S.O.S. Mi pareja es muy celosa

Si ver algún pequeño indicio de celos en nuestra pareja nos puede parecer incluso halagador, cuando las conductas celotípicas se acentúan, la situación se vuelve insostenible.

La pareja del sujeto celoso se ve atrapada en una situación sin salida, ya que reconocer las acusaciones le hace culpable y negarlas también, y además, mentiroso. Cuánto más “falsas” sean las acusaciones, mayores serán los esfuerzos del acusado por demostrar su inocencia y más argumentos ofrecerá al acusador para que esté convencido de su culpabilidad. Por ejemplo, si la persona bajo sospecha hace algún regalo o accede a todas las restricciones que la persona celosa le impone, esta última pensará que lo hace porque se siente culpable o tiene algo que esconder.

Hay que distinguir entre la emoción de los celos y actuar de manera celosa, ya sea mediante el control o la violencia. Todos podemos sentir celos, pero eso no hace daño a nadie más. En el momento en que los celos hacen que actuemos de manera controladora y/o violenta nos convertimos en un peligro para pareja con nubes negrasnuestra pareja.

No debemos aceptar de nuestra pareja ningún gesto de control o de violencia. La violencia suele ser más fácil de detectar, aunque no siempre, pero el control nos hace daño de manera sutil y a veces pasa inadvertido. Si mi pareja me pide que no quede con alguien, o que no me ponga determinada ropa, entonces yo, conmovido por su sufrimiento puedo acceder, pero la cosa no suele terminar ahí. Lo más probable es que su desconfianza no desaparezca y continúe pidiendo más y más.

Si nos hemos alejado de las personas que nos quieren, si dudamos de lo que percibimos, si accedemos a hacer o dejar de hacer algo por evitar una fuerte discusión, si nos sentimos culpables, si nos valoramos menos, … hay algo que no va bien y es conveniente consultar a un psicólogo.

Cómo mejorar nuestra Inteligencia Emocional

Podríamos definir la inteligencia emocional como la capacidad que cada ucamino amarillo en el campo verde con cielo azulno tiene de poner las emociones al servicio de la elección y consecución de sus objetivos.

Para aumentar la inteligencia emocional podemos seguir un camino de 6 pasos:

  • Primero, tengo que ser capaz de percibir, identificar y poner nombre a lo que siento.

Saber si se trata de tristeza, enfado, alegría, asco, miedo, amor, envidia, celos, etc. No podemos quedarnos en: me siento bien o me siento mal.

  •  En segundo lugar, tendré que saber identificar qué están sintiendo los demás.

Prestaré mucha atención a la comunicación no verbal. Cuando alguien nos diga que se siente de una determinada manera pero con su cara, su cuerpo y su tono de voz nos esté transmitiendo otra cosa nos quedaremos siempre con este último mensaje. A través de lo no verbal resulta mucho más complicado mentir.

  • En el tercer paso, en un nivel superior a los dos anteriores, tendré que ser capaz de comprender lo que estoy sintiendo.

Es fundamental conocer ante qué situaciones siento cada emoción y para qué me sirve. Por ejemplo, el miedo surge ante un peligro real o imaginario y me sirve para ponerme a salvo.

  •  El cuarto paso es: comprender las emociones de los demás.

Tenemos que ser capaces de ponernos en el lugar del otro para entender cómo se siente, no nos sirve pensar que se siente como nos sentiríamos nosotros en su misma situación.

  • El quinto paso, en el nivel más alto, una vez percibidas y comprendidas mis emociones tendré que ser capaz de gestionarlas.

Por ejemplo, solemos cometer dos errores típicos a la hora de gestionar el miedo.

El primero es evitar. Cuanto más evitamos lo que nos da miedo, más miedo nos dará.

La única manera de convencerme de que algo no es peligroso, como puede ser, subir en ascensor, es haciéndolo.

El segundo error es pedir ayuda. Cuando pedimos ayuda estamos perdiendo la ocasión de demostrarnos a nosotros mismos que podemos hacerlo solos.

El miedo o se supera en primera persona, o no se supera.

  • El sexto y último paso es saber gestionar las emociones de los demás.

La herramienta fundamental en este punto es la comunicación. Tendremos que saber cómo empatizar, cómo hacer una crítica sin ofender, cómo manejar el enfado del otro sin “entrar al trapo”… en definitiva, cómo hacernos entender e influir en los demás.

Cómo gestionar la ira y no perder los nervios

Sentimos ira cuando algo se interpone entre nosotros y nuestros objetivos, o cuando consideramos que estamos ante una injusticia.

