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Para fomentar la autoestima y la cohesión: dinámica de grupo “El abanico”

El abanico es una de mis dinámicas de grupo preferidas. La he llevado a cabo con grupos muy diferentes (adolescentes con trastorno de conducta en centro socioeducativo, mujeres gitanas en un grupo de alfabetización, niños y niñas de 8 a 11 años, profesionales de ámbito de la educación…) y en todos ha funcionado genial. Es sorprendente el buen sabor de boca que deja una dinámica tan sencilla.

Os animo a que la pongáis en práctica con vuestra familia.

Objetivos:

  • Comprobar los efectos que tienen los halagos en nosotros mismos y en los demás.
  • Darse cuenta de que estamos centrados en los errores y en las críticachica con paraguass a nosotros mismos y a los demás.
  • Fomentar la cohesión y las emociones positivas en el grupo.

Actividades:

  1. Breve explicación.

La profesora pregunta si en el día a día nos fijamos más en los aspectos positivos o negativos de los demás y de nosotros mismos. Tras concluir con la necesidad de halagarnos más a menudo se dará paso a la siguiente actividad.

2.  El abanico

Se colocan las mesas en rectángulo de tal manera que todos/as nos veamos. Se reparte un folio a cada niño/a. Es preferible que el adulto también participe. Cada uno/a pone su nombre en la parte inferior del folio. Cuando el profesor/a cuenta hasta tres se pasa el folio al compañero/a de la derecha. Todos/as tendremos el folio de otro/a. Habrá que escribir tres aspectos positivos del dueño del folio, puede ser algo que nos guste de su aspecto físico, de su forma de ser, algo que se le dé bien hacer… Al terminar se dobla el folio tapando lo que acabamos de escribir como si fuera un abanico. El profesor/a vuelve a contar hasta tres y se vuelve a pasar el folio hacia la derecha. Se vuelve a hace lo mismo con el folio que nos llega de otro/a compañero/a y así sucesivamente hasta que nos llega nuestro folio. Lo desdoblamos y leemos lo que los demás han escrito de nosotros. Quien lo desee podrá  leerlo en alto delante del grupo.

3.  Reflexión final.

 Se pone en común como nos hemos sentido y se retoma lo explicado al comenzar la sesión.

 

Cómo prevenir las discusiones navideñas

Los erizos en los días de frío buscan la distancia óptima en la que acercarse los unos a los otros para poder darse calor sin pincharse con las púas. Me encanta este símil de Schopenhauer para ilustrar el difícil arte de convivir con nuestros seres queridos. No hemos elegido ni a nuestra familia de origen, ni a nuestra familia política, así que lo único que está en nuestra mano es encontrar esta distancia ideal en la que sentirnos arropados sin llegar a pincharnos.

Cuando llegan estas fechas, siempre recuerdo el divertido comentario de un buen amigo: “¿Cómo vas a pasar estas fiestas? ¿bien o en familia?”

campanas de navidadAunque tengamos la suerte te tener una familia unida y sin graves problemas, las comidas y cenas navideñas cuentan con muchos ingredientes para mermar nuestra paciencia y convertirse en el caldo de cultivo de discusiones y desencuentros:

  • Preparar una comida especial suele generar estrés en el anfitrión. Puede temer no estar a la altura, que las cosas no le salgan como quiere o en el tiempo previsto…
  • En los invitados puede surgir una cierta tensión por estar en una casa que no es la suya.
  • El reparto desigual de las tareas puede ser fuente de conflicto.
  • La comida o cena se puede convertir en una obligación, y que haya personas que vayan sin querer ir, con el malestar que esto conlleva.
  • En estas fechas suelen aflorar los sentimientos de pérdida por las personas que ya no están con nosotros. Estamos más sensibles y susceptibles.
  • Las cuestiones ambientales también influyen en que estemos más irritables. Suele hacer más calor y tenemos menos espacio del habitual.
  • Cambiamos nuestros hábitos y rutinas, y lo que puede resultar más perturbador, también las de los niños.
  • El alcohol juega un papel clave a la hora de encender la mecha de una discusión fuera de tono.

