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Estamos contigo: Prioridades antes de ser madre

Cuando me propusieron participar, junto con otros profesionales de la salud, en una mesa redonda para charlar sobre maternidad y anticoncepción de urgencia, no pude decir que no. La agencia de comunicación que me contactó apostaba por aportar valor social con la campaña y lo ha conseguido a través de la iniciativa #YoTambién.

Sería un fracaso social que una sola mujer dejara de tomar la píldora del día después frenada por la vergüenza, la culpa o los prejuicios y como profesional de la salud me siento responsable. Si quieres más información sobre este método anticonceptivo de urgencia puedes consultar en la web www.ellaone.es/

Todos sabemos que ser madre en nuestra sociedad no es fácil, no digo que no merezca la pena, digo que no es fácil. La sociedad espera de nosotras, y lo que es peor, nosotras esperamos de nosotras mismas cumplir por un lado, con el ideal de “profesional de éxito” y por otro, con el ideal de “buena madre” y, a parte, estar estupendas por dentro y por fuera. Esto nos lleva a un sentimiento de inadecuación, de no llegar, de no estar a la altura. Por ejemplo, estoy en el trabajo disimulando que estoy agotada porque no he dormido, y a la vez, me siento culpable por no estar cuidando de mi bebé enfermo. Comprender que el malestar que me genera no llegar a alcanzar el ideal de “buena madre” y “buena profesional” viene impuesto por la cultura en la que vivo, me ayuda a darme cuenta de que no se trata de una “tara personal” que tengo que esconder y de la que sentirme avergonzada, sino que es algo estructural que nos sucede a todas y que tenemos que cambiar entre todos.

Una buena manera de empezar el cambio es hablando alto y claro sobre todo lo que nos avergüenza y por lo que nos sentimos culpables. La vergüenza se alimenta de silencio y también de criticas y juicios. Para la investigadora Brené Brown: “El círculo vicioso es el siguiente: cuando alguien nos critica nos sentimos heridos y avergonzados, y entonces juzgamos a los otros para sentirnos un poco mejor”. Sé que es muy difícil, pero tenemos que intentar no caer en la trampa y en su lugar decir #YoTambién.

Según una investigación de la citada autora entre las 12 categorías en las que las mujeres sienten más vergüenza están 4 de los temas tratados en esta mesa redonda: la maternidad, la familia, la crianza de los hijos y el sexo.

Las mujeres pasamos más tiempo de nuestra vida evitando ser madres que deseándolo. Cada vez tenemos hijos más tarde y cada vez más mujeres deciden no ser madres. Muchas postergan la maternidad por falta de condiciones favorable para ello y cuando quieren, ya no pueden. Entre las condiciones materiales están el empleo precario, las largas jornadas laborables, el difícil acceso a la vivienda, etc.. Y entre las condiciones familiares la dificultad de encontrar una pareja dispuesta a tener hijos en condiciones de igualdad. Porque el tener hijos, según las estadísticas, sigue afectando más a la carrera profesional de la mujer y la distribución de roles dentro del hogar sigue siendo asimétrica y se vuelve más desigual cuando llegan los hijos (A. Esteve, D. Devolder y A. Domingo, 2016). Miguel Lorente refleja muy bien como está el mercado matrimonial cuando dice: “Algunas mujeres buscan hombres que todavía no existen, y muchos hombres buscan mujeres que ya no hay».

Me alegra que se hable y se debata en público, cada vez más, sobre temas como la maternidad y la anticoncepción. El secretismo y los prejuicios no nos ayudan y llenan nuestra vida de vergüenza y de culpa. Ha sido un placer para mi poder poner mi granito de arena en esta mesa redonda rodeada de grandes profesionales y divulgadores. ¡Mil gracias!

