Si ver algún pequeño indicio de celos en nuestra pareja nos puede parecer incluso halagador, cuando las conductas celotípicas se acentúan, la situación se vuelve insostenible.
La pareja del sujeto celoso se ve atrapada en una situación sin salida, ya que reconocer las acusaciones le hace culpable y negarlas también, y además, mentiroso. Cuánto más “falsas” sean las acusaciones, mayores serán los esfuerzos del acusado por demostrar su inocencia y más argumentos ofrecerá al acusador para que esté convencido de su culpabilidad. Por ejemplo, si la persona bajo sospecha hace algún regalo o accede a todas las restricciones que la persona celosa le impone, esta última pensará que lo hace porque se siente culpable o tiene algo que esconder.
Hay que distinguir entre la emoción de los celos y actuar de manera celosa, ya sea mediante el control o la violencia. Todos podemos sentir celos, pero eso no hace daño a nadie más. En el momento en que los celos hacen que actuemos de manera controladora y/o violenta nos convertimos en un peligro para nuestra pareja.
No debemos aceptar de nuestra pareja ningún gesto de control o de violencia. La violencia suele ser más fácil de detectar, aunque no siempre, pero el control nos hace daño de manera sutil y a veces pasa inadvertido. Si mi pareja me pide que no quede con alguien, o que no me ponga determinada ropa, entonces yo, conmovido por su sufrimiento puedo acceder, pero la cosa no suele terminar ahí. Lo más probable es que su desconfianza no desaparezca y continúe pidiendo más y más.
Si nos hemos alejado de las personas que nos quieren, si dudamos de lo que percibimos, si accedemos a hacer o dejar de hacer algo por evitar una fuerte discusión, si nos sentimos culpables, si nos valoramos menos, … hay algo que no va bien y es conveniente consultar a un psicólogo.