Aprendiendo a educar en el feminismo con Iria Marañón

Iria Marañón estudió Filología Hispánica y Edición profesional. Ha trabajado como correctora, lectora editorial y editora de ficción y divulgación, actualmente trabaja en una editorial multinacional de educación. 

Es autora de los libros Educar en el feminismo, Educar a un niño en el feminismo y Libérate de la carga mental, todos ellos editados por Plataforma Editorial.

Es activista feminista. 

Empecemos por el principio, Iria. ¿Qué es el feminismo?

El feminismo es un movimiento social y político con 300 años de historia que busca la liberación y emancipación de la mujer del sistema patriarcal.

¿Por qué es necesario educar en el feminismo?

El feminismo busca abolir el género. La abolición del género es la ruptura absoluta de estereotipos y roles de género impuestos en la sociedad patriarcal desde el nacimiento de las niñas y los niños, es eliminar el adoctrinamiento sexista al que somos sometidos desde el inicio de nuestra vida. Cuando nace un bebé observamos su sexo y le asignamos un género, y en base a ese género se construye todo a su alrededor. De esta forma, los varones tienen los privilegios mientras que las mujeres sufrimos la opresión. Por eso es fundamental educar desde la infancia en verdadera igualdad. Y esto solo se consigue con la abolición del género.

¿Qué valores feministas son importantes inculcar desde casa a niñas y niños?

Lo más importante es que tenemos que enseñarles que no existe nada de niñas ni de niños. No hay cerebros rosas o azules, la feminidad y la masculinidad son constructos sociales. No hay juguetes diferenciados, ni ropa, ni gustos ni, especialmente, habilidades, talentos o trabajos. Las niñas no nacen queriendo cuidar muñecas ni los niños queriendo jugar a la pelota, eso forma parte del género, y el género se construye socialmente. Por eso tenemos que dejarles verdadera libertad para que puedan ser como quieran ser. Y enseñarles, por ejemplo, que el trabajo de cuidados y el trabajo doméstico es responsabilidad de chicos y chicas. El clásico “educar sin estereotipos” es la abolición del género.

¿Qué papel deberían tener los niños y los hombres en el feminismo?

En el movimiento feminista, ninguno. El feminismo es un movimiento de mujeres liderado por nosotras. El papel de los niños y los hombres tendría que ser hacer sus espacios igualitarios y feministas, y escucharnos a las mujeres y nuestras peticiones.

En tu último libro hablas sobre cómo educar a los niños varones en el feminismo. ¿Por qué es necesario señalar la educación que le estamos dando a los niños? ¿Cuáles son los errores que cometemos con los niños que no cometemos con las niñas?

Los varones son los responsables de la perpetuación del machismo y las desigualdades. El patriarcado no es algo abstracto en el que no hay responsabilidades, los hombres son los que ejercen el machismo y ostentan los privilegios: ocupan más espacios públicos, de poder y de responsabilidad, son los que se desvinculan del trabajo de cuidados y doméstico, son los perpetradores de la violencia machista, del acoso, maltrato, violaciones y asesinatos. Todo esto no deviene de su naturaleza, la sociedad construye la masculinidad de esta forma, por eso es necesario y urgente educar de otra forma. Insisto, con la abolición del género. Muchas veces nos anticipamos a explicarles a nuestros niños que si hacen tal o cual cosa otros niños pueden burlarse porque son “cosas de niñas”. De esta forma ya les estamos dando ideas y al final se convierte en la profecía autocumplida. A veces restamos importancia a comportamientos machistas, como cuando infravaloran lo que hacen las niñas, como cuando les dicen que “tiran la pelota como una niña” o “lloran como una nena” o “esa camiseta es de niña”. Todo suma a la hora de construir el género y a la hora de construir la percepción que tienen de las niñas y mujeres. De forma inconsciente, la sociedad envía el mensaje constantemente de que las niñas son inferiores, hacen las cosas peor, son más débiles y todo lo que está relacionado con ellas es cursi y absurdo. Y los niños van cogiendo fuerza cada vez más, dándose cuenta de que la sociedad valora positivamente todo lo que ellos hacen. Todo esto es lo que tiene que cambiar: la sociedad debe dejar de transmitir ese mensaje sesgado. Por eso es imprescindible identificar qué hacemos mal, mi libro es un compendio de todo lo que construye la masculinidad, para ser conscientes y evitarlo en la medida de lo posible.

A pesar de todo, parece que la sociedad ha avanzado. ¿Por qué algunas personas piensan que no es necesario el feminismo?

La sociedad ha avanzado, por supuesto, pero el machismo continúa y muchas veces disfrazado de falso feminismo. El patriarcado tiene un poder tal, que a algunas personas las ha convencido de que prácticas completamente machistas, condenadas por el feminismo durante siglos, son feministas. La prostitución, la pornografía, los vientres de alquiler, el velo… todo lo que históricamente ha sido explotación y sometimiento de la mujer, ahora nos lo venden como libre elección y empoderamiento. A las mujeres no hace falta que nadie nos diga que nos vayamos a fregar o nos ocupemos de la crianza, eso es algo que hacemos nosotras solas sin que nadie nos lo diga y es el gran éxito del machismo, hacernos creer que somos libres y asumir como libertad lo que de siempre ha sido opresión.

