Algunas veces el círculo vicioso característico de los problemas viene definido por los esfuerzos de dos interlocutores en llegar a acuerdos oponiéndose el uno al otro.
Cada uno se esfuerza en dar argumentos para convencer al otro de que él es el que tiene la razón. Cada argumento de uno de ellos es correspondido con un razonamiento en contra por parte del otro, de manera que al final de la discusión cada uno ha sido capaz de generar nuevos argumentos que prueban que él es el que tiene la razón. El resultado es que, a la postre, están más lejos del acuerdo de lo que estaban antes de empezar el debate. En estos procesos es frecuente que el tono de la conversación vaya subiendo y las razones vayan dejando paso a las descalificaciones, luego a los insultos y, finalmente, a la violencia física. Este tipo de soluciones se describen en algunas riñas de pareja, conflictos generacionales, conflictos entre compañeros de trabajo, violencia doméstica, malos tratos… En todos estos casos cada quien trata de salirse con la suya y, aunque alguien puede sufrir mayores daños aparentes, ambos contendientes resultan claramente perjudicados por la situación interpersonal en la que están inmersos.
Es muy sutil esta reflexión. Recuerda a la célebre frase del filósofo Spinoza (que repetía mucho Wilhem Reich), de que el hombre lucha por su esclavitud como si se tratara de su misma salvación. Ciertamente, es impresionante cómo los esfuerzos de las parejas por seguir juntos si no son bien dirigidos acaban siendo luchas de poder, juegos de dominación, que terminan más bien por empeorar las cosas y separar a la pareja… Una buena pregunta sería ¿por qué entramos en esos círculos viciosos, y una vez que entendemos eso, cómo se podría salir?
Saludos.
Rogelio, muchas gracias por su comentario.
Un saludo.