de lo que estaba hablando. “¡Tu caparazón!” le gritaba “¿para qué tienes tu concha? Tú te puedes esconder en tu concha siempre que tengas sentimientos de rabia, de ira, siempre que tengas ganas de romper, de gritar, de pegar…Cuando estés en tu concha puedes descansar un momento, hasta que ya no te sientas tan enfadad. Así la próxima vez que te enfades ¡Métete en tu concha! A la Pequeña Tortuga le gustó la idea, y estaba muy contenta de intentar este nuevo secreto de la escuela.

Al día siguiente ya lo puso en práctica. De repente un niño que estaba cerca de ella accidentalmente le dio un golpe en la espalda. Empezó a sentirse enfadada y estuvo a punto de perder sus nervios y devolverle el golpe, cuando, de pronto recordó lo que la vieja tortuga le había dicho. Se sujetó los brazos, piernas y cabeza, tan rápido como un rayo, y se mantuvo quieta hasta que se le pasó el enfado. Le gustó mucho lo bien que estaba en su concha, donde nadie le podía molestar. Cuando salió, se sorprendió de encontrarse a su profesor sonriéndole, contento y orgulloso de ella.

Continuó usando su secreto el resto del año. Lo utilizaba siempre que alguien o algo le molestaba, y también cuando ella quería pegar o discutir con alguien. Cuando logró actuar de esta forma tan diferente, se sintió muy contenta en clase, todo el mundo le admiraba y querían saber cuál era su mágico secreto.

Cuento: “Atreverse a ser uno mismo”

Tang era un pequeño obrero en un reino del Lejano Oriente. Trabajaba el cobre y fabricaba magníficos utensilios que vendía en el mercado. Tenía una vida feliz y una alta autoestima. Tan solo le quedaba encontrar a la mujer de su vida.

Un día, un enviado del rey llegó para anunciar que Su Majestad deseaba casar a su hija con el joven de mayor autoestima del reino. En el día estipulado, Tang se dirigió al palacio y se encontró con cientos de jóvenes pretendientes.

El rey los miró a todos y le pidió a su cambelán que les diese a cada uno cinco semillas de flores. Después, les rogó que regresaran en primavera con una maceta de flores salidas de las semillas que había hecho que les dieran.

Tang plantó los granos, los cuidó con esmero, pero allí no salió nada: ni brotes, ni flores. En la fecha estipulada, Tang cogió su maceta sin flores y partió hacia el castillo. Cientos de otros pretendientes llevaban macetas con flores magníficas y se burlaban de Tang y de su maceta de tierra sin flores.

Entonces el rey pidió a cada uno de ellos que pasaran ante él para presentar sus macetas. Tang llegó, algo intimidado ante el rey: “No germinó ninguna de las semillas Majestad” dijo. El rey le respondió: “Tang, quédate junto a mí”.

Cuando todos los pretendientes hubieron desfilado, el rey los despidió a todos excepto a Tang.ramos de tulipanes

Anunció a todo el reino que Tang y su hija se casarían el verano próximo. ¡Fue una fiesta extraordinaria! Y Tang y la princesa cada vez estaban más enamorados. Vivían felices.

Un día Tang le preguntó al rey, su suegro: “Majestad, ¿cómo es que me escogisteis como yerno si mis semillas no habían florecido?” ¡Ninguna semilla podía florecer! ¡Hice que hirvieran toda la noche! y tú fuiste el único en tener bastante autoestima y consideración hacia los demás para ser honesto. ¡Era un hombre así el que yo quería como yerno!

El halcón y la vieja

halconEra una vez una señora muy respetable acostumbrada al trato con pájaros. Sólo que los únicos pájaros que conocía eran las palomas.

Un día un halcón se  posó en su ventana. Ella lo observó y dijo: “Pero, qué pájaro desaliñado. ¡Qué desastre, es una vergüenza!…”.