Te consideras abiertamente a favor de la abolición del género. ¿Cómo podría conseguirse esto desde casa?

A través de todo lo que hemos hablado antes: entender que no hay cerebros de niñas o de niños, criar a nuestras criaturas para que sean seres humanos pensantes, empáticos y responsables. Entender y aplicar de verdad la ruptura de estereotipos, que no hay nada que sea para niñas ni nada para niños. Que no hay una sola evidencia científica que justifique las diferencias estructurales. El feminismo es un movimiento para la emancipación de la mujer del sistema patriarcal. Y para llegar a eso, es necesaria la abolición del género.

Parte de tu libro está dedicado a los adolescentes. ¿Cómo podemos educar en esta etapa con respecto al amor y el sexo?

En una sociedad que legitima la prostitución y la pornografía es muy difícil educar hacia el respeto a las mujeres, ya que mientras un chico crezca pensando que siempre puede tener acceso al cuerpo de una mujer para obtener una satisfacción sexual, su concepción de las mujeres va a ser muy limitada. Como decía Mary Pipher, los chicos deben ser socializados de tal manera que la violación les parezca tan impensable como el canibalismo. Pero con la pornografía tan a mano, esto no sucede ni de lejos. Por eso es fundamental la educación afectivo sexual, para que aprendan a querer a las mujeres, a mostrar sus afectos, y lo más importante, a escuchar a las mujeres de verdad, sus deseos y lo que quieren.

Con respecto a la violencia que se ejerce contra las mujeres, ¿dónde hay que poner la atención?

Es fundamental poner el foco hacia los responsables en lugar de cargarnos a nosotras con la responsabilidad de evitarlo. De nuevo, debemos revisar cómo está construida nuestra sociedad: mientras continúe la normalización de la prostitución o la pornografía eso va a ser imposible. No podremos enseñar a los niños que violar está mal cuando se crían legitimando la explotación de las mujeres.

¿Qué responsabilidad tienen los contenidos televisivos, los medios de comunicación, la ficción, toda la cultura que tenemos alrededor, las empresas jugueteras, de ropa, etc.?

Muchísima. Los creadores de contenidos son responsables del mensaje que transmiten. Desde que un niño nace, la sociedad entera construye su género: deben ser fuertes, valientes, dominantes, poderosos, arriesgados, competitivos… las niñas deben ser sumisas y complacientes, dedicadas a los cuidados y la casa. Todo lo que rodea a las niñas y los niños les entrena para que así sea: la ropa, los juguetes, los colores, la educación que reciben por parte de la familia y el colegio, las amistades, los medios de comunicación, la publicidad, los productos de entretenimiento como series o películas, la cultura, el cine, la literatura, los prescriptores o influencers… absolutamente todo les enseña cómo tiene que ser una niña y cómo tiene que ser un niño. Y una vez correctamente socializados, ellos serán los responsables de traer el dinero a casa, de realizarse en el trabajo, de ocupar puestos de responsabilidad, de poder, de hacer política, mientras que las mujeres se ocuparán de los cuidados y de la casa, un trabajo no remunerado que se realiza 365 días 24 horas, y serán las víctimas de la brecha salarial y de las violencias. Esto es género. Y esto es lo que se construye constantemente, nos bombardean con género. Y la premisa del feminismo es eliminarlo.

En el libro analizas que algunas personas creen que determinadas características de los hombres (agresividad, dominación, fortaleza, liderazgo) y de las mujeres (docilidad, sumisión, falta de ambición) les vienen dadas de manera biológica, nacen con ellas. ¿Cómo se puede desmontar todo esto en la sociedad?

El neurosexismo es esta idea de que hay cerebros de niñas y de niños, algo que está ampliamente demostrado que es completamente falso. Es cierto que mujeres y hombres somos diferentes físicamente, tenemos cuerpos distintos que requieren de atenciones médicas distintas y nuestra fuerza física y envergadura también es diferente. Pero las diferencias que podemos tener cerebrales son las mimas que pueden tener los cerebros de hombres entre ellos o los cerebros de mujer. Con respecto a la testosterona está demostrado que no justifica que los hombres sean más agresivos ni violentos. Esas diferencias no justifican los roles sexuales y las desigualdades e injusticias que soportamos las mujeres. Por eso es importante leer los estudios al respecto y dejar las creencias populares a un lado.

Además de todo lo que sufren las mujeres por culpa de la construcción de la masculinidad, ¿esta construcción también les perjudica a ellos?