Es importante comprender que todas las emociones son útiles y necesarias, y la ira no es una excepción. Entonces, ¿para qué nos sirve? Nos avisa de que algo debe cambiar y nos motiva a detener aquello que consideramos injusto o nos causa malestar. Para ello disminuye el miedo y nos aporta la energía necesaria para actuar.cara de hombre echando humo

La ira en sí no es un problema, pero mal gestionada puede ser peligrosa ya que nos impide pensar con claridad y hace que actuemos de manera hostil y agresiva.

 ¿Cómo podemos entonces gestionar nuestra ira?

Lo mejor es prevenir, así que antes de perder los nervios ten en cuenta que es fundamental no dejar acumular lo que nos molesta, porque si no, seremos como una olla exprés que va acumulando presión y corre el riesgo de explotar.

También es muy importante cuidar el descanso y las demás necesidades básicas. Cuando tenemos sueño o estamos hambrientos es mucho más fácil que nos saquen de nuestras casillas.

Y, por último, procura bajar tu nivel de activación en algún momento a lo largo del día: puedes practicar técnicas de relajación, yoga, meditación o disfrutar de un baño relajante.

Cuando ya nos ha desbordado la situación y nos sentimos invadidos por la ira, poco podemos hacer. Debemos evitar responder con la misma moneda, la violencia provoca más violencia y cierra las posibilidades de comunicación. En cuanto notemos las primeras señales de que podemos perder el control, lo mejor será apartarnos de quien nos está irritando antes de hacer o decir algo de lo que luego nos podamos arrepentir. Tampoco es conveniente darle vueltas y vueltas a lo que nos ha enfadado, ya que solo conseguiremos enfadarnos todavía más.

 Después de cada episodio de ira es útil hacerse las siguientes preguntas:

  • ¿Estoy ante una situación injusta? Si es así, busca cuando estés tranquilo, la manera de cambiar las cosas sin recurrir a la violencia.
  • ¿Algo o alguien me impide conseguir mis objetivos? En este caso plantéate:
    • ¿Son mis objetivos realistas?
    • ¿Son realmente lo que quiero?
    • ¿Tengo alguna manera alternativa de conseguirlos?

El afrontamiento de la ira pasa por ver las cosas de manera distinta. Adoptar el punto de vista del otro hará que le comprendamos mejor y nos enfademos menos. También nos puede ayudar, dejar de interpretar las relaciones humanas en términos de ganar perder, puesto que, en la mayoría de las situaciones o todos ganamos o perdemos todos.

Cómo ayudar a alguien que está triste o deprimido

Sentimos tristeza ante la pérdida de algo que consideramos valioso. Puede tratarse de la muerte de un ser querido, una ruptura sentimental o un despido. Pero también, surge cuando lo que perdemos es la idea que tenemos de nosotros mismos o de los demás, ya sea por humillaciones, derrotas o decepciones.

Es muy importante comprender que todas las emociones son útiles y necesarias.

La tristeza nos motiva a la no acción. Estamos apáticos, sin ganas de nada. Pero, ¿en qué nos ayuda todo esto? Aunque resulte difícil ver la utilidad de la tristeza, esta tiene una doble función:

  • Por un lado, nos ayuda a adaptarnos a la nueva situación. Nos obliga a parar, para que podamos darnos cuenta de los recursos con los que contamos de ahora en adelante tras la pérdida.
  • Y por otro lado, facilita, a través de la empatía, el apoyo de los demás.Chica triste de espaldas b y n

 Y tú, ¿Qué haces para ayudar a una persona cuando está triste?

Supongo que llevado por el sentido común y la buena intención le intentarás animar, consolar, alegrar. Para ello puedes:

  • Enumerarle una serie de razones por las cuales no debería estar triste: tienes buena salud, hay quien está mucho peor, tienes a gente que te quiere…
  • Darle consejos del tipo, disfruta de la vida, sal a divertirte, disfruta de las pequeñas cosas, tienes que ser fuerte, hazlo por tus hijos, tus padres…
  • Y también, puedes quitarle importancia y relativizar su situación: no te preocupes, no vale la pena, no es para tanto, hay cosas mucho más importantes…

Bueno, pues si es así, NO LO HAGAS.

Todos estos mensajes pueden ser un gesto de solidaridad, amistad y amor, pero si se convierten en una orden,  en una especie de obligación, podrán llevar a la persona a retener, más que a dejar ir, a la tristeza. El mensaje que le transmitimos sería algo así: “No se debe, no puedes, no es normal, no es aceptable estar triste”.

En consecuencia intentará erradicar la tristeza consiguiendo que se intensifique e intentará forzar la alegría haciendo que resulte imposible.