Tomó al halcón por la fuerza y con sus tijeras de podar le cortó las alas, excesivamente grandes, según ella. Con una tenaza le rebanó el pico, demasiado torcido, según le habían enseñado. Y, por último, le limó las garras, amenazadoramente fuertes y pensó, comparándolas con las de los únicos pájaros que conocía.

Luego volvió a mirar al halcón mutilado y moviendo la cabeza  con una sonrisa dijo: “Ahora sí, pareces un pájaro decente”.

Madrid, J. y Henche, I. (2008): “Cuentos e historias para la educación sexual”, en Loizaga, F. (2008): Nuevas técnicas didácticas en Educación Sexual. Madrid: McGraw-Hill.

Cuento del discípulo y el maestro

budas“Se arrodilló el discípulo para ser iniciado en el camino del conocimiento. Se acercó el maestro y le susurró al oído un mantra sagrado con la advertencia de que no se lo revelaría a nadie. –Y qué ocurriría si lo hago-, preguntó el discípulo. –Aquel a quien lo reveles quedará libre de ignorancia- contestó el maestro-, en cambio tú quedarás excluido de este seminario-.

Apenas escuchó estas palabras, el discípulo salió corriendo a la plaza del mercado y congregando a una multitud en torno a él, repitió a viva voz el mantra sagrado para que lo escucharan todos.

Habiéndolo visto, sus compañeros discípulos regresaron rápidamente ante el maestro a quién contaron lo sucedido, pidiendo además que fuese expulsado del monasterio por desobediente.

El maestro sonrió compasivamente y dijo: -el muchacho no necesita nada de cuanto yo pueda enseñarle. Con su acción ha  demostrado ser ya un maestro con todas las de la ley-.”

(Desconozco el nombre del autor)

El valor de las cosas, una historia zen

chica soplando estrellasEsta es una historia que nos enseña que el verdadero valor de las cosas sólo puede ser apreciado por un experto.

– Vengo, maestro, porque me siento tan poca cosa que no tengo fuerzas para hacer nada. Me dicen que no sirvo, que no hago nada bien, que soy torpe y bastante tonto. ¿Cómo puedo mejorar? ¿Qué puedo hacer para que me valoren más?

El maestro, sin mirarlo, le dijo:

– Cuánto lo siento muchacho, no puedo ayudarte, debo resolver primero mi propio problema. Quizás después…- y haciendo una pausa agregó:

– Si quisieras ayudarme tú a mí, yo podría resolver este tema con más rapidez y después tal vez te pueda ayudar.

– E… encantado, maestro – titubeó el joven pero sintió que otra vez era desvalorizado y sus necesidades postergadas.

-Bien- asintió el maestro. Se quitó un anillo que llevaba en el dedo pequeño de la mano izquierda y dándoselo al muchacho, agregó- toma el caballo que está allí afuera y cabalga hasta el mercado. Debo vender este anillo porque tengo que pagar una deuda. Es necesario que obtengas por él la mayor suma posible, pero no aceptes menos de una moneda de oro. Vete ya y regresa con esa moneda lo más rápido que puedas.

El joven tomó el anillo y partió. Apenas llegó, empezó a ofrecer el anillo a los mercaderes. Estos lo miraban con algún interés, hasta que el joven decía lo que pretendía por el anillo. Cuando el joven mencionaba la moneda de oro, algunos reían, otros giraban la cabeza y sólo un viejito fue tan amable como para tomarse la molestia de explicarle que una moneda de oro era muy valiosa para entregarla a cambio de un anillo. En afán de ayudar, alguien le ofreció una moneda de plata y un cacharro de cobre, pero el joven tenía instrucciones de no aceptar menos de una moneda de oro, y rechazó la oferta.

Después de ofrecer su joya a toda persona que se cruzaba en el mercado – más de cien personas – y abatido por su fracaso, monto su caballo y regresó.

Cuánto hubiera deseado el joven tener él mismo esa moneda de oro. Podría entonces habérsela entregado al maestro para liberarlo de su preocupación y recibir entonces su consejo y ayuda.

Entró en la habitación.