Por supuesto. La socialización de los varones, además de producir importantes desigualdades e injusticias hacia las mujeres, también les perjudica a ellos mismos: Los hombres tienen el doble de riesgo de sufrir lesiones medulares que las mujeres, tienen tres veces más posibilidades de suicidarse que las mujeres, tienen cuatro veces más posibilidades de convertirse en personas sin hogar que las mujeres, según la DGT, también son más arriesgados al volante, sufren más accidentes y estos son más graves que los ocasionados por mujeres. Su tasa de muerte en accidente de tráfico es tres veces superior. Tienen más posibilidades de consumir drogas. En 2019, el 86 % de los ahogados durante el verano fueron hombres, en playas o espacios acuáticos no vigilados. La cifra de hombres en la cárcel representa el 92,61 %. Los hombres son responsables del 89 % de los delitos homicidas y representan el 61 % de las víctimas. El 91 % de las personas condenadas por abandono de familia fueron hombres, el 80 % de las personas que quebrantaron los deberes de custodia fueron hombres, el 85 % de las personas condenadas por amenazas fueron hombres, el 94 % de las personas condenadas por trato degradante y violencia fueron hombres. Y según el Registro Central de Delincuentes Sexuales, que registra este tipo de delitos desde 2016, el 96,4% de las personas que tienen antecedentes por este tipo de delitos son hombres.

¿Qué podemos hacer a nuestro alrededor para hacer conscientes a los niños de todas las injusticias que generan?

Cuando son muy pequeños, basta con explicarles, por ejemplo, lo injusto que es que las niñas no puedan ocupar el espacio central del patio para jugar porque los niños están ocupando todo el espacio jugando a la pelota y ellas se tienen que conformar con los laterales. También cuando vemos una película o una serie con ellos, si no hay chicas, o si son pocas, o si tienen roles femeninos muy definidos, señalarlo. O cuando estudian ciencias o hacen trabajos de Picasso o Van Gogh, lo injusto que es que no se propongan artistas femeninas, por ejemplo. A medida que van creciendo, pueden ir viendo las injusticias en el resto de las áreas del conocimiento, cómo las mujeres han sido ocultadas e invisibilizadas. Hay que señalarles sus privilegios, explicarles qué es el patriarcado y el machismo, y cómo las mujeres y las niñas están sometidas en muchos sentidos. Tenemos que mostrarles el mundo como es, y cómo en todos los ámbitos los hombres disfrutan de sus privilegios y cómo esos privilegios hacen que las mujeres estén subordinadas. Siempre adecuando el tono y la explicación.

¿Es importante la corresponsabilidad en casa para empezar?

Es fundamental el ejemplo que demos en casa. Que un niño tenga el referente de un varón como principal cuidador es prioritario para entender que el trabajo de cuidados no es exclusivo de las mujeres. Pero es importante ser conscientes de los detalles, porque a veces creemos que la crianza es conjunta pero no lo es: a veces el padre es el que recoge a la criatura del cole, lo lleva al médico, al parque y juega con él, pero quien verdaderamente organiza todo, se reduce la jornada, corta las uñas, despioja, decide lo que hay que comer o identifica cuándo hay que llevarla al médico es la madre. Los padres tienen que responsabilizarse completamente, y entonces será una verdadera crianza conjunta y un ejemplo real de igualdad.

En tu libro hablas de las habilidades emocionales y de cómo se educa este tipo de cosas, ¿es importante el fomento de la inteligencia emocional para educar en el feminismo?

Es muy importante porque la masculinidad les construye como personas emocionalmente inaccesibles e insensibles: los niños no deben llorar ni mostrar sus emociones. Para los niños y hombres el tema de las emociones, la sensibilidad y los afectos es cosa de chicas. Por eso es fundamental que aprendan empatía, solidaridad, compasión, que aprendan a identificar y gestionar sus emociones.

Muchas gracias Iria, ha sido un placer, aprendo mucho contigo. Quiero terminar como empiezas tu último libro:

Paulo Freire dice:

“La educación no cambia el mundo. Cambia a las personas que van a cambiar el mundo”.

Y yo añado:

“Y las personas que van a cambiar el mundo serán feministas”.

Aprendiendo educación sexual con Andrea Martínez

Andrea Martínez es Psicóloga y Sexóloga. Trabaja como terapeuta ofreciendo terapia psicológica, sexológica y de pareja, y como divulgadora en distintos centros y plataformas para promover la salud psicológica y sexual.
https://andreaylasexologia.wordpress.com/

¿A qué edad es adecuado empezar a hablar de sexo?

Esta duda es muy frecuente, porque muchas madres y padres temen el momento en el que va a llegar la clásica pregunta: “¿De dónde vienen los bebés?”. En realidad, sus preguntas (aunque puedan incomodarnos) pueden ser las mejores oportunidades para hacer educación sexual; y para educar es necesario no mentir. Es evidente que hay ciertos detalles que podemos omitir porque a su edad no sepan comprenderlos, pero debemos buscar adecuar nuestras explicaciones a cada edad; cualquier momento puede ser bueno. Además, debemos tener en cuenta que educar en sexualidad no es sólo hablar de reproducción. Si hacemos esto estaríamos cayendo en el error de equiparar la sexualidad con el coito, cuando en realidad es mucho más que eso. Desde que nacen, niñas y niños tienen su propia vivencia de la sexualidad y están expuestos a estímulos relacionados con ella: por ejemplo, sin darnos cuenta les educamos en determinados roles de género por medio de la ropa que les ponemos, los juguetes, las indicaciones que les damos sobre su comportamiento… y también son testigos de nuestro lenguaje y nuestras muestras afectivas. Podemos aprovechar muchas ocasiones cotidianas no sólo para explicar sino para ver qué ideas se han ido formando (“¿Qué te gusta más?”, “¿Por qué crees que se están dando un beso esos personajes?”, “¿Sabes lo que significa esa palabra?”).