Citas para… inspirarnos, reflexionar y debatir

hombre y estrellas cita

  • ¿Cómo os hace sentir esta cita? ¿Qué os inspira?
  • ¿Estáis de acuerdo? ¿Cuál es para vosotros/as la relación entre comprender y juzgar?
  • ¿Crees que nos influye juzgar a los demás? ¿De qué manera?

Os invito a contestar a alguna de estas preguntas y plantear otras nuevas. Seguro que vuestros comentarios sirven de inspiración y ayuda a muchas personas.

Para mejorar mi autoestima puedo…

  • chica soplando estrellasRodearme de personas que me devuelvan una imagen positiva de mí misma.
  • No aceptar una crítica genérica (todo, nada, nunca, siempre) y pedir que concreten.
  • Detectar y cribar mensajes hostiles.
  • Cuidar el lenguaje con el que me hablo.
  • Hacerme responsable de mis actos.
  • Buscar algo que me apasione hacer.
  • Plantearme pequeños retos:
    • Reforzarme si los consigo.
    • Aprender de los errores si no los consigo.
  • Dedicarme tiempo.
    • Deporte.
    • Meditación, yoga, relajación…
  • Ayudar a los demás.
  • Reconcíliame con mis emociones.
  • Aceptar la tristeza como algo sano y natural (no significa que seas débil).
  • Enfréntame al miedo y transfórmalo en valor (si lo evitas aumentará y te limitará).
  • Aceptar que es imposible estar siempre a la altura. Humildad.
  • No caer en la trampa de exigirme tener alta autoestima.

 

Cómo prevenir las discusiones navideñas

Los erizos en los días de frío buscan la distancia óptima en la que acercarse los unos a los otros para poder darse calor sin pincharse con las púas. Me encanta este símil de Schopenhauer para ilustrar el difícil arte de convivir con nuestros seres queridos. No hemos elegido ni a nuestra familia de origen, ni a nuestra familia política, así que lo único que está en nuestra mano es encontrar esta distancia ideal en la que sentirnos arropados sin llegar a pincharnos.

Cuando llegan estas fechas, siempre recuerdo el divertido comentario de un buen amigo: “¿Cómo vas a pasar estas fiestas? ¿bien o en familia?”

campanas de navidadAunque tengamos la suerte te tener una familia unida y sin graves problemas, las comidas y cenas navideñas cuentan con muchos ingredientes para mermar nuestra paciencia y convertirse en el caldo de cultivo de discusiones y desencuentros:

  • Preparar una comida especial suele generar estrés en el anfitrión. Puede temer no estar a la altura, que las cosas no le salgan como quiere o en el tiempo previsto…
  • En los invitados puede surgir una cierta tensión por estar en una casa que no es la suya.
  • El reparto desigual de las tareas puede ser fuente de conflicto.
  • La comida o cena se puede convertir en una obligación, y que haya personas que vayan sin querer ir, con el malestar que esto conlleva.
  • En estas fechas suelen aflorar los sentimientos de pérdida por las personas que ya no están con nosotros. Estamos más sensibles y susceptibles.
  • Las cuestiones ambientales también influyen en que estemos más irritables. Suele hacer más calor y tenemos menos espacio del habitual.
  • Cambiamos nuestros hábitos y rutinas, y lo que puede resultar más perturbador, también las de los niños.
  • El alcohol juega un papel clave a la hora de encender la mecha de una discusión fuera de tono.

Los conflictos en los grupos de personas son naturales, muy comunes e incluso buenos, pero para evitar perder los papeles en estas fechas podemos tener en cuenta las siguientes pautas:

  • Si eres el anfitrión, ten muy claro que no existe la “Comida o cena perfecta”, hagas lo que hagas, a unos les parecerá genial, y a otros no tanto. No dudes en delegar y pedir ayuda. Jerarquiza y prioriza las tareas para no agobiarte.
  • Cada familia tiene sus normas y valores, y es fundamental ser respetuoso con ellas.
  • Si estás triste no te castigues por ello, es muy normal en estas fechas.
  • No aproveches la mesa para comentar lo que te molesta de alguno de los comensales, las críticas mejor hacerlas en privado y en condiciones más favorables.
  • Podemos aspirar a tener cierto control sobre lo que hacemos, pero pretender tenerlo sobre el comportamiento de los demás, tal vez sea demasiado pretencioso. Es inútil sentirse culpable o responsable de lo que hacen otros adultos.
  • Si vas a compartir mesa con alguien que no te gusta, haz el esfuerzo de ponerte en su lugar y prestar atención a sus aspectos positivos. Tal vez te sorprenda.
  • Duerme y cuida tu descanso. Puede parecer algo trivial, pero es clave para fortalecer nuestra paciencia.

S.O.S. Mi pareja es muy celosa

Si ver algún pequeño indicio de celos en nuestra pareja nos puede parecer incluso halagador, cuando las conductas celotípicas se acentúan, la situación se vuelve insostenible.

La pareja del sujeto celoso se ve atrapada en una situación sin salida, ya que reconocer las acusaciones le hace culpable y negarlas también, y además, mentiroso. Cuánto más “falsas” sean las acusaciones, mayores serán los esfuerzos del acusado por demostrar su inocencia y más argumentos ofrecerá al acusador para que esté convencido de su culpabilidad. Por ejemplo, si la persona bajo sospecha hace algún regalo o accede a todas las restricciones que la persona celosa le impone, esta última pensará que lo hace porque se siente culpable o tiene algo que esconder.

Hay que distinguir entre la emoción de los celos y actuar de manera celosa, ya sea mediante el control o la violencia. Todos podemos sentir celos, pero eso no hace daño a nadie más. En el momento en que los celos hacen que actuemos de manera controladora y/o violenta nos convertimos en un peligro para pareja con nubes negrasnuestra pareja.

No debemos aceptar de nuestra pareja ningún gesto de control o de violencia. La violencia suele ser más fácil de detectar, aunque no siempre, pero el control nos hace daño de manera sutil y a veces pasa inadvertido. Si mi pareja me pide que no quede con alguien, o que no me ponga determinada ropa, entonces yo, conmovido por su sufrimiento puedo acceder, pero la cosa no suele terminar ahí. Lo más probable es que su desconfianza no desaparezca y continúe pidiendo más y más.

Si nos hemos alejado de las personas que nos quieren, si dudamos de lo que percibimos, si accedemos a hacer o dejar de hacer algo por evitar una fuerte discusión, si nos sentimos culpables, si nos valoramos menos, … hay algo que no va bien y es conveniente consultar a un psicólogo.

Cómo mejorar nuestra Inteligencia Emocional

Podríamos definir la inteligencia emocional como la capacidad que cada ucamino amarillo en el campo verde con cielo azulno tiene de poner las emociones al servicio de la elección y consecución de sus objetivos.

Para aumentar la inteligencia emocional podemos seguir un camino de 6 pasos:

  • Primero, tengo que ser capaz de percibir, identificar y poner nombre a lo que siento.

Saber si se trata de tristeza, enfado, alegría, asco, miedo, amor, envidia, celos, etc. No podemos quedarnos en: me siento bien o me siento mal.

  •  En segundo lugar, tendré que saber identificar qué están sintiendo los demás.

Prestaré mucha atención a la comunicación no verbal. Cuando alguien nos diga que se siente de una determinada manera pero con su cara, su cuerpo y su tono de voz nos esté transmitiendo otra cosa nos quedaremos siempre con este último mensaje. A través de lo no verbal resulta mucho más complicado mentir.

  • En el tercer paso, en un nivel superior a los dos anteriores, tendré que ser capaz de comprender lo que estoy sintiendo.

Es fundamental conocer ante qué situaciones siento cada emoción y para qué me sirve. Por ejemplo, el miedo surge ante un peligro real o imaginario y me sirve para ponerme a salvo.