Entonces ya no solo estará triste, sino que también estará triste por estar triste. Lo que en un principio era tan solo una tristeza sana y pasajera se mezcla ahora con sentimientos de fracaso, maldad e ingratitud con respecto  a aquellos que le quieren y se esfuerzan tantísimo por ayudarle.

Ya sabemos que no hacer, pero ¿cómo podemos ayudar?

  • Con la simple presencia: escuchando, abrazando, estando ahí…
  • Aceptando la tristeza de manera natural y haciéndole ver que no es un signo de debilidad.
  • Y si la tristeza se ha enquistado, lo más conveniente será hacerle ver la necesidad de acudir a un especialista.

¿Qué hacer cuando la tristeza se apodera de nosotros?

chica en tren lloviendoSentimos tristeza ante la pérdida de algo que consideramos valioso. Puede tratarse de la muerte de un ser querido, una ruptura sentimental o un despido. Pero también surge cuando lo que perdemos es la idea que tenemos sobre nosotros mismos o sobre los demás ya sea por humillaciones, derrotas o decepciones.

Todas las emociones son útiles y necesarias, pero ¿para qué nos sirve la tristeza?

La tristeza nos motiva a la no acción. Estamos apáticos, sin ganas de nada.  ¿Y en qué nos ayuda todo esto? Aunque resulte difícil ver lo útil de la tristeza esta tiene una doble función:

  • —Por un lado, nos ayuda a adaptarnos a la nueva situación. Nos obliga a parar para que podamos darnos cuenta de los recursos con los que contamos de ahora en adelante tras la pérdida.
  • Y por otro lado, facilita, a través de la empatía, el apoyo de los demás.

A la hora de gestionar nuestra tristeza es bastante común poner en marcha ciertas soluciones que en lugar de ayudarnos complican más la situación sumando a la tristeza sana y natural otros sufrimientos innecesarios.

La primera es renunciar a actividades de ocio que habitualmente nos nutren, como por ejemplo, quedar con amigos, divertirse…

  • Podemos pensar que no queremos aburrirles con nuestras penas o simplemente nos avergüenza que nos vean así.
  • O también, podemos pensar que son actividades “no esenciales” o “carentes de importancia” y no merece la pena gastar la poca energía que tenemos en ellas.

Este proceso de renuncia es como caer por un embudo de agotamiento. El embudo se crea cuando los círculos de nuestras vidas se hacen cada vez más pequeños. Cuando más estrecho se vuelve el embudo, más probable es que nos sintamos agotados y exhaustos.

Así que, lejos de ahorrar energía nos estamos  privando de las estrategias más sencillas y eficaces para invertir el declive que nos puede llevar a la depresión y cargarnos de energía.

La segunda solución que empeora las cosas es enfrentarse al agotamiento esforzándonos más, porque lo que conseguimos es agotarnos más todavía. Como cuando alguien que ha caído en arenas movedizas se hunde más debido a los esfuerzos que hace para intentar salir.

  • Podemos esforzarnos en reprimir la tristeza y lo que conseguimos es mantenerla durante más tiempo y más intensamente.
  • Podemos esforzarnos para provocar la alegría y lo que conseguimos es inhibirla.
  • Podemos esforzarnos por entender cómo hemos llegado a estar tan tristes pero lo que conseguimos es estar más tristes todavía.
  • Podemos esforzarnos para  encontrar un modo de salir de ese estado de ánimo pero lo que conseguimos es:
    • desenterrar penas del pasado que nos hacen sentir más tristeza, culpa y vergüenza,
    • proyectar preocupaciones con relación al futuro que nos generen ansiedad
    • y enfadarnos con nosotros mismos por no ser capaces de sobreponernos.

En resumen,  los esfuerzos que realizamos habitualmente para salir de este estado de ánimo, lejos de liberarnos, nos mantienen atrapados en el dolor del que estamos intentando escapar.

Por extraño que pueda parecer, la ciencia ha demostrado que está bien dejar de intentar solucionar el problema de sentirse  mal, pero llegados a este punto, es mejor ponerse en manos de un especialista que nos ayude a volver a disfrutar de la vida.