¿La educación sexual es responsabilidad de la familia o de la escuela?

Todas las personas adultas que rodean a nuestras hijas e hijos están “haciendo educación sexual” de manera directa o indirecta. Evidentemente, el mayor peso de la educación recae sobre las familias y el profesorado, por lo que la colaboración es fundamental. Actualmente, muchos centros educativos cuentan con talleres y actividades en materia de educación sexual. Aunque es muy positivo no debemos delegar por completo, ya que que el papel de la familia es importante. También puede ocurrir que algunas familias no estén de acuerdo con el enfoque que se sigue en el colegio o el instituto; ante esta situación debemos preguntarnos ¿De qué les estoy privando? ¿Qué alternativas educativas voy a proporcionarles? El acceso a la educación sexual está recogido en la Declaración Universal de los Derechos Sexuales aprobada por la Asociación Mundial de Sexología, ya que se ha comprobado que los países y las regiones que no cuentan con programas de educación sexual presentan mayores tasas de embarazos no deseados y conductas de riesgo.

¿Cuál es la mejor manera mantener una conversación sobre sexo?

Primero es importante que revisemos nuestros propios pudores, inseguridades y prejuicios. Es posible que queramos educarles en aceptar su propio cuerpo y que sin embargo sintamos vergüenza de que nos vean sin ropa; puede que deseemos educar en igualdad y que en nuestra familia se nos escapen frases como “Dile a Mamá que te lo limpie” o “¡Ya verás cuando llegue tu padre!”. O también puede ser que desarrollen una identidad o comportamientos que chocan con nuestras expectativas. Es normal que tengamos nuestras dudas y contradicciones, e incluso que no sepamos cómo responder a algunas de sus preguntas. Pero en realidad las dudas nos pueden ayudar a revisarnos y aprender de la mano de nuestros peques. Aunque nos educaron en ciertas ideas sobre los genitales, las relaciones… podemos empezar a desafiarlas explicándoles cómo hay personas que tienen vulva, otras que tienen pene y otras que tienen genitales intermedios (personas intersexuales). O, por ejemplo, preguntas que en personas de nuestra generación pueden estar normalizadas, como “¿Ya te gusta alguna niña/niño?” nos pueden servir para no dar por hecho la heterosexualidad. Hay veces en las que simplemente podemos decirles que no tenemos todas las respuestas, pero podemos buscarlas junto a ellos/as recabando información.

A muchas madres y padres les preocupa lo fácil que es acceder a la pornografía… ¿qué podemos hacer con esto?

No podemos negar la realidad. Por mucho que nos esforcemos en proteger los dispositivos de casa con servicios de control parental, van a topar con el porno más tarde o más temprano (hay datos que estiman que la mayoría tienen su primer contacto con la pornografía entre los 8 y los 10 años). Por eso es positivo hablarles de ello con antelación. Si les comentamos que en algún momento puede que se encuentren imágenes de personas desnudas, teniendo relaciones sexuales… podremos fomentar que lo vean con ojo crítico. Si es algo que castigamos y prohibimos, crearemos un clima de censura y no se sentirán en confianza para poder preguntarnos (y probablemente fomentaremos el atractivo de lo prohibido). En cambio, si toleramos nuestra incomodidad y nos sentamos a hablar del tema, podremos explicarles que la mayor parte de la pornografía es una representación que no se corresponde en absoluto con la realidad; el porno que predomina en Internet presenta con frecuencia dinámicas sexistas, racistas, objetificadoras, violentas… lo más relevante no es si lo consumen o no, sino cómo lo interpretan. Debemos valorar su grado de madurez emocional para explicarles que es “una cosa que algunos mayores ven, pero que a los niños/as no suele interesarles y por eso las imágenes resultan tan impactantes” (en el caso de edades más infantiles) o, si lo ven de adolescentes, que sepan en qué consiste y lo que hay tras esas imágenes.

¿Cómo podemos reaccionar en situaciones incómodas, por ejemplo, al pillar a nuestra/o hija/o masturbándose?