  •  El cuarto paso es: comprender las emociones de los demás.

Tenemos que ser capaces de ponernos en el lugar del otro para entender cómo se siente, no nos sirve pensar que se siente como nos sentiríamos nosotros en su misma situación.

  • El quinto paso, en el nivel más alto, una vez percibidas y comprendidas mis emociones tendré que ser capaz de gestionarlas.

Por ejemplo, solemos cometer dos errores típicos a la hora de gestionar el miedo.

El primero es evitar. Cuanto más evitamos lo que nos da miedo, más miedo nos dará.

La única manera de convencerme de que algo no es peligroso, como puede ser, subir en ascensor, es haciéndolo.

El segundo error es pedir ayuda. Cuando pedimos ayuda estamos perdiendo la ocasión de demostrarnos a nosotros mismos que podemos hacerlo solos.

El miedo o se supera en primera persona, o no se supera.

  • El sexto y último paso es saber gestionar las emociones de los demás.

La herramienta fundamental en este punto es la comunicación. Tendremos que saber cómo empatizar, cómo hacer una crítica sin ofender, cómo manejar el enfado del otro sin “entrar al trapo”… en definitiva, cómo hacernos entender e influir en los demás.

Cómo gestionar la ira y no perder los nervios

Sentimos ira cuando algo se interpone entre nosotros y nuestros objetivos, o cuando consideramos que estamos ante una injusticia.

Es importante comprender que todas las emociones son útiles y necesarias, y la ira no es una excepción. Entonces, ¿para qué nos sirve? Nos avisa de que algo debe cambiar y nos motiva a detener aquello que consideramos injusto o nos causa malestar. Para ello disminuye el miedo y nos aporta la energía necesaria para actuar.cara de hombre echando humo

La ira en sí no es un problema, pero mal gestionada puede ser peligrosa ya que nos impide pensar con claridad y hace que actuemos de manera hostil y agresiva.

 ¿Cómo podemos entonces gestionar nuestra ira?

Lo mejor es prevenir, así que antes de perder los nervios ten en cuenta que es fundamental no dejar acumular lo que nos molesta, porque si no, seremos como una olla exprés que va acumulando presión y corre el riesgo de explotar.

También es muy importante cuidar el descanso y las demás necesidades básicas. Cuando tenemos sueño o estamos hambrientos es mucho más fácil que nos saquen de nuestras casillas.

Y, por último, procura bajar tu nivel de activación en algún momento a lo largo del día: puedes practicar técnicas de relajación, yoga, meditación o disfrutar de un baño relajante.

Cuando ya nos ha desbordado la situación y nos sentimos invadidos por la ira, poco podemos hacer. Debemos evitar responder con la misma moneda, la violencia provoca más violencia y cierra las posibilidades de comunicación. En cuanto notemos las primeras señales de que podemos perder el control, lo mejor será apartarnos de quien nos está irritando antes de hacer o decir algo de lo que luego nos podamos arrepentir. Tampoco es conveniente darle vueltas y vueltas a lo que nos ha enfadado, ya que solo conseguiremos enfadarnos todavía más.

 Después de cada episodio de ira es útil hacerse las siguientes preguntas:

  • ¿Estoy ante una situación injusta? Si es así, busca cuando estés tranquilo, la manera de cambiar las cosas sin recurrir a la violencia.
  • ¿Algo o alguien me impide conseguir mis objetivos? En este caso plantéate:
    • ¿Son mis objetivos realistas?
    • ¿Son realmente lo que quiero?
    • ¿Tengo alguna manera alternativa de conseguirlos?

El afrontamiento de la ira pasa por ver las cosas de manera distinta. Adoptar el punto de vista del otro hará que le comprendamos mejor y nos enfademos menos. También nos puede ayudar, dejar de interpretar las relaciones humanas en términos de ganar perder, puesto que, en la mayoría de las situaciones o todos ganamos o perdemos todos.