Alcanzar una comunicación fluida y una relación de intimidad y confianza con los hijos depende, en buena parte, de la conducta de los padres. ¿Cómo favorecer y mejorar la comunicación con nuestros hijos? Podemos tener en cuenta los siguientes aspectos:
1.Establecer rutinas comunicativas mínimas. Es conveniente buscar espacios y oportunidades para hablar con nuestros hijos. Podríamos hacernos las siguientes preguntas: ¿Tenemos un tiempo y un espacio habitual para hablar con nuestros hijos? ¿Hay algún momento en el que soy especialmente accesible a mi hijo? Si la respuesta a estas preguntas fuera negativa, deberíamos encontrar espacios y oportunidades para ellos.
2.Hacer que los hijos se sientan escuchados. Es conveniente mostrar interés real por lo que dicen nuestros hijos, y por las cosas que les interesan o les preocupan; podemos mostrarles nuestra atención mirándoles a la cara, asintiendo con la cabeza, teniendo una postura receptiva… Debemos dejarles hablar sin interrumpir y sin darles consejos inmediatamente (escucha no reactiva). En ocasiones, podemos parafrasear para comprobar que hemos entendido bien el mensaje. Tenemos que evitar pensar en otras cosas mientras nos hablan (por ejemplo, en la lista de la compra o el trabajo) o atender dos cosas al mismo tiempo: a lo que nos está diciendo y a otra actividad que requiere nuestra atención (por ejemplo, cocinar, hojear el periódico o ver el telediario).
Recuerda que mostrar interés real por las cosas que le interesan o preocupan a nuestros hijos es un primer paso para poder hablar con ellos de las cosas que nos preocupan a los padres.
3.Demostrar a los hijos que pueden expresar sus inquietudes, sentimientos y opiniones sin ser infravalorados o ridiculizados, tanto sobre cosas “banales” (música, ropa…) como importantes (amigos, pareja, sexualidad, estudios, drogas…). Hay que evitar hacer comentarios como por ejemplo: “¿A ti te parece normal pensar así?”, “Cambias de novio cada mes y te deprimes como si fuera el amor de tu vida” o “¡Esta música es horrorosa!, ¿cómo puede gustarte esta basura?”.
En algunas ocasiones, mandamos mensajes ambivalentes que confunden a nuestros hijos: “Sé franco conmigo, pero no me digas nada que yo no quiera escuchar” o “Dímelo, no me lo digas”. Por ejemplo: Queremos que sean sinceros con nosotros, pero que no nos digan que fuman porros o que volvieron a ver a esa amiga que tan poco nos gusta. Es importante que respondamos a nuestros hijos a la siguiente pregunta: ¿Preferimos que sean sinceros con nosotros o que se abstengan de ofender nuestros sentimientos? Lo ideal es optar por la franqueza de nuestros hijos, pero deberemos contener nuestras angustias y enfados con lo que nos cuenten y pensar que gracias a que lo han dicho, podremos hablar con ellos del tema.
4.Tomar la iniciativa, sin presionar. O bien haciendo preguntas a nuestros hijos o bien hablando con ellos de nosotros mismos y de nuestras cosas -sin alargarnos mucho-. Por ejemplo: Al volver del trabajo el padre le comenta al hijo “Hoy he tenido un día muy duro, porque…. Y a ti, ¿qué tal te fue?, ¿qué has hecho hoy?”. En el caso de que no tengan ánimo de hablar, es mejor no presionar y posponer la conversación para otro momento.
Texto cedido por el IMFEF.