Los conflictos en los grupos de personas son naturales, muy comunes e incluso buenos, pero para evitar perder los papeles en estas fechas podemos tener en cuenta las siguientes pautas:

  • Si eres el anfitrión, ten muy claro que no existe la “Comida o cena perfecta”, hagas lo que hagas, a unos les parecerá genial, y a otros no tanto. No dudes en delegar y pedir ayuda. Jerarquiza y prioriza las tareas para no agobiarte.
  • Cada familia tiene sus normas y valores, y es fundamental ser respetuoso con ellas.
  • Si estás triste no te castigues por ello, es muy normal en estas fechas.
  • No aproveches la mesa para comentar lo que te molesta de alguno de los comensales, las críticas mejor hacerlas en privado y en condiciones más favorables.
  • Podemos aspirar a tener cierto control sobre lo que hacemos, pero pretender tenerlo sobre el comportamiento de los demás, tal vez sea demasiado pretencioso. Es inútil sentirse culpable o responsable de lo que hacen otros adultos.
  • Si vas a compartir mesa con alguien que no te gusta, haz el esfuerzo de ponerte en su lugar y prestar atención a sus aspectos positivos. Tal vez te sorprenda.
  • Duerme y cuida tu descanso. Puede parecer algo trivial, pero es clave para fortalecer nuestra paciencia.

Cómo son las relaciones con los demás en función de la edad

Para Celso Antunes las relaciones interpersonales van cambiando en función de la edad de la siguiente manera:

Hasta 1 año: El niño es esencialmente egocéntrico. El prójimo no existe.

1 a 2 años: La madre, y en algunos casos, el padre son los grandes amigos.

3 años: Descubre un amigo. Acepta un compañero para los juegos y los juguetes.

4 a 5 años: Le gusta tener una “pandilla” de amigos y organizar travesuras.

5 a 6 años: Comienzan a formarse los clanes, grupos cerrados de amigos, casi siempre del mismo sexo.ninos jugando en la playa

7 a 8 años: Es la etapa del “gran” amigo. La empatía crece como valor enorme y se fortalecen los sentimientos de fidelidad, traición y desprecio.

9 a 13 años: Los amigos son muy importantes, uno o dos son los mejores confidentes. Es el momento de profundizar en las estructuras de autoconocimiento, comunicación interpersonal y empatía.

13 a 16 años: Se consolidan las amistades y las rivalidades. Aumentan los sentimientos de pasión, pero también las visiones críticas e idealistas. El sexo opuesto es un reto por conquistar.

Cómo mejorar nuestra Inteligencia Emocional

Podríamos definir la inteligencia emocional como la capacidad que cada ucamino amarillo en el campo verde con cielo azulno tiene de poner las emociones al servicio de la elección y consecución de sus objetivos.

Para aumentar la inteligencia emocional podemos seguir un camino de 6 pasos:

  • Primero, tengo que ser capaz de percibir, identificar y poner nombre a lo que siento.

Saber si se trata de tristeza, enfado, alegría, asco, miedo, amor, envidia, celos, etc. No podemos quedarnos en: me siento bien o me siento mal.

  •  En segundo lugar, tendré que saber identificar qué están sintiendo los demás.

Prestaré mucha atención a la comunicación no verbal. Cuando alguien nos diga que se siente de una determinada manera pero con su cara, su cuerpo y su tono de voz nos esté transmitiendo otra cosa nos quedaremos siempre con este último mensaje. A través de lo no verbal resulta mucho más complicado mentir.

  • En el tercer paso, en un nivel superior a los dos anteriores, tendré que ser capaz de comprender lo que estoy sintiendo.

Es fundamental conocer ante qué situaciones siento cada emoción y para qué me sirve. Por ejemplo, el miedo surge ante un peligro real o imaginario y me sirve para ponerme a salvo.

  •  El cuarto paso es: comprender las emociones de los demás.

Tenemos que ser capaces de ponernos en el lugar del otro para entender cómo se siente, no nos sirve pensar que se siente como nos sentiríamos nosotros en su misma situación.

  • El quinto paso, en el nivel más alto, una vez percibidas y comprendidas mis emociones tendré que ser capaz de gestionarlas.

Por ejemplo, solemos cometer dos errores típicos a la hora de gestionar el miedo.

El primero es evitar. Cuanto más evitamos lo que nos da miedo, más miedo nos dará.

La única manera de convencerme de que algo no es peligroso, como puede ser, subir en ascensor, es haciéndolo.

El segundo error es pedir ayuda. Cuando pedimos ayuda estamos perdiendo la ocasión de demostrarnos a nosotros mismos que podemos hacerlo solos.

El miedo o se supera en primera persona, o no se supera.

  • El sexto y último paso es saber gestionar las emociones de los demás.

La herramienta fundamental en este punto es la comunicación. Tendremos que saber cómo empatizar, cómo hacer una crítica sin ofender, cómo manejar el enfado del otro sin “entrar al trapo”… en definitiva, cómo hacernos entender e influir en los demás.

