Cómo crecen nuestros hijos: entre el segundo y el tercer año

El niño de 2 a 3 años se caracteriza por los importantes cambios que se evidencian a nivel de desarrollo motriz grueso y fino.

Al final de los 2 años articulará frases de seis palabras y será capaz de narrar sus experiencias de una manera más fluida y clara.

Desarrollará en este periodo nociones de cantidad y temporalidad.

nino con gorro andando en las hojas de otonoSe desarrollará aún más su capacidad de atención y memoria, con lo cual, podrá gozar de momentos más largos de juego y lectura de cuentos infantiles.

El avance en sus percepciones y nociones espaciales le permitirá interiorizar el concepto de grande, pequeño, arriba, abajo, con lo cual separará objetos de distintas dimensiones y los ubicará en el espacio.

  • VVAA. (2003):“Autonomía personal y salud”. Editorial Altamar, Barcelona.
  • J. Palacios (1990): “Desarrollo psicológico y educación”. Alianza Psicología
  • M.C. Ordoñez Legarda,A. Tinarejo Miketta: “Estimulación temprana: Inteligencia emocional y cognitiva” Tomo I de 0 a 1.

Cómo crecen nuestros hijos: entre el primer y el segundo año

El niño empieza a caminar, y por tanto, a ganar en independencia para explorar el medio. Es una etapa marcada especialmente por logros motrices y por el alcance de destrezas socioafectivas, cognitivas y de lenguaje que permitirán al niño diferenciarse aún más del resto de personas y percibirse a sí mismo como un ser autónomo.

Las adquisiciones de lenguaje contribuirán al desarrollo de la autonomía pues será capaz de posponer su llanto para tratar de expresar verbalmente lo que desea. Narrará de manera breve algún suceso importante del día y dirá frases cortas, aunqunina con perro en carroe con limitaciones de sintaxis.

Hacia los 18 meses aparecerá el pensamiento simbólico, y con él el juego simbólico, actividad lúdica necesaria para experimentar y aprender a través de la acción.

Ganará en autonomía y autosuficiencia. Si a los 12 meses intentaba comer con sus dedos, utilizaba pañales y le tenía un gran temor a los extraños, a los 24 será capaz de manejar la cuchara, acercase más a los adultos y controlar de manera voluntaria los esfínteres. Todavía no tendrá un control nocturno de su vejiga por lo que los padres deberán asistirlo durante la noche.

Sentirá una creciente atracción por los otros niños y por los juegos sociales, aunque su pensamiento egocéntrico lo limitará en su aceptación de reglas lúdicas y en considerar la perspectiva de otros. Le gustará la compañía de niños de su edad, pero su juego seguirá siendo paralelo.

  • VVAA. (2003):“Autonomía personal y salud”. Editorial Altamar, Barcelona.
  • J. Palacios (1990): “Desarrollo psicológico y educación”. Alianza Psicología
  • M.C. Ordoñez Legarda,A. Tinarejo Miketta: “Estimulación temprana: Inteligencia emocional y cognitiva” Tomo I de 0 a 1.

Cómo crecen nuestros hijos: el primer año

El primer año de vida se caracteriza por los grandes avances en todas las áreas del desarrollo. Las actividades predominantes serán las sensoriales y las motrices.

En unos pocos meses el niño pasará de un actividad refleja a un control voluntario de movimientos.

  • Aproximadamente, a los ocho meses empezará a utilizar la pinza para asir objetos, a los nueve gateará y antes de cumplir el año quizás ya esté dando sus primeros pasos y diciendo unas palabras.

Todas las destrezas, por pequeñas que parezcan, estarán vinculadas unas con otras. Esto será especialmente cierto en el primera año de vida, durante el cual,bebe con fondo marron no será posible diferenciar la maduración cognitiva de la motriz.

  • Aprenderá por imitación, se ampliará su capacidad de memoria y aparecerán las nociones de permanencia de objetos y de causa efecto.

Formar vínculos afectivos seguros, conocerse, confiar en sus propias potencialidades, tener suficiente seguridad personal para tomar la iniciativa y saber relacionarse con el mundo y creer en él, son los principales aspectos que el niño deberá empezar a cimentar desde que nace.

Los vínculos seguros serán siempre una condición necesaria para el desarrollo de una personalidad armónica y feliz.

VVAA. (2003):“Autonomía personal y salud”. Editorial Altamar, Barcelona. 
J. Palacios (1990): “Desarrollo psicológico y educación”. Alianza Psicología
M.C. Ordoñez Legarda,A. Tinarejo Miketta: “Estimulación temprana: Inteligencia emocional y cognitiva” Tomo I de 0 a 1.

Qué NO hacer con la tristeza

—Dos errores típicos a la hora de gestionar la tristeza:

  • —Dejar de hacer actividades que habitualmente nos nutren, como ver a los amigos y a los miembros de la familia que podrían ser un apoyo real para nosotros.
  • Enfrentamos al agotamiento esforzándonos más, pero lo que conseguimos es que éste se haga más intenso.

