Cómo gestionar nuestra ira y la de nuestros hijos

“Cualquiera puede enfadarse, eso es algo muy sencillo. Pero enfadarse con la persona adecuada, en el grado exacto, en el momento oportuno, con el propósito justo y del modo correcto, eso, ciertamente, no resulta tan sencillo.”

Aristóteles, Ética a Nicómaco.

La ira se genera cuando tenemos la sensación de haber sido perjudicados o tratados injustamente (engañados, manipulados, traicionados, heridos…). También sentimos ira cuando un obstáculo se interpone entre nosotros y nuestros objetivos.

Esta emoción nos avisa de que algo debe cambiar, motiva a detener aquello que nos causa malestar. Disminuye el miedo y aporta la energía necesaria para actuar. Se trata de una emoción potencialmente peligrosa porque nos impide pensar con claridad y hace que actuemos de manera hostil y agresiva.

Cómo gestionar nuestra ira.

  • No dejar acumular lo que nos molesta sin expresarlo y sin pedir cambios.
  • El afrontamiento de la ira debe ir en la dirección de ver las cosas de forma diferente. Adoptar el punto de vista del otro hará que le comprendamos mejor y nos enfademos menos.
  • Nunca responderemos con la misma moneda (la ira provoca más ira y cierra las posibilidades de comunicación). En cuanto notemos las primeras señales de que podemos perder el control lo mejor será apartarnos de quien nos está enfadando.
  • No darle vueltas y vueltas a lo que nos causa rabia porque nuestra ira crecerá.
  • Cuidado con el desahogo gratuito, el maltrato psicológico o físico, las humillaciones, los insultos… Las consecuencias son muy graves.
  • Debemos resolver los problemas cuando estemos tranquilos y esté tranquilo también el otro para evitar una escalada de violencia.
  • Piensa que si pierdes el control, después te arrepentirás y te sentirás culpable.
  • Cuida tu descanso.

Cómo manejar la ira de nuestros hijos.

  • Es fundamental ser un buen ejemplo en la expresión y manejo de las emociones.
  • Nunca ceder a los deseos del niño después de un episodio de rabieta descontrolada, porque si no, pensará que esa es la manera de conseguir lo que pide.
  • No es aconsejable satisfacer todos los deseos del niño. Debe experimentar la frustración para poder aprender a manejarla. Adquiriendo más resistencia a la frustración tendrá menos rabia.
  • No se deben pasar por alto las agresiones. Si el niño es pequeño usaremos el tiempo fuera: le retiraremos de la escena de juego después de mostrar nuestro disgusto. Si el niño es mayor tenemos que dialogar con él.
  • Darle alternativas para actuar ante las injusticias: pedir ayuda, expresar verbalmente el malestar, distraerse…