Archivo de la categoría: Padres y madres felices

La historia del martillo

herramientasUn hombre quiere colgar un cuadro. El clavo ya lo tiene, pero le falta un martillo. El vecino tiene uno. Así pues, nuestro hombre decide pedir al vecino que le preste el martillo. Pero le asalta una duda: ¿Qué? ¿Y si no quiere prestármelo? Ahora recuerdo que ayer me saludó algo distraído. Quizás tenía prisa. Pero quizás la prisa no era más que un pretexto, y el hombre abriga algo contra mí. ¿Qué puede ser? Yo no le he hecho nada; algo se habrá metido en la cabeza. Si alguien me pidiese prestada alguna herramienta, yo se la dejaría enseguida. ¿Por qué no ha de hacerlo él también? ¿Cómo puede uno negarse a hacer un favor tan sencillo a otro? Tipos como éste le amargan a uno la vida. Y luego todavía se imagina que dependo de él. Sólo porque tiene un martillo. Esto ya es el colmo. Así nuestro hombre sale precipitado a casa del vecino, toca el timbre, se abre la puerta y, antes de que el vecino tenga tiempo de decir «buenos días», nuestro hombre le grita furioso: «¡Quédese usted con su martillo, so penco!»

Cuento de Paul Watzlawick.

Cuento zen: El bambú japonés

No hay que ser agricultor para saber que una buena cosecha requiere de buena semilla, buen abono y riego constante.bambu

También es obvio que quien cultiva la tierra no se para impaciente frente a la semilla sembrada y grita con todas sus fuerzas: “¡Crece, maldita seas!”…

Hay algo muy curioso que sucede con el bambú japonés y que lo trasforma en no apto para impacientes: siembras la semilla, la abonas, y te ocupas de regarla constantemente.

Durante los primeros meses no sucede nada apreciable. En realidad no pasa nada con la semilla durante los primeros siete años, a tal punto, que un cultivador inexperto estaría convencido de haber comprado semillas infértiles.

Sin embargo, durante el séptimo año, en un período de solo seis semanas la planta de bambú crece ¡más de 30 metros!

¿Tardó sólo seis semanas en crecer?
No. La verdad es que se tomó siete años y seis semanas en desarrollarse.

Durante los primeros siete años de aparente inactividad, este bambú estaba generando un complejo sistema de raíces que le permitirían sostener el crecimiento que iba a tener después de siete años.

Sin embargo, en la vida cotidiana, muchas personas tratan de encontrar soluciones rápidas, triunfos apresurados sin entender que el éxito es simplemente resultado del crecimiento interno y que éste requiere tiempo. Quizás por la misma impaciencia, muchos de aquellos que aspiran a resultados en corto plazo, abandonan súbitamente justo cuando ya estaban a punto de conquistar la meta.

Carta de un padre a su hijo

Era una mañana como cualquier otra. Yo, como siempre, me hallaba de mal humor. Te regañé porque estabas tardando demasiado en desayunar, te grité porque no parabas de jugar con los cubiertos y te reprendí porque masticabas con la boca abierta.

mano padre nino pequenaComenzaste a refunfuñar y entonces derramaste la leche sobre tu ropa. Furioso te volví a regañar y te empujé para que fueras a cambiarte de inmediato.

Camino a la escuela no hablaste. Sentado en el asiento del coche tenías la mirada perdida. Te despediste de mí tímidamente y yo sólo te advertí que no te portaras mal.

Por la tarde, cuando regresé a casa después de un día de mucho trabajo, te encontré jugando en el jardín. Llevabas puestos tus pantalones nuevos y estabas sucio y mojado. Frente a tus amiguitos te dije que debías cuidar la ropa y los zapatos; que parecía no interesarte mucho el sacrificio de tus padres para vestirte. Te hice entrar a la casa para que te cambiaras de ropa y mientras andabas te indiqué que caminaras erguido.

Más tarde continuaste haciendo ruido y corriendo por toda la casa. A la hora de cenar arrojé la servilleta sobre la mesa y me puse de pie furioso porque no parabas de jugar. Con un golpe sobre la mesa grité que no soportaba más ese escándalo y subí a mi cuarto.

Al poco rato mi ira comenzó a apagarse. Me di cuenta de que había exagerado mi postura y tuve el deseo de bajar para darte una caricia, pero no pude. ¿Cómo podía un padre, después de hacer tal escena de indignación, mostrarse sumiso y arrepentido?