En este “temido momento” tenemos que tener de nuevo en cuenta la edad, aunque siempre deberíamos tener la misma idea de fondo: que nuestras hijas e hijos, aunque sean menores de edad, son personas con derechos; por tanto, tienen derecho a su intimidad. Así, si ocurre en la adolescencia lo más adecuado suele ser simplemente pedir disculpas y dejarle su espacio. No obstante, las niñas y los niños más pequeños también se tocan. A muchas personas adultas esto les incomoda, pero no hay que olvidar que la mente infantil no ve este gesto con una perspectiva como la nuestra; es simplemente una manera de explorar su cuerpo y reconocer las maneras de tocar que les resultan agradables. De nuevo tendríamos que incidir en el tema de la intimidad: podemos explicarles (y digo explicarles, no regañarles) que es normal que les guste hacerlo, pero que es algo que se hace en privado. Y es igual de importante transmitirles que tienen derecho sobre su cuerpo de la misma manera que el resto de personas lo tienen sobre el suyo propio. Por ejemplo, puede que nuestro hijo intente verlos genitales de otro niño o agarre el pecho de una mujer de la familia; en situaciones como estas solemos caer en castigar su conducta o reírnos de lo sucedido, cuando en realidad es una oportunidad para explicar que los demás también tienen sus “zonas íntimas” y que hay que pedir permiso y respetar. A veces les mandamos mensajes contradictorios: por ejemplo, podemos criticar que les guste tocar sus genitales mientras que en otras ocasiones les presionamos para que den besos a otras personas cuando no les apetece. Enfatizar sus derechos sobre el cuerpo es importante para el desarrollo de su sexualidad.

¿Y si nos pillan a nosotros/as en un momento íntimo?

Esta es otra típica situación que resulta incómoda para ambas partes. Puede que parezca raro, pero esa incomodidad puede ser un punto de partida. En lugar de esforzarnos por hacer “como si no hubiera pasado nada”, podemos empezar por sacar ese tema diciendo frases como “Entiendo que te haya podido resultar muy violento… a mí me incomoda también”. A partir de ahí, podemos disculparnos si ha sido por un descuido nuestro y comprometernos a tener más cuidado. Si no, siempre es posible remarcar que, como pareja, también necesitamos nuestra intimidad; así, será posible pactar algunas normas en casa para que todo el mundo pueda disfrutar de su privacidad. Ante cualquiera de estas “conversaciones incómodas” podemos encontrarnos con que no quieran hablar. Antes de presionar, siempre podemos ofrecernos disponibles para cuando quieran hacerlo o buscar el apoyo de otra persona de la familia o de nuestro entorno con quien se sienta más capaz de hablar.

¿Entonces, debemos tener cuidado con nuestras muestras de cariño?

Las personas adultas de su entorno somos el ejemplo más próximo que tienen. Hacer de modelo para que desarrollen unas conductas afectivas sanas puede tener una influencia muy beneficiosa en su desarrollo. Las muestras de cariño físico como los besos o los abrazos no es algo que debamos censurar, pero saber que somos un referente puede servir para que revisemos algunos de nuestros comportamientos. Podemos darnos cuenta de que, en nuestra manera de relacionarnos, ejemplificamos ciertos roles de género o determinadas dinámicas y podemos aprovechar para replantearnos la manera en que nos relacionamos como adultos.

Y cuando son adolescentes… ¿cómo podemos asegurarnos de que se inician en las relaciones sexuales de manera sana?

Está claro que lo que más nos importa es su seguridad, pero debemos tener cuidado con los mensajes alarmistas. Nuestras preocupaciones pueden estar muy sesgadas por el género: es común que las chicas reciban constantemente advertencias y consejos para que “tengan cuidado”, como si sólo pudieran ser víctimas de agresión y no agentes de su propia sexualidad; creo que es conveniente que empecemos a cambiar los “ten cuidado” por “lo importante es que disfrutes con quien te respete” o “no hagas nada que no quieras hacer”. De la misma manera, hay una carencia importante en la educación de los chicos acerca del consentimiento; no olvidemos que ellos también están afectados por el sexismo que persiste en nuestra sociedad, y pueden crearse ideas equivocadas sobre la manera de relacionarse y vivir la sexualidad. La educación sexual de los chicos (especialmente de los chicos heterosexuales) se ha basado casi exclusivamente en que usen el preservativo para no dejar a ninguna chica embarazada. Aunque esto es importante, educarles en el respeto y el consentimiento es algo que no podemos permitirnos pasar por alto. Esto no sólo se aplica a sus relaciones con contacto sexual, sino también al uso de su imagen en mensajes y redes sociales. Los menores (las chicas en mayor medida) son vulnerables a que otras personas usen su imagen sin consentimiento. Debemos transmitirles que nunca deben hacer nada bajo presión, como quitarse la ropa ante alguien que les está grabando, ya que hay personas que pueden querer difundir sus imágenes. En caso de que sean vícitmas de delitos como el grooming y el “porno de venganza” (situaciones en las que una persona obtiene imágenes íntimas para uso personal o para su difusión), nunca debemos echarles la culpa. Sacarse fotos íntimas no es un delito; la coerción y la difusión sí lo son. Por eso es también importante remarcar que, si reciben contenido sexual que pueda ser de este tipo, deben denunciarlo y en ningún caso reenviarlo.

