Ante la sospecha o certeza de un caso de consumo de drogas en nuestro entorno próximo, la mayoría reaccionamos con angustia, preocupación, desorientación y, generalmente, no tenemos unos criterios claros acerca de cómo enfrentarnos al problema. Saber cómo actuar en estos casos es fundamental, dado que los primeros pasos que demos pueden condicionar todo el proceso.
Por ello, cuando tengamos la sospecha de que alguno de los miembros de nuestra familia pudiera estar consumiendo drogas, es importante que todos los que le rodeamos adoptemos una actitud serena. La angustia provocada por la incertidumbre no conduce más que a la pérdida de control de la situación y al desgaste de las energías, necesarias para afrontar adecuadamente el problema.
En múltiples ocasiones, las suposiciones o conjeturas pueden llevarnos a actuar de forma precipitada. El deseo de obtener información de forma inmediata puede conducirnos a cometer errores, a hacer malas interpretaciones o a desarrollar actitudes persecutorias (que provocan la evitación del supuesto consumidor).
La respuesta a estas situaciones está por tanto en el diálogo y la comunicación. Ésta es la mejor forma de obtener información sobre los posibles consumos y de conseguir su reconocimiento.
- En todos los casos, habrá que actuar con calma, hablando con serenidad, evitando los enfrentamientos. Es fácil caer en reacciones de rabia que encubren mucho miedo y preocupación por nuestro hijo, pero que si bien nos ayudan a desahogarnos, no nos ayudan a comunicarnos con él.
- Recordar lo que es ser un adolescente. Se trata de una etapa caracterizada por la curiosidad, las crisis existenciales, la necesidad de transgredir normas; una etapa en la que el grupo de amigos importa mucho y desean sentirse aceptados por ellos.
- Informarnos sobre las drogas u los procesos adictivos para poder informarles de forma veraz.
- Es importante aclarar si es un consumo ocasional, de experimentación, si ya se abusa con consumos habituales, o si se trata de una dependencia.
- Intentar dialogar, creando un ambiente cálido donde se puedan explorar los motivos por los que consume.
- Si consumen para “no pensar en los problemas” y aliviar la rabia o el dolor, buscaremos alternativas y recursos que les ayuden. Las drogas sólo empeorarán los problemas.
- Plantearemos unas normas que los hijos entiendan como un cuidado para ellos. Transmitamos que crecer es pasar de un mayor control externo a un autocontrol, pero que si consumen drogas malogran este crecimiento hacia la madurez. Estableceremos, por un tiempo, unas normas en horarios, abstinencia y convivencia.
- Ayudaremos a que el adolescente se plantee objetivos a medio y largo plazo, consecuentes con el esfuerzo personal. Para que no busque gratificaciones inmediatas en las drogas, es importante explicarle que esforzarse es la manera de lograr recompensas más satisfactorias (más retardadas pero más consistentes) que las que ofrece la droga.
- Si estiman que su hijo tiene un problema, no duden en pedir ayuda en centros públicos de la red de atención de adicciones (gratuitos, confidenciales, especializados), donde les pueden orientar sobre cómo tratar el abuso/dependencia de una forma individualizada y donde se sentirán bien acogidos.
No debemos:
- Evitar el tema, ignorarlo o pensar que “ya pasará”.
- Minimizar el problema.
- Permitir que consuma en casa.
- Ser catastrofistas.
- Lanzar sermones ante los que el adolescente cierra los oídos.
- Amenazar u ordenar. Esto puede provocar reacciones contrarias en la “edad de la rebeldía”, donde necesitan sentir que la decisión la toman ellos libremente y no por coacción. Tu apoyo y cercanía le ayudará.
- Humillarle: “Drogadicto”.
- Vigilarles y espiarles. Siempre serán más listos que los padres si lo notan, y empezará una lucha entre ocultar y encontrar. Mejor hacer equipo.
(Texto cedido por el IMFEF)