Cómo gestionar la ira y no perder los nervios

Sentimos ira cuando algo se interpone entre nosotros y nuestros objetivos, o cuando consideramos que estamos ante una injusticia.

Es importante comprender que todas las emociones son útiles y necesarias, y la ira no es una excepción. Entonces, ¿para qué nos sirve? Nos avisa de que algo debe cambiar y nos motiva a detener aquello que consideramos injusto o nos causa malestar. Para ello disminuye el miedo y nos aporta la energía necesaria para actuar.cara de hombre echando humo

La ira en sí no es un problema, pero mal gestionada puede ser peligrosa ya que nos impide pensar con claridad y hace que actuemos de manera hostil y agresiva.

 ¿Cómo podemos entonces gestionar nuestra ira?

Lo mejor es prevenir, así que antes de perder los nervios ten en cuenta que es fundamental no dejar acumular lo que nos molesta, porque si no, seremos como una olla exprés que va acumulando presión y corre el riesgo de explotar.

También es muy importante cuidar el descanso y las demás necesidades básicas. Cuando tenemos sueño o estamos hambrientos es mucho más fácil que nos saquen de nuestras casillas.

Y, por último, procura bajar tu nivel de activación en algún momento a lo largo del día: puedes practicar técnicas de relajación, yoga, meditación o disfrutar de un baño relajante.

Cuando ya nos ha desbordado la situación y nos sentimos invadidos por la ira, poco podemos hacer. Debemos evitar responder con la misma moneda, la violencia provoca más violencia y cierra las posibilidades de comunicación. En cuanto notemos las primeras señales de que podemos perder el control, lo mejor será apartarnos de quien nos está irritando antes de hacer o decir algo de lo que luego nos podamos arrepentir. Tampoco es conveniente darle vueltas y vueltas a lo que nos ha enfadado, ya que solo conseguiremos enfadarnos todavía más.

 Después de cada episodio de ira es útil hacerse las siguientes preguntas:

  • ¿Estoy ante una situación injusta? Si es así, busca cuando estés tranquilo, la manera de cambiar las cosas sin recurrir a la violencia.
  • ¿Algo o alguien me impide conseguir mis objetivos? En este caso plantéate:
    • ¿Son mis objetivos realistas?
    • ¿Son realmente lo que quiero?
    • ¿Tengo alguna manera alternativa de conseguirlos?

El afrontamiento de la ira pasa por ver las cosas de manera distinta. Adoptar el punto de vista del otro hará que le comprendamos mejor y nos enfademos menos. También nos puede ayudar, dejar de interpretar las relaciones humanas en términos de ganar perder, puesto que, en la mayoría de las situaciones o todos ganamos o perdemos todos.

Cómo ayudar a alguien que está triste o deprimido

Sentimos tristeza ante la pérdida de algo que consideramos valioso. Puede tratarse de la muerte de un ser querido, una ruptura sentimental o un despido. Pero también, surge cuando lo que perdemos es la idea que tenemos de nosotros mismos o de los demás, ya sea por humillaciones, derrotas o decepciones.

Es muy importante comprender que todas las emociones son útiles y necesarias.

La tristeza nos motiva a la no acción. Estamos apáticos, sin ganas de nada. Pero, ¿en qué nos ayuda todo esto? Aunque resulte difícil ver la utilidad de la tristeza, esta tiene una doble función:

  • Por un lado, nos ayuda a adaptarnos a la nueva situación. Nos obliga a parar, para que podamos darnos cuenta de los recursos con los que contamos de ahora en adelante tras la pérdida.
  • Y por otro lado, facilita, a través de la empatía, el apoyo de los demás.Chica triste de espaldas b y n

 Y tú, ¿Qué haces para ayudar a una persona cuando está triste?

Supongo que llevado por el sentido común y la buena intención le intentarás animar, consolar, alegrar. Para ello puedes:

  • Enumerarle una serie de razones por las cuales no debería estar triste: tienes buena salud, hay quien está mucho peor, tienes a gente que te quiere…
  • Darle consejos del tipo, disfruta de la vida, sal a divertirte, disfruta de las pequeñas cosas, tienes que ser fuerte, hazlo por tus hijos, tus padres…
  • Y también, puedes quitarle importancia y relativizar su situación: no te preocupes, no vale la pena, no es para tanto, hay cosas mucho más importantes…

Bueno, pues si es así, NO LO HAGAS.

Todos estos mensajes pueden ser un gesto de solidaridad, amistad y amor, pero si se convierten en una orden,  en una especie de obligación, podrán llevar a la persona a retener, más que a dejar ir, a la tristeza. El mensaje que le transmitimos sería algo así: “No se debe, no puedes, no es normal, no es aceptable estar triste”.