M. Williams, J. Teasdale, Z. Segal, J. Kabat-Zinn (2010): “Vencer la depresión” . Ed: Paidós. Madrid.

Para saber más sobre la autoestima

La autoestima, bajo una perspectiva psicológica guarda relación con:

  • Autoafirmación: el sujeto con una autoestima alta tiende a defender e imponer sus puntos de vista y suele tener mejor rendimiento escolar y originalidad en sus ideas y exposiciones.
  • Atribuciones causales:por lo general se realiza la atribución causal de una conducta a partir de tres factores:
    1. El locus, lugar donde situamos la causa. Las causas son internas cuando se sitúan dentro del sujeto y externas cuando están fuera del mismo.
    2. La estabilidad: en función de que la causa sea estable o inestable.
    3. La controlabilidad o nivel de control que se ejerce sobre la causa. Son causas controlables o no incontrolables.
  • Salud mental: una autoestima alta actúa como defensa psicológica ante tensiones y problemas. Se han detectado relaciones entre autoestima y depresión. En general, la baja autoestima puede llevar a sentimientos de apatía, aislamiento y pasividad, mientras que la alta autoestima se relaciona con mayor actividad, sentimientos de control sobre las circunstancias, menor ansiedad, mejor capacidad para tolerar el estrés interno o externo, menor sensibilidad a las críticas y mejor salud física (Lara, Verduzco, Acevedo y Cortés, 1993).

4 Factores que influyen en la autoestima del niño y del adolescente

Para Coopersmith (1967) existen cuatro criterios para que un individuo estructure su autoestima.

  1. La significación: el grado en que el sujeto se siente cómodo y aceptado por las personas que son importantes para él.
  2. La competencia o grado que creemos poseer para desempeñar una tarea que consideramos valiosa e importante.
  3. La virtud o valoración moral o ética que hacemos de nosotros mismos.
  4. El poder o capacidad que la persona cree tener para controlar su vida e influir en la vida de los demás.

Considerando estos cuatro criterios, los factores que influyen en la autoestima del niño y del adolescente serán:

  • La educación familiar: “Los sujetos de autoestima alta coinciden con el perfil de educación familiar de estilo democrático, es decir, nino tumbado en las hojas de otonosujetos que gozan de un gran nivel de afecto y comunicación al tiempo que padecen grandes exigencias y controles, aunque los mismos sean ejercidos por los padres mediante técnica basadas en el razonamiento y en la explicación, animando a los hijos a afrontar situaciones que exigen esfuerzo mediante la persistencia en la tarea y, desde luego, siempre dentro de la posibilidades del individuo. Por el contrario, los sujetos de autoestima baja correlacionan con estilos de crianza autoritarios, poco afectuosos y casi nula comunicación, acompañado de un alto grado de exigencia y control” (González y Bueno, 2004, p.p. 508).
  • El grupo de iguales. La consideración dentro del grupo, es un componente esencial del auto-concepto y, consiguientemente, de la autoestima. La popularidad y la preeminencia dentro de dicho grupo, condiciona la evolución del adolescente. Pero, según parece, aun cuando es importante la opinión de los amigos, no va en detrimento de la influencia que ejercen los padres, cuyo papel sigue siendo fundamental incluso en la adolescencia.
  • Los profesores: inciden de forma importante en la configuración del autoconcepto, por ser quienes les evalúan en la escuela y quienes dirigen sus capacidades y contribuyen al desarrollan sus potencialidades.
  • Características personales: determinan, en gran parte, el éxito o fracaso de una acción sobre el adolescente. Cualquier tarea tiene efectos distintos según las características personales y sobre la autoestima del sujeto. Porque no todos reaccionan de la misma forma, ni su historial personal es el mismo. Ni, desde luego, sus condicionantes psicológicos.

La inteligencia emocional también correlaciona de manera positiva con el nivel de autoestima en cualquiera de las etapas de la vida. Cuanto más capaces seamos de gestionar nuestras emociones y las de los demás mayor será nuestra autoestima. Si estás interesado en aprender a gestionar tus emociones y las de los demás seguro que te interesa este curso de inteligencia emocional que imparto online: INFORMACIÓN SOBRE EL CURSO, ¡RESERVA TU PLAZA!

Qué son las habilidades sociales

Existen tantas definiciones de habilidades sociales como autores se han acercado a su estudio. El siguiente listado de definiciones de habilidades sociales se ordena siguiendo un orden cronológico y nos da debida cuenta de qué podemos entender por habilidades sociales.