Las madres y padres me preguntan mucho sobre cuál es la edad más adecuada para que sus hijas e hijos pierdan la virginidad. ¿Cómo contestas a esta pregunta?

El concepto de “virginidad” es erróneo en sí mismo. Damos una importancia exagerada a la primera relación coital, cuando en realidad a lo largo de nuestra vida sexual experimentamos muchísimas “primeras veces”. Antes de tener sexo con penetración la mayoría de adolescentes ya realiza otras prácticas sexuales. Por eso es importante promover los métodos de protección y el consentimiento en todas las prácticas sexuales, ya que si no podemos caer en la falsa idea de que unas cuentan más que otras. La edad legal de consentimiento en España es 16 años, pero el grado de madurez varía mucho entre adolescentes. El hecho de que muchos/as menores se inicien a edades más tempranas en algunas prácticas sexuales es mayor motivo para hacer educación sexual desde la infancia. Así que no existe edad idónea pero sí existe la preparación psicológica adecuada.

También me transmiten la duda entre si dejarles mantener relaciones sexuales en la casa familiar o no.

En muchas casas es un tema delicado; hay familias que consideran que dar un espacio íntimo en casa es fomentar el “todo vale”, en otros hogares se considera una “falta de respeto”… La realidad es que, sea en casa o no, van a hacerlo igualmente. Es decisión de los adultos de la casa permitir que haya un espacio para su intimidad en el hogar o no, pero a quien le incomode la idea de que sus hijos/as puedan tener sexo en su habitación deben saber que si no es en su cama las tendrán en un coche, un portal o un descampado. Cada familia debe negociar sus propia normas.

El uso abusivo de los videojuegos

El juego es una actividad esencial en el ser humano. Durante la infancia es crucial para explorar, aprender, expresarnos y relacionarnos. Sin juego no hay desarrollo ni descubrimiento. Nos genera placer y nos ayuda a relacionarnos con lo que nos rodea facilitándonos el desarrollo de aspectos sociales, simbólicos y capacidades intelectuales, comunicativas, emocionales y motrices.

Como exponen Xavier Carbonell y su equipo (2009),  “cualquier juego, desde el más inocente al aparentemente más dañino, podría llegar a constituirse en objeto de adicción para ciertas personas. Sin embargo, existe un tipo de juego que los especialistas reconocen potencialmente muy adictivo: el juego de azar con recompensa económica. La patología relacionada se denomina hoy juego patológico (APA, 2000) o ludopatía (OMS, 1992)”. Esta modalidad de juego está vetada por ley para proteger a nuestros adolescentes, sin embargo, hay otros juegos online que pueden resultar nocivos a los que  tienen acceso sin restricciones, 24 horas al día, 7 días a la semana. Se trata de los juegos de rol online, llamados Massively Multiplayer Online Role-Playing Games (MMORPG).

Pero, ¿qué son los videojuegos en línea?

Puedes seguir leyendo este artículo en Dialogando, la web de Movistar para el fomento del buen uso de las nuevas tecnologías.

https://dialogando.com.uy/el-uso-abusivo-de-los-videojuegos/

¿Tu hijo/a está entrando en la adolescencia y no sabes cómo actuar?

¿Tenéis un/a adolescente en casa y andáis perdidos/as? Nuestra psicóloga, Mónica Manrique, nos cuenta cómo podemos ayudarles en el camino hacia la diferenciación que están atravesando, lo que les va bien y lo que no. ¿Qué tipo de padres/madres sois?

Adolescencia: el camino hacia la diferenciación

¿En qué consiste el proceso de diferenciación? La diferenciación es el proceso de desarrollo psicológico a través del cual los y las adolescentes van a dejar de ser criaturas dependientes para convertirse en personas adultas autónomas y responsables con identidad propia. En el camino hacia la diferenciación no solo van a cambiar nuestros hijos e hijas, también tendremos que cambiar nosotros y nosotras. Este proceso de cambio individual y familiar no es fácil y es muy probable que surjan tensiones y conflictos.

Cómo no ayudamos a nuestros hijos/as
Como bien dice Oscar Wilde: “Con las mejores intenciones se obtienen, la mayoría de las veces, los peores resultados.”…

Puedes leer el resto del artículo en Somos Malasaña pinchando este link

 

Adolescentes, amor romántico y violencia de género digital

Los cada vez más rápidos avances en las Tecnologías de la Información y la Comunicación (TIC) están cambiando la forma en que nos comunicamos y nos relacionamos.  Hemos pasado en pocos años de un mundo analógico a un mundo digital, donde nuestra realidad online y offline se entremezclan hasta concebirse como un todo.

Los ahora adolescentes no han conocido el mundo sin Internet, son nativos digitales, y las nuevas tecnologías están tan integradas en sus vidas que las redes sociales son una pieza clave en la construcción de su identidad social y de género. Y es también, a través de las redes sociales, donde los adolescentes desarrollan y mantienen sus relaciones de pareja.