Luego escuché unos golpecitos en la puerta. “Adelante”, dije, adivinando que eras tú. Abriste muy despacio y te detuviste indeciso en el umbral de la habitación. Te miré con seriedad y pregunté: “¿Te vas a dormir? ¿Vienes a despedirte?”

No contestaste. Caminaste lentamente con tus pequeños pasitos y sin que me lo esperara, aceleraste tu andar para echarte en mis brazos cariñosamente. Te abracé… y con un nudo en la garganta percibí la ligereza de tu delgado cuerpecito. Tus manitas rodearon fuertemente mi cuello y me diste un beso suavemente en la mejilla. Sentí que mi alma se quebrantaba.”Hasta mañana papá” me dijiste.

¿Qué es lo que estaba haciendo? ¿Por qué me desesperaba tan fácilmente? Me había acostumbrado a tratarte como a una persona adulta, a exigirte como si fueras igual a mí y ciertamente no eres igual.

Tú tienes unas cualidades de las que yo carezco: eres legítimo, puro, bueno y, sobre todo, sabes demostrar amor.

¿Por qué me costaba tanto trabajo? ¿Por qué tenía el hábito de estar siempre enfadado? ¿Qué es lo que me estaba aburriendo? Yo también fui niño. ¿Cuándo fue que comencé a contaminarme?

Después de un rato entré a tu habitación y encendí con cuidado una lámpara. Dormías profundamente. Tu hermoso rostro estaba ruborizado, tu boca entreabierta, tu frente húmeda, tu aspecto indefenso como el de un bebé.

Me incliné para rozar con mis labios tu mejilla, respiré tu aroma limpio y dulce. No pude contener el sollozo y cerré los ojos. Una de mis lágrimas cayó en tu piel. No te inmutaste. Me puse de rodillas y te pedí perdón en silencio. Te cubrí cuidadosamente y salí de la habitación.

Seguro que algún día sabrás que los padres no somos perfectos, pero sobre todo, ojalá te des cuenta de que, pese a todos mis errores, te amo más que a mi vida.

(Desconozco el autor).

Soluciones que sólo complican las cosas V

Cuando una o más personas – acusadores – suponen de antemano culpable a otro – acusado – y éste aporta nuevas pruebas de su culpabilidad, al tratar de demostrar su inocencia. De esta manera, reconocer las acusaciones le hace  culpable y negarlas también; y además, mentiroso. Este tipo de soluciones intentadas suelen describirse en casos en los que la confianza está en entredicho, cuando la suspicacia y las sospechas invaden las relaciones interpersonales: celos, mentiras, vigilancia, control… Entre los problemas más comunes de este apartado, están los celos, las sospechas características de las adicciones, los trastornos de la conducta alimentaria y los procesos de naturaleza paranoide. Merece mención a parte la hipocondría: en este caso el paciente sospecha tener algún tipo de enfermedad fatal y el profesional contribuye a confirmar estas sospechas al negar tal posibilidad. Nótese que cuanto más “falsas” sean las acusaciones, mayores serán los esfuerzos del acusado por demostrar su inocencia y más argumentos ofrecerá a los acusadores para que estén convencidos de su culpabilidad.

Rodriguez-Arias Palomo, J.L.; Venero Celis, M. (2006) Terapia familiar breve: Guía para sistematizar el tratamiento psicoterapéutico.  Madrid: Editorial CCS.

Soluciones que sólo complican las cosas IV: Pretender que alguien elija libremente lo que le impongo.

Otro proceso interpersonal que complica las cosas es cuando alguien quiere que otro elija libremente lo que él le impone. En otras palabras, uno de los interlocutores desea que el otro se someta libremente a su voluntad. Algunos de los desacuerdos conyugales provienen de este tipo de procesos: él – o ella – expresa sus deseos de manera más o menos indirecta y el otro – la otra -, si accede a estos deseos, no vale porque ha sido sugerido, forzado; y si no accede, tampoco vale porque no “comprende”, no se somete a, los deseos del primero.

“Quiero que él comprenda mi situación y salga de él…- volver antes o colaborar en casa, ser más comprensivo con mis amistades, o más considerado con mis necesidades, con mis aficiones-.”