—Cuando la depresión empieza a apoderarse de nosotros reaccionamos haciendo lo posible por quitarnos de encima nuestros sentimientos, ya sea reprimiéndolos o pensando para intentar encontrar un modo de salir de ese estado de ánimo. —En este proceso, desenterramos penas del pasado (tristeza, culpa, vergüenza) y hacemchica triste tras cristal con lluviaos aflorar preocupaciones con relación al futuro (ansiedad). Mentalmente, probamos con esta o aquella solución sin sacar nada en claro y lo que conseguimos es frustración, e ira contra nosotros mismos por no ser capaces de liberarnos de esa tristeza tan incapacitante.

—Paradógicamente, los esfuerzos que realizamos habitualmente para salir de este estado de ánimo, lejos de liberarnos, nos mantiene atrapados en el dolor del que estamos intentando escapar.

—Por raro que pueda parecer, la ciencia ha demostrado que está bien dejar de intentar solucionar el problema de sentirse  mal.

M. Williams, J. Teasdale, Z. Segal, J. Kabat-Zinn (2010): “Vencer la depresión” . Ed: Paidós. Madrid.

Cómo gestionar nuestra ira y la de nuestros hijos

“Cualquiera puede enfadarse, eso es algo muy sencillo. Pero enfadarse con la persona adecuada, en el grado exacto, en el momento oportuno, con el propósito justo y del modo correcto, eso, ciertamente, no resulta tan sencillo.”

Aristóteles, Ética a Nicómaco.

La ira se genera cuando tenemos la sensación de haber sido perjudicados o tratados injustamente (engañados, manipulados, traicionados, heridos…). También sentimos ira cuando un obstáculo se interpone entre nosotros y nuestros objetivos.

Esta emoción nos avisa de que algo debe cambiar, motiva a detener aquello que nos causa malestar. Disminuye el miedo y aporta la energía necesaria para actuar. Se trata de una emoción potencialmente peligrosa porque nos impide pensar con claridad y hace que actuemos de manera hostil y agresiva.

Cómo gestionar nuestra ira.

  • No dejar acumular lo que nos molesta sin expresarlo y sin pedir cambios.
  • El afrontamiento de la ira debe ir en la dirección de ver las cosas de forma diferente. Adoptar el punto de vista del otro hará que le comprendamos mejor y nos enfademos menos.
  • Nunca responderemos con la misma moneda (la ira provoca más ira y cierra las posibilidades de comunicación). En cuanto notemos las primeras señales de que podemos perder el control lo mejor será apartarnos de quien nos está enfadando.
  • No darle vueltas y vueltas a lo que nos causa rabia porque nuestra ira crecerá.
  • Cuidado con el desahogo gratuito, el maltrato psicológico o físico, las humillaciones, los insultos… Las consecuencias son muy graves.
  • Debemos resolver los problemas cuando estemos tranquilos y esté tranquilo también el otro para evitar una escalada de violencia.
  • Piensa que si pierdes el control, después te arrepentirás y te sentirás culpable.
  • Cuida tu descanso.

Cómo manejar la ira de nuestros hijos.

  • Es fundamental ser un buen ejemplo en la expresión y manejo de las emociones.
  • Nunca ceder a los deseos del niño después de un episodio de rabieta descontrolada, porque si no, pensará que esa es la manera de conseguir lo que pide.
  • No es aconsejable satisfacer todos los deseos del niño. Debe experimentar la frustración para poder aprender a manejarla. Adquiriendo más resistencia a la frustración tendrá menos rabia.
  • No se deben pasar por alto las agresiones. Si el niño es pequeño usaremos el tiempo fuera: le retiraremos de la escena de juego después de mostrar nuestro disgusto. Si el niño es mayor tenemos que dialogar con él.
  • Darle alternativas para actuar ante las injusticias: pedir ayuda, expresar verbalmente el malestar, distraerse…

Emociones básicas: cuándo aparecen y para qué sirven

MIEDO

Ante un peligro real o imaginado.

  • Protegernos de los peligros movilizando los recursos necesarios para la respuesta de: ataque, huida o inmovilidad.

SORPRESA

Ante algo inesperado.

  • Para que pongamos toda nuestra atención en el estímulo inesperado.

AVERSIÓN

Ante personas o cosas repulsivas.

  • Expulsar o evitar sustancias nocivas.
  •  Simbólicamente ocurre lo mismo con las personas que violan las normas culturales.

IRA

Cuando algo se interpone entre nosotros y nuestros objetivos o estamos ante un hecho que nos resulta injusto.

  • Detener aquello que causa malestar.
  • Nos avisa de que algo debe cambiar.
  • Disminuye el miedo y aporta la energía necesaria para la acción.

ALEGRÍAabuela riendo

Ante un suceso favorable.

  • Emprender actividades.
  • Fortalecer lazos sociales (empatía).
  • Generar actitudes positivas.
  • Mejorar el rendimiento cognitivo, la creatividad, el aprendizaje, la memoria.
  • Ayudar a superar el miedo.