En consecuencia intentará erradicar la tristeza consiguiendo que se intensifique e intentará forzar la alegría haciendo que resulte imposible.

Entonces ya no solo estará triste, sino que también estará triste por estar triste. Lo que en un principio era tan solo una tristeza sana y pasajera se mezcla ahora con sentimientos de fracaso, maldad e ingratitud con respecto  a aquellos que le quieren y se esfuerzan tantísimo por ayudarle.

Ya sabemos que no hacer, pero ¿cómo podemos ayudar?

  • Con la simple presencia: escuchando, abrazando, estando ahí…
  • Aceptando la tristeza de manera natural y haciéndole ver que no es un signo de debilidad.
  • Y si la tristeza se ha enquistado, lo más conveniente será hacerle ver la necesidad de acudir a un especialista.

¿Qué hacer cuando la tristeza se apodera de nosotros?

chica en tren lloviendoSentimos tristeza ante la pérdida de algo que consideramos valioso. Puede tratarse de la muerte de un ser querido, una ruptura sentimental o un despido. Pero también surge cuando lo que perdemos es la idea que tenemos sobre nosotros mismos o sobre los demás ya sea por humillaciones, derrotas o decepciones.

Todas las emociones son útiles y necesarias, pero ¿para qué nos sirve la tristeza?

La tristeza nos motiva a la no acción. Estamos apáticos, sin ganas de nada.  ¿Y en qué nos ayuda todo esto? Aunque resulte difícil ver lo útil de la tristeza esta tiene una doble función:

  • —Por un lado, nos ayuda a adaptarnos a la nueva situación. Nos obliga a parar para que podamos darnos cuenta de los recursos con los que contamos de ahora en adelante tras la pérdida.
  • Y por otro lado, facilita, a través de la empatía, el apoyo de los demás.

A la hora de gestionar nuestra tristeza es bastante común poner en marcha ciertas soluciones que en lugar de ayudarnos complican más la situación sumando a la tristeza sana y natural otros sufrimientos innecesarios.

La primera es renunciar a actividades de ocio que habitualmente nos nutren, como por ejemplo, quedar con amigos, divertirse…

  • Podemos pensar que no queremos aburrirles con nuestras penas o simplemente nos avergüenza que nos vean así.
  • O también, podemos pensar que son actividades “no esenciales” o “carentes de importancia” y no merece la pena gastar la poca energía que tenemos en ellas.

Este proceso de renuncia es como caer por un embudo de agotamiento. El embudo se crea cuando los círculos de nuestras vidas se hacen cada vez más pequeños. Cuando más estrecho se vuelve el embudo, más probable es que nos sintamos agotados y exhaustos.

Así que, lejos de ahorrar energía nos estamos  privando de las estrategias más sencillas y eficaces para invertir el declive que nos puede llevar a la depresión y cargarnos de energía.

La segunda solución que empeora las cosas es enfrentarse al agotamiento esforzándonos más, porque lo que conseguimos es agotarnos más todavía. Como cuando alguien que ha caído en arenas movedizas se hunde más debido a los esfuerzos que hace para intentar salir.

  • Podemos esforzarnos en reprimir la tristeza y lo que conseguimos es mantenerla durante más tiempo y más intensamente.
  • Podemos esforzarnos para provocar la alegría y lo que conseguimos es inhibirla.
  • Podemos esforzarnos por entender cómo hemos llegado a estar tan tristes pero lo que conseguimos es estar más tristes todavía.
  • Podemos esforzarnos para  encontrar un modo de salir de ese estado de ánimo pero lo que conseguimos es:
    • desenterrar penas del pasado que nos hacen sentir más tristeza, culpa y vergüenza,
    • proyectar preocupaciones con relación al futuro que nos generen ansiedad
    • y enfadarnos con nosotros mismos por no ser capaces de sobreponernos.

En resumen,  los esfuerzos que realizamos habitualmente para salir de este estado de ánimo, lejos de liberarnos, nos mantienen atrapados en el dolor del que estamos intentando escapar.

Por extraño que pueda parecer, la ciencia ha demostrado que está bien dejar de intentar solucionar el problema de sentirse  mal, pero llegados a este punto, es mejor ponerse en manos de un especialista que nos ayude a volver a disfrutar de la vida.

M. Williams, J. Teasdale, Z. Segal, J. Kabat-Zinn (2010): “Vencer la depresión” . Ed: Paidós. Madrid.