También es habitual este proceso en los problemas relacionados con la educación de los hijos. Casi todos los padres quieren que sus hijos obedezcan, que sean responsables y colaboradores; pero algunos esperan que sus hijos deseen obedecer, responsabilizarse, colaborar… y que lo hagan de buena gana, que “salga de ellos”, que quieran hacer lo que sus padres quieren que hagan.

“No sale de él ponerse a estudiar, por eso tengo que adelantarme y obligarle a hacerlo; así nunca aprenderá a estudiar por su cuenta, a responsabilizarse de sus cosas”. Y efectivamente, nunca aprenderá porque no tiene la oportunidad de hacerlo y, menos aún, de demostrarlo.

Rodriguez-Arias Palomo, J.L.; Venero Celis, M. (2006) Terapia familiar breve: Guía para sistematizar el tratamiento psicoterapéutico.  Madrid: Editorial CCS.

Soluciones que sólo complican las cosas II: Realizar un esfuerzo por dominar algo temido dejándolo para cuando se esté más preparado para enfrentarlo o para cuando el problema haya perdido fuerza.

Se incluye cuando los problemas se abordan a través de la huida, haciendo como si no pasara nada, o mediante mecanismos de evitación, dando rodeos, eludiendo la responsabilidad… Cuanto más se evita o pospone un problema, más se acrecienta y más difícil y terrorífico resulta enfrentarlo. Aquí el tiempo juega claramente en el equipo contrario. La mayor parte de lo que en psicopatología se conoce como fobias, bloqueo, miedo escénico, miedo a hablar en público, encaja en este denominador común de las soluciones intentadas.

En algunos de estos casos el temor proviene de que los demás puedan llegar a darse cuenta de alguna característica personal que el paciente desea guardar celosamente o algún estado anímico que pretende ocultar. Con este fin se evita y pospone lo temido o el esfuerzo para que no se note lo que se desea mantener oculto es tal, que  interfiere gravemente con la actividad que se quiere desarrollar. Por ejemplo, un orador novato que, con el fin de no mostrar su inexperiencia, se pone tan nervioso y actúa tan torpemente que resalta justo lo que más desea ocultar: su inexperiencia.

Rodriguez-Arias Palomo, J.L.; Venero Celis, M. (2006) Terapia familiar breve: Guía para sistematizar el tratamiento psicoterapéutico.  Madrid: Editorial CCS.

Soluciones que sólo complican las cosas I: Intentar provocar adrede algo que sólo puede ocurrir de manera espontánea.

Pertenecen a este grupo la mayoría de los comportamientos dirigidos desde el sistema nervioso autónomo.

  • la conducta sexual: erección, eyaculación, excitación, orgasmo;
  • el sueño, el funcionamiento intestinal, los temblores, tics, espasmos musculares, el apetito, las respuestas vegetativas…-.
  • los sentimientos- las personas suelen acomodar sus sentimientos espontáneamente a la situación que viven; si los fuerzan los inhiben; si los eluden los provocan-,
  • y los deseos- las personas no pueden obligarse a tener ganas de…; cuanto más lo hacen menos lo consiguen-.

Los pensamientos tienen un estatus un tanto especial: se puede pensar en lo que se quiere y concentrarse en lo que se desea la mayor parte de las veces; pero no es posible obligarse a no pensar en una determinada idea u objeto. Rechazar un pensamiento implica necesariamente tenerlo presente.

La mayoría de las personas experimentan ocasionalmente alguna  de las perturbaciones descritas, que suelen corregirse  espontáneamente en un breve lapso de tiempo. Sin embargo, algunas veces se califican y definen como problema y se toman voluntariamente determinadas medidas para subsanarlas y evitar su reaparición. Estas medidas suelen suponer un esfuerzo  deliberado que, lejos de resolver, acrecienta o cronifica la dificultad convirtiéndola en un auténtico problema que sólo se resuelve cuando se abandonan estos intentos estériles de solución.

A menudo el deprimido se esfuerza en levantar su ánimo y, aunque no lo consigue, suele tener a alguien a su lado que lo anima e incita diciéndole que debería poner algo de su parte, que tiene de todo cuanto pueda desear y que no hay motivo para sentirse así… pero, ¿hay algo más deprimente que estar deprimido sin motivo y cuando se tiene de todo?

Rodriguez-Arias Palomo, J.L.; Venero Celis, M. (2006) Terapia familiar breve: Guía para sistematizar el tratamiento psicoterapéutico.  Madrid: Editorial CCS.