– Maestro -dijo- lo siento, no es posible conseguir lo que me pediste. Quizás pudiera conseguir dos o tres monedas de plata, pero no creo que yo pueda engañar a nadie respecto del verdadero valor del anillo.

– Que importante lo que dijiste, joven amigo -contestó sonriente el maestro-. Debemos saber primero el verdadero valor del anillo. Vuelve a montar y vete al joyero. ¿Quién mejor que él, para saberlo? Dile que quisieras vender el anillo y pregúntale cuanto te da por él. Pero no importa lo que te ofrezca, no se lo vendas. Vuelve aquí con mi anillo.

El joven volvió a cabalgar. El joyero examinó el anillo a la luz del candil, lo miró con su lupa, lo pesó y luego le dijo:

– Dile al maestro, muchacho, que si lo quiere vender ya, no puedo darle más que 58 monedas de oro por su anillo.

– ¡¿58 monedas?!- exclamó el joven.

– Sí -replicó el joyero- Yo sé que con tiempo podríamos obtener por él cerca de 70 monedas, pero no sé… si la venta es urgente…

El Joven corrió emocionado a casa del maestro a contarle lo sucedido.

– Siéntate – dijo el maestro después de escucharlo-. Tú eres como este anillo: una joya, valiosa y única. Y como tal, sólo puede evaluarte verdaderamente un experto. ¿Qué haces por la vida pretendiendo que cualquiera descubra tu verdadero valor?

Y diciendo esto, volvió a ponerse el anillo en el dedo pequeño de su mano izquierda.

(Desconozco el nombre del autor)

Cuento

caballoHay una historia acerca de un viejo sabio en la China que tenía un caballo y un hijo. Todos sus vecinos le tenían lástima y siempre le decían: ‘Qué triste que todo lo que tienes es un hijo y un caballo’. El viejo sabio siempre respondía con las siguientes palabras: ‘¿Qué es bueno, qué es malo, quién sabe?’.

Un día, el caballo se escapó. Todos los vecinos se le acercaron con mucha compasión, diciendo: ‘¡Es terrible, tu único caballo se escapó y ahora solamente tienes a tu hijo. Es terrible!’. Como siempre el viejo sabio encogió sus hombros y dijo: ‘¿Qué es bueno, qué es malo, quién sabe?’.

Pasó una semana y el caballo regresó, y con el venían doce hermosos caballos salvajes. Los vecinos estaban muy emocionados y corrieron hacia el viejo proclamando su buena fortuna: ‘Es tan maravilloso, ahora tienes muchas posesiones’. El viejo sabio respondió una vez más encogiendo sus hombros con las acostumbradas palabras: ‘¿Qué es bueno, qué es malo, quién sabe?’.

El viejo sabio le dijo a su hijo que comenzara a entrenar a los caballos salvajes para que pudieran serle útiles. Un día, el hijo estaba montando un caballo particularmente salvaje, se cayó y se rompió ambas piernas. Cuando los vecinos supieron, llenos de lástima, le decían: ‘Qué cosa tan horrible lo que le pasó a tu único hijo’. El viejo sabio nuevamente se encogió de hombros y dijo: ‘¿Qué es bueno, qué es malo, quién sabe?’.

Poco tiempo después llegaron unos jinetes de una villa cercana buscando a todos los hombres físicamente capaces para ir a la guerra y para ayudarles a proteger su villa de la banda de ladrones que merodeaban por ahí. Así fue como todos los hombres de la villa cercanas fueron a ayudar a la guerra excepto el hijo del viejo sabio, quien tuvo que quedarse en la casa porque sus dos piernas rotas aún no habían sanado. Todos los jóvenes que fueron a la guerra murieron pero el hijo  del viejo sabio vivió muchos años.

Desconozco el nombre del autor.

Cuento: El padre, el hijo y el asno.

En un día muy caliente, en una ciudad al sur de Italia, un padre y su hijo emprenden un viaje, con su asno, para visitar a unos parientes que viven en una ciudad lejana de su comarca.