  • “La capacidad compleja de emitir conductas que son reforzadas positiva o negativamente, y de no emitir conductas que son castigadas o extinguidas por los demás” (Libet y Lewinsohn, 1973, p. 304)
  • “… capacidad de jugar el rol, es decir, de cumplir fielmente con las expectativas que los otros tienen respecto a mí como ocupante de un estatus en la situación dada” (Secord y Backman, 1976, p. 407).ramo de margaritas
  • Philips (1978), “… la medida en que una persona puede comunicarse con otros de una manera que asegure los propios derechos, requerimientos, satisfacciones u obligaciones, en un grado razonable, sin afectar a los derechos similares de las otras personas” (p. 13).
  • “Un conjunto de conductas identificables, aprendidas que emplean los reforzamientos de su ambiente” (Kelly, 1982, p. 3).
  • Blanco (1982), “… es la capacidad que el individuo posee de percibir, entender, descifrar y responder a los estímulos sociales en general, especialmente a aquellos que provienen del comportamiento de los demás” (p. 568).
  • “La capacidad compleja para emitir conductas o patrones de respuesta que maximicen la influencia interpersonal y la resistencia a la influencia social no deseada (efectividad en los objetivos) mientras que al mismo tiempo maximizan las ganancias y minimizan las perdidas en la relación con otras personas (efectividad en la relación) y mantiene la propia integridad y sentido de dominio (efectividad en el respeto a uno mismo)” (Linehan, 1984, p.153).
  • “La conducta socialmente habilidosa es ese conjunto de conductas emitidas por un individuo en un contexto interpersonal que expresa los sentimientos, actitudes, deseos, opiniones, o derechos de ese individuo de un modo adecuado a la situación, respetando esas conductas en los demás, y que generalmente resuelven los problemas inmediatos de la situación mientras minimiza la probabilidad de futuros problemas” (Caballo, 1986).
  • Según Furnham (1992) las habilidades sociales son “… las capacidades o aptitudes empleadas por un individuo cuando interactúa con otras personas en un nivel interpersonal” (p. 215).
  • García Sáiz y Gil (1995), por su parte, dicen “… comportamientos aprendidos que se manifiestan en situaciones de interacción social, orientados a la obtención de distintos objetivos, para lo cual han de adecuarse a las exigencias situacionales” (p. 50).
  • “La habilidad social es la capacidad de ejecutar aquellas conductas aprendidas que cubren nuestras necesidades de comunicación interpersonal y/o responden a las exigencias y demandas de las sociales de forma efectiva, o si se prefiere, es una clase de respuestas pertinentes para desempeñar con eficacia las siguientes funciones:
      • Conseguir reforzadores en situaciones de interacción social.
      • Mantener o mejorar la relación con otra persona en la interacción interpersonal.
      • Impedir el bloqueo del refuerzo social o mediado socialmente.
  • Mantener la autoestima y disminuir el estrés asociado a situaciones interpersonales conflictivas” (León Rubio y Medina Anzano, 1998, p.p. 15).
  • Para Monjas (1999), las habilidades sociales son: “… las conductas o destrezas sociales específicas requeridas para ejecutar competentemente una tarea de índole interpersonal. Implica un conjunto de comportamientos adquiridos y aprendidos y no un rasgo de personalidad. Son un conjunto de comportamientos interpersonales complejos que se ponen en juego en la interacción con otras personas” (p. 28).

Señalar, también, que los diversos componentes de la conducta habilidosa se encuadran de manera integrada en tres sistemas de respuesta. La combinación adecuada de estos tres componentes da como resultado una habilidad social determinada (Gil, León y Jarama, 1995).

  • Componentes conductuales: conductas concretas que implican, a su vez, elementos no verbales, paralingüísticos y verbales.
  • Componentes cognitivos: percepción, atribución o interpretación del significado de las distintas situaciones de interacción social.
  • Componentes fisiológicos: elementos afectivos y emotivos y sus correlatos psicofisiológicos: ansiedad, ritmo cardíaco, etc.

Para concluir, podemos extraer de las diferentes definiciones que las habilidades sociales son conductas manifiestas, observables, que se muestran en situaciones de interacción social. Tales capacidades pueden enseñarse y/o mejorarse a través del aprendizaje, ya sea de incidental o como consecuencia de un entrenamiento específico. Están orientadas a la obtención de determinados objetivos o refuerzos. Estos refuerzos pueden proceder del ambiente o de uno mismo (autorrefuerzo). También debemos tener en cuenta que son respuestas específicas a situaciones específicas. Para que una conducta sea socialmente eficaz, deben tenerse en cuenta las variables contextuales y las características del sujeto que las emite.

Así mismo, Michelson, Sugai, Wood, y Kazdin (1983), plantean una definición de la que podemos extraer las siguientes características de las habilidades sociales: son adquiridas, principalmente, a través del aprendizaje; incluyen comportamientos verbales y no verbales, específicos y discretos; suponen iniciativas y respuestas efectivas y apropiadas; fomentan el refuerzo social; son intrínsecamente recíprocas; están influenciadas por variables contextuales y las características del sujeto; y cualquier anomalía en ellas puede ser especificada y objetivada para poder intervenir.