“Cada uno de nosotros vive de autoengaños, lo que marca la diferencia es si éstos consiguen o no hacernos felices. El arte está en reorientar los propios autoengaños hacia la percepción de lo que nos gusta.” G. Nardone
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La historia del martillo
Un hombre quiere colgar un cuadro. El clavo ya lo tiene, pero le falta un martillo. El vecino tiene uno. Así pues, nuestro hombre decide pedir al vecino que le preste el martillo. Pero le asalta una duda: ¿Qué? ¿Y si no quiere prestármelo? Ahora recuerdo que ayer me saludó algo distraído. Quizás tenía prisa. Pero quizás la prisa no era más que un pretexto, y el hombre abriga algo contra mí. ¿Qué puede ser? Yo no le he hecho nada; algo se habrá metido en la cabeza. Si alguien me pidiese prestada alguna herramienta, yo se la dejaría enseguida. ¿Por qué no ha de hacerlo él también? ¿Cómo puede uno negarse a hacer un favor tan sencillo a otro? Tipos como éste le amargan a uno la vida. Y luego todavía se imagina que dependo de él. Sólo porque tiene un martillo. Esto ya es el colmo. Así nuestro hombre sale precipitado a casa del vecino, toca el timbre, se abre la puerta y, antes de que el vecino tenga tiempo de decir «buenos días», nuestro hombre le grita furioso: «¡Quédese usted con su martillo, so penco!»
Cuento de Paul Watzlawick.
Soluciones que sólo complican las cosas V
Cuando una o más personas – acusadores – suponen de antemano culpable a otro – acusado – y éste aporta nuevas pruebas de su culpabilidad, al tratar de demostrar su inocencia. De esta manera, reconocer las acusaciones le hace culpable y negarlas también; y además, mentiroso. Este tipo de soluciones intentadas suelen describirse en casos en los que la confianza está en entredicho, cuando la suspicacia y las sospechas invaden las relaciones interpersonales: celos, mentiras, vigilancia, control… Entre los problemas más comunes de este apartado, están los celos, las sospechas características de las adicciones, los trastornos de la conducta alimentaria y los procesos de naturaleza paranoide. Merece mención a parte la hipocondría: en este caso el paciente sospecha tener algún tipo de enfermedad fatal y el profesional contribuye a confirmar estas sospechas al negar tal posibilidad. Nótese que cuanto más “falsas” sean las acusaciones, mayores serán los esfuerzos del acusado por demostrar su inocencia y más argumentos ofrecerá a los acusadores para que estén convencidos de su culpabilidad.
Rodriguez-Arias Palomo, J.L.; Venero Celis, M. (2006) Terapia familiar breve: Guía para sistematizar el tratamiento psicoterapéutico. Madrid: Editorial CCS.
Soluciones que sólo complican las cosas IV: Pretender que alguien elija libremente lo que le impongo.
Otro proceso interpersonal que complica las cosas es cuando alguien quiere que otro elija libremente lo que él le impone. En otras palabras, uno de los interlocutores desea que el otro se someta libremente a su voluntad. Algunos de los desacuerdos conyugales provienen de este tipo de procesos: él – o ella – expresa sus deseos de manera más o menos indirecta y el otro – la otra -, si accede a estos deseos, no vale porque ha sido sugerido, forzado; y si no accede, tampoco vale porque no “comprende”, no se somete a, los deseos del primero.
“Quiero que él comprenda mi situación y salga de él…- volver antes o colaborar en casa, ser más comprensivo con mis amistades, o más considerado con mis necesidades, con mis aficiones-.”
También es habitual este proceso en los problemas relacionados con la educación de los hijos. Casi todos los padres quieren que sus hijos obedezcan, que sean responsables y colaboradores; pero algunos esperan que sus hijos deseen obedecer, responsabilizarse, colaborar… y que lo hagan de buena gana, que “salga de ellos”, que quieran hacer lo que sus padres quieren que hagan.
“No sale de él ponerse a estudiar, por eso tengo que adelantarme y obligarle a hacerlo; así nunca aprenderá a estudiar por su cuenta, a responsabilizarse de sus cosas”. Y efectivamente, nunca aprenderá porque no tiene la oportunidad de hacerlo y, menos aún, de demostrarlo.
Rodriguez-Arias Palomo, J.L.; Venero Celis, M. (2006) Terapia familiar breve: Guía para sistematizar el tratamiento psicoterapéutico. Madrid: Editorial CCS.
Soluciones que sólo complican las cosas III: Querer llegar a un acuerdo mediante oposición.
Algunas veces el círculo vicioso característico de los problemas viene definido por los esfuerzos de dos interlocutores en llegar a acuerdos oponiéndose el uno al otro.
Cada uno se esfuerza en dar argumentos para convencer al otro de que él es el que tiene la razón. Cada argumento de uno de ellos es correspondido con un razonamiento en contra por parte del otro, de manera que al final de la discusión cada uno ha sido capaz de generar nuevos argumentos que prueban que él es el que tiene la razón. El resultado es que, a la postre, están más lejos del acuerdo de lo que estaban antes de empezar el debate. En estos procesos es frecuente que el tono de la conversación vaya subiendo y las razones vayan dejando paso a las descalificaciones, luego a los insultos y, finalmente, a la violencia física. Este tipo de soluciones se describen en algunas riñas de pareja, conflictos generacionales, conflictos entre compañeros de trabajo, violencia doméstica, malos tratos… En todos estos casos cada quien trata de salirse con la suya y, aunque alguien puede sufrir mayores daños aparentes, ambos contendientes resultan claramente perjudicados por la situación interpersonal en la que están inmersos.
Rodriguez-Arias Palomo, J.L.; Venero Celis, M. (2006) Terapia familiar breve: Guía para sistematizar el tratamiento psicoterapéutico. Madrid: Editorial CCS.
Cita del día
“Existen dos posibles actuaciones terapéuticas: cambiar lo que no funciona o potenciar lo que funciona.” Weakland