TRISTEZA

Ante la pérdida de algo que se valora como importante.

  • Para poder adaptarnos a la nueva situación.
  • Facilitar, a través de la empatía, el apoyo de los demás.

¿Cómo ejercer la autoridad con nuestros hijos?

Vivimos en una sociedad frenética llena de prisas y estrés en la que queda poco tiempo para compartir, educar y relacionarnos con nuestros hijos. Esta situación hace que día a día vayamos acumulando sentimientos de culpa como padres: ¿estaré dedicándole el tiempo suficiente a mis hijos? ¿Juego tanto como debiera con ellos? ¿Tendrán alguna carencia afectiva en el futuro por el poco tiempo de calidad que les puedo dedicar? ¿Lo estoy haciendo bien? Toda esta culpa que vamos acumulando nos hace muy vulnerables a sus chantajes emocionales y debilita nuestra autoridad como padres.

También merma nuestra autoridad el miedo a traumatizar a los niños por el mero hecho de ponerles normas y límites. Podemos pensar: “Pobrecito, cómo le voy a decir NO con lo mal que lo pasa”. Los niños necesitan normas y límites para crecer felices y sanos. No van a ser más felices por conseguir todo lo que les apetece y es necesario que aprendan a manejar la frustración, habilidad que les será muy útil a lo largo de la vida.

Pero la autoridad no siempre es bien entendida y a veces se confunde con el autoritarismo. Para ejercer nuestra autoridad como padres no es necesario convertirse en un dictador, y la disciplina no implica humillación. Se pueden imponer normas y límites con cariño y afecto.

Cuando nacen nuestros hijos todo está bajo nuestro control, el porcentaje de autoridad que ejercemos sobre ellos es del 100%. Es muy común que conforme los niños van cumpliendo años este control disminuya considerablemente hasta encontrarnos con familias que giran en torno a las apetencias de un pequeño tirano. Solemos pensar: “No quiero desperdiciar el poco tiempo que estoy con él enfadándome”, “Quiero darle todas las cosas que yo no he podido tener”, “Déjale que haga lo que quiera, es muy pequeño”… Puede resultar hasta gracioso que un niño de 3, 5 o 10 años haga lo que quiera, pero no nos hace tanta gracia que lo haga cuando tiene 15 y es entonces cuando pretendemos volver a tener un control del 100% sobre lo que hace. Entonces, ¿cómo tenemos que ejercer la autoridad sobre nuestros hijos en cada edad?

LA AUTORIDAD IMPOSITIVA (0-7 AÑOS)
Se trata de un tipo de autoridad unidireccional pero no por ello tiránica ni despótica. La autoridad impositiva deriva de la dependencia del menor y los padres deberán imponer pautas para su correcto desarrollo: dándole juguetes adecuados a su edad, ofreciéndole alimentos sanos y nutritivos, enseñándole reacciones correctas, pautando horarios y limitando las actividades peligrosas.
En esta etapa conviene que los límites sean claros, no demasiados, poco flexibles y fáciles de aplicar y entender por el niño.
Lo normal será que los niños reten a sus padres para ver hasta dónde pueden llegar.

LA AUTORIDAD EDUCATIVA (7-14 AÑOS)
El objetivo en esta etapa es que el niño aprenda los motivos por los cuales es exigida una conducta. No se prefiere la obediencia y la sumisión sin más, tendrá que ir entendiendo la razón de los límites y las normas e ir incorporando pautas de comportamiento. Seremos más flexibles, se amplían los márgenes y se tendrá en cuenta la opinión del niño. Las normas se amplían al orden, la limpieza, las tareas domésticas, la higiene…
Tendremos que utilizar premios (reconocimientos y recompensas) y castigos (reproches o pérdida de privilegios) sin dejar de reforzar porque pensemos que es su obligación.
Las conductas y sus consecuencias se clasificarán de manera simple y dicotómica en: correctas o incorrectas, válidas o inválidas, acierto o error. Sin matices.

LIBERTAD CONTROLADA (14-18)
A esta edad, los ya adolescentes han desarrollado muchas habilidades por lo que será conveniente comenzar a delegar ciertas funciones en ellos. Se deben ir permitiendo tiempos mayores y espacios diferentes de forma gradual mientras se supervisa y controla el uso que hace el menor de los privilegios concedidos.
Ahora la batuta será compartida, por lo que se recurrirá a las negociaciones, pactos y acuerdos.
Para cuando lleguemos a esta etapa los padres tendremos que haber conseguido tener autoridad moral, que los adolescentes confíen en nuestro criterio aunque no tengan por qué estar siempre de acuerdo.
Resumiendo, conforme aumenta la edad de nuestros hijos, debemos ir disminuyendo el grado de control que ejercemos sobre ellos, cediéndoles poco a poco más autonomía e independencia, sin adelantarnos y siempre en consonancia con las capacidades y necesidades del niño.