El escenario cambia, lo que no cambia y se repite generación tras generación son los mitos del amor romántico

Puedes seguir leyendo en Dialogando, la web de Movistar para el fomento del buen uso de las nuevas tecnologías.

https://www.dialogando.com.es/adolescentes-amor-romantico-y-violencia-de-genero-digital/

 

¿Cómo ayudar a superar el miedo?

Fue un gran consejo que un día escuché que le daban a un niño: “siempre tienes que hacer las cosas a las que le tienes miedo.” Ralph Waldo Emerson

Como ya sabemos, lo que tendremos que hacer si queremos alimentar un miedo es evitar lo temido, pedir protección e intentar controlar las reacciones psicofísicas del miedo como el temblor de piernas, la aceleración del latido y de la respiración, la sequedad de boca, etc.

Cuando intentamos ayudar a nuestros hijos e hijas a gestionar su miedo también caemos en estos errores. Solemos pedirles que se tranquilicen y les damos argumentos racionales de por qué no es necesario sentir miedo, lo cual no hace más que empeorar las cosas, porque les resultará imposible tranquilizarse y se pondrán todavía peor aumentando la sensación de incapacidad y el miedo.

Nunca tendremos que subestimar el miedo de otra persona y mucho menos ridiculizarle por sentirlo. Todo lo contrario, tendremos que animarle a exasperar lo temido, que nos cuente todo lo terrible que puede pasar en la situación temida o ante lo temido sin intervenir y sin intentar anular los miedos.

En una segunda fase tendremos que animarle a exponerse progresivamente a lo temido mientras expresa verbalmente lo que teme que suceda y sus peores sensaciones. Mientras se explica y declara su miedo, la atención se desplaza hacia nuestra conversación y se reduce así el impacto de lo temido porque lo hará casi sin pensar. Una vez se haya enfrentado al miedo, la siguiente vez le resultará más sencillo y así sucesivamente (Bartoletti, A. y Valteroni, E., 2015).

Como dice Marisol Ampuria (2010) tendremos que suspender la ayuda para afrontar las situaciones temidas o evitadas. Habrá que renunciar también a tratar de ejercer un control excesivo sobre todas las circunstancias de la vida, con la intención ingenua de poder sentirse seguro. No se debe organizar la vida alrededor del problema ni hablar constantemente del tema o preguntar por él, ni tampoco intentar tranquilizar a la persona ante una situación nueva y desconocida para él o ella.

En los casos en los que ya esté instaurado el círculo vicioso de evitar lo temido y pedir ayuda, aumentando así más el miedo y la incapacidad de la persona, habrá que animarle a buscar la ayuda de un profesional.

Si quieres aprender a gestionar tus emociones como el miedo, la ira y la tristeza y ayudar a los tuyos a conseguirlo te animo a que te matricules en mi curso Online: “Gestionando emociones en familia desde los cimientos”. Comenzamos el 23 de abril.

Puedes hacer tu matrícula en el siguiente link del campus Infosal:

http://infosal.es/courses/gestionando-emociones/

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Curso ONLINE: “Gestionando emociones en familia desde los cimientos”

Nueva fecha para el curso: 23 de abril.

Puedes hacer ya tu matrícula desde la plataforma de Infosal.

El curso, escrito y tutorizado por mí, está pensado para madres y padres que quieran aprender a gestionar sus emociones para poder enseñar desde el ejemplo a sus hijos/as. También es un recurso muy valioso para profesionales de la educación y la salud.

Lo más importante para trabajar la Inteligencia Emocional tanto en el aula como en casa, es ser un buen modelo en el manejo de las emociones”.

La metodología ONLINE del Campus Infosal permite estudiar desde cualquier país, el alumnado marca su ritmo de aprendizaje en función de sus necesidades.

El curso incluye:

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Puedes consultar el contenido del curso y el resto de información en Infosal

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¿Qué son las emociones?

Podemos definir emoción como lo hace Rafael Bisquerra en su libro “Educación emocional y bienestar” como: “Un estado complejo del organismo caracterizado por una excitación o perturbación que predispone a una respuesta organizada. Las emociones se generan habitualmente como respuesta a un acontecimiento externo o interno.” Y como somos animales sociales: “La emoción concreta que sienta un sujeto dependerá de cómo perciba este sujeto las consecuencias que sobre su supervivencia, bienestar, necesidades, metas y planes pueda tener la conducta de los otros”. (Styker, 2004)

En cada emoción podemos diferenciar tres dimensiones básicas: cualidad, intensidad y duración. Y también tres componentes fundamentales: lo fisiológico (lo que siento a nivel corporal), lo cognitivo (lo que pienso) y lo conductual (lo que hago). Ante un acontecimiento interno o externo, el individuo hace una valoración y en consecuencia emite una respuesta fisiológica-cognitivo-conductual que le predispone a una determinada acción.