El padre va montado sobre el asno y el hijo camina a su lado; los tres pasan delante de un grupo de personas y el padre escucha que estos dicen:

–  Miren eso, ¡Qué padre tan cruel!  Va sobre el asno y su hijito debe andar en un día tan caliente.camino amarillo en el campo verde con cielo azul

Entonces el padre baja del asno, hace subir al hijo y continúan así el camino.

Pasan frente a otro grupo de personas y el padre escucha que estos dicen:

–  Pero miren: el pobre viejo camina, en un día tan caliente, y el joven va muy cómodo sobre el asno; ¡Qué clase de educación es ésta!

El padre, entonces, piensa que lo mejor es que los dos vayan sobre el asno, y así continúan el camino.

Un poco después pasan frente a otro grupo de personas y el padre escucha:

–  ¡Observen que crueldad!: esos dos no tienen ni un poco de misericordia con ese pobre animal que debe cargar tanto peso en un día tan caliente.

Entonces el padre se baja del asno, hace bajar también a su hijo y continúan caminando junto al asno.

Pasan frente a otro grupo de personas, que dicen:

–  ¡Qué imbéciles esos dos!: en un día tan caliente caminan a pesar de que tienen un asno sobre el cual montar.

(Desconozco el nombre del autor).

La historia del martillo

herramientasUn hombre quiere colgar un cuadro. El clavo ya lo tiene, pero le falta un martillo. El vecino tiene uno. Así pues, nuestro hombre decide pedir al vecino que le preste el martillo. Pero le asalta una duda: ¿Qué? ¿Y si no quiere prestármelo? Ahora recuerdo que ayer me saludó algo distraído. Quizás tenía prisa. Pero quizás la prisa no era más que un pretexto, y el hombre abriga algo contra mí. ¿Qué puede ser? Yo no le he hecho nada; algo se habrá metido en la cabeza. Si alguien me pidiese prestada alguna herramienta, yo se la dejaría enseguida. ¿Por qué no ha de hacerlo él también? ¿Cómo puede uno negarse a hacer un favor tan sencillo a otro? Tipos como éste le amargan a uno la vida. Y luego todavía se imagina que dependo de él. Sólo porque tiene un martillo. Esto ya es el colmo. Así nuestro hombre sale precipitado a casa del vecino, toca el timbre, se abre la puerta y, antes de que el vecino tenga tiempo de decir «buenos días», nuestro hombre le grita furioso: «¡Quédese usted con su martillo, so penco!»

Cuento de Paul Watzlawick.

Cuento zen: El bambú japonés

No hay que ser agricultor para saber que una buena cosecha requiere de buena semilla, buen abono y riego constante.bambu

También es obvio que quien cultiva la tierra no se para impaciente frente a la semilla sembrada y grita con todas sus fuerzas: “¡Crece, maldita seas!”…

Hay algo muy curioso que sucede con el bambú japonés y que lo trasforma en no apto para impacientes: siembras la semilla, la abonas, y te ocupas de regarla constantemente.

Durante los primeros meses no sucede nada apreciable. En realidad no pasa nada con la semilla durante los primeros siete años, a tal punto, que un cultivador inexperto estaría convencido de haber comprado semillas infértiles.

Sin embargo, durante el séptimo año, en un período de solo seis semanas la planta de bambú crece ¡más de 30 metros!

¿Tardó sólo seis semanas en crecer?
No. La verdad es que se tomó siete años y seis semanas en desarrollarse.

Durante los primeros siete años de aparente inactividad, este bambú estaba generando un complejo sistema de raíces que le permitirían sostener el crecimiento que iba a tener después de siete años.

Sin embargo, en la vida cotidiana, muchas personas tratan de encontrar soluciones rápidas, triunfos apresurados sin entender que el éxito es simplemente resultado del crecimiento interno y que éste requiere tiempo. Quizás por la misma impaciencia, muchos de aquellos que aspiran a resultados en corto plazo, abandonan súbitamente justo cuando ya estaban a punto de conquistar la meta.