Los investigadores de las emociones hacen una diferencia entre emociones básicas o primarias y emociones secundarias. Paul Ekman entiende que las emociones básicas son: miedo, ira, tristeza, alegría, asco y sorpresa. Y estas son sus características:

  1. Son universales. Son independientes de la cultura.
  2. Son primitivas tanto en la especie (se observan en otros animales) como en el individuo (se observan en periodos tempranos del desarrollo).
  3. Conllevan expresiones faciales específicas típicas de cada una de ellas.
  4. Van asociadas a diferentes tendencias de actuación, probablemente no aprendidas, que tienen como objetivo hacer frente al suceso desencadenante de la emoción.
  5. Se diferencian entre sí en como las experimenta el cuerpo.
  6. Se basan en sistemas cerebrales especializados y preestablecidos.

Las emociones primarias son la materia prima del resto de emociones. La culpa, la vergüenza, los celos, la envidia, etc. son emociones aprendidas ligadas a la educación y la cultura, y por tanto, son emociones secundarias.

Pero ¿cuál es la función de las emociones?, ¿para qué nos sirven? Para algunos investigadores la función principal es la de motivar la conducta. Otros se centran más en su función adaptativa. También nos sirven para, a través de la comunicación no verbal, comunicarnos con los demás.

No podemos olvidar que las emociones tienen efectos sobre otros procesos mentales. Afectan a la percepción, atención, memoria, pensamiento, la creatividad, etc. Pensar y sentir son inseparables, pensamos sintiendo y sentimos pensando.

Inteligencia Emocional: Aprendiendo a #etiquetar lo que siento

Solo se puede ver con el corazón; lo esencial permanece invisible a los ojos.”

Antoine de Saint-Exupèry

Si queremos mejorar nuestra Inteligencia Emocional, lo primero y más sencillo que tendremos que hacer, es aprender a poner nombre a lo que sentimos. Para ello podemos desglosar cada emoción en tres elementos: lo que estoy sintiendo físicamente, lo que estoy pensando y lo que estoy haciendo o con ganas de hacer. Cuando me siento confuso o confusa ante mis emociones, me será útil poner atención por separado a cada uno de estos tres elementos para ser capaz de poner la etiqueta correcta a lo que estoy sintiendo.

MIEDO

No puede vivir sin el temor que es la causa de su temor.” Epicuro

Sintiendo: aumento del ritmo cardíaco y respiratorio, aumento de la sudoración, sequedad de boca, temblor, paro de la digestión (ganas de vomitar, de defecar o de orinar), tensión, etc.

Pensando: “tengo miedo a…”, “tengo miedo de…”, “me asusta…”, “no puedo enfrentarme a…”, “no soy capaz de…”, “no las tengo todas conmigo”, “no tengo valor”, “no estoy preparado/a”, etc. También es muy común intentar no pensar en lo que me da miedo y/o rumiar con argumentos lógicos con la pretensión de que el miedo disminuya.

Haciendo (o con ganas de hacer): huir, evitar, salir corriendo, gritar, quedarme paralizado, conductas que me hagan evitar sentir el miedo (beber, automedicarme,…), etc. Se siente mucha urgencia por llevarlas a cabo.

IRA

“Los privilegios de la ira son: no creer a los amigos, ser súbito en los hechos, tener encendidas las mejillas, aprovecharse presto de las manos, tener desenfrenada la lengua, decir a cada palabra una malicia, enojarse de pequeña ocasión y no admitir ninguna razón”. Plutarco

Sintiendo: aumento de la fuerza física y la energía, tensión muscular. Aumento del ritmo cardíaco y respiratorio, sensación alterada de la visión, etc.

Pensando: “me ha engañado”, “ellos tienen la culpa y quiero que se sientan culpables por ello”, “me las va a pagar”, “esto es injusto”, “alguien intenta sacarme ventaja”, “lo ha hecho con mala intención”, etc. Todo esto aderezado por todas las palabras malsonantes que podamos imaginar. Pensamiento confuso y con poca perspectiva.

Haciendo: Agredir física o verbalmente (gritar, pegar, insultar, morder, amenazar, negar o quitar algún beneficio, etc.). Agredir de manera indirecta diciéndoselo a terceras personas para que sean ellas las que adopten las medidas agresivas. Dañar algo importante del otro. Agredir de manera desplazada contra objetos u otras personas no involucradas. Las agresiones también pueden ir dirigidas hacia uno mismo. Todo esto se hace o se tiene ganas de hacer con mucha urgencia.

TRISTEZA

“Soy una marioneta rota con los ojos vueltos… hacia dentro.” Anónimo

Sintiendo: pesadez, poca fuerza física, lentitud, cansancio, ahogo, etc.

Pensando: “No estoy bien”, “¿Por qué nunca salen las cosas como yo quiero?”, “Nadie me comprende”, “He decepcionado a algunas personas”, “Soy muy débil”, “Mi vida no va como yo quisiera”, “Me he decepcionado a mí mismo”, “No puedo ponerme en marcha”, “Siento el peso del mundo sobre mis espaldas”, etc.

Haciendo (o con ganas de hacer): Llorar, nada, desaparecer.

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