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¿Cómo ejercer la autoridad con nuestros hijos?

Vivimos en una sociedad frenética llena de prisas y estrés en la que queda poco tiempo para compartir, educar y relacionarnos con nuestros hijos. Esta situación hace que día a día vayamos acumulando sentimientos de culpa como padres: ¿estaré dedicándole el tiempo suficiente a mis hijos? ¿Juego tanto como debiera con ellos? ¿Tendrán alguna carencia afectiva en el futuro por el poco tiempo de calidad que les puedo dedicar? ¿Lo estoy haciendo bien? Toda esta culpa que vamos acumulando nos hace muy vulnerables a sus chantajes emocionales y debilita nuestra autoridad como padres.

También merma nuestra autoridad el miedo a traumatizar a los niños por el mero hecho de ponerles normas y límites. Podemos pensar: “Pobrecito, cómo le voy a decir NO con lo mal que lo pasa”. Los niños necesitan normas y límites para crecer felices y sanos. No van a ser más felices por conseguir todo lo que les apetece y es necesario que aprendan a manejar la frustración, habilidad que les será muy útil a lo largo de la vida.

Pero la autoridad no siempre es bien entendida y a veces se confunde con el autoritarismo. Para ejercer nuestra autoridad como padres no es necesario convertirse en un dictador, y la disciplina no implica humillación. Se pueden imponer normas y límites con cariño y afecto.

Cuando nacen nuestros hijos todo está bajo nuestro control, el porcentaje de autoridad que ejercemos sobre ellos es del 100%. Es muy común que conforme los niños van cumpliendo años este control disminuya considerablemente hasta encontrarnos con familias que giran en torno a las apetencias de un pequeño tirano. Solemos pensar: “No quiero desperdiciar el poco tiempo que estoy con él enfadándome”, “Quiero darle todas las cosas que yo no he podido tener”, “Déjale que haga lo que quiera, es muy pequeño”… Puede resultar hasta gracioso que un niño de 3, 5 o 10 años haga lo que quiera, pero no nos hace tanta gracia que lo haga cuando tiene 15 y es entonces cuando pretendemos volver a tener un control del 100% sobre lo que hace. Entonces, ¿cómo tenemos que ejercer la autoridad sobre nuestros hijos en cada edad?

LA AUTORIDAD IMPOSITIVA (0-7 AÑOS)
Se trata de un tipo de autoridad unidireccional pero no por ello tiránica ni despótica. La autoridad impositiva deriva de la dependencia del menor y los padres deberán imponer pautas para su correcto desarrollo: dándole juguetes adecuados a su edad, ofreciéndole alimentos sanos y nutritivos, enseñándole reacciones correctas, pautando horarios y limitando las actividades peligrosas.
En esta etapa conviene que los límites sean claros, no demasiados, poco flexibles y fáciles de aplicar y entender por el niño.
Lo normal será que los niños reten a sus padres para ver hasta dónde pueden llegar.

LA AUTORIDAD EDUCATIVA (7-14 AÑOS)
El objetivo en esta etapa es que el niño aprenda los motivos por los cuales es exigida una conducta. No se prefiere la obediencia y la sumisión sin más, tendrá que ir entendiendo la razón de los límites y las normas e ir incorporando pautas de comportamiento. Seremos más flexibles, se amplían los márgenes y se tendrá en cuenta la opinión del niño. Las normas se amplían al orden, la limpieza, las tareas domésticas, la higiene…
Tendremos que utilizar premios (reconocimientos y recompensas) y castigos (reproches o pérdida de privilegios) sin dejar de reforzar porque pensemos que es su obligación.
Las conductas y sus consecuencias se clasificarán de manera simple y dicotómica en: correctas o incorrectas, válidas o inválidas, acierto o error. Sin matices.

LIBERTAD CONTROLADA (14-18)
A esta edad, los ya adolescentes han desarrollado muchas habilidades por lo que será conveniente comenzar a delegar ciertas funciones en ellos. Se deben ir permitiendo tiempos mayores y espacios diferentes de forma gradual mientras se supervisa y controla el uso que hace el menor de los privilegios concedidos.
Ahora la batuta será compartida, por lo que se recurrirá a las negociaciones, pactos y acuerdos.
Para cuando lleguemos a esta etapa los padres tendremos que haber conseguido tener autoridad moral, que los adolescentes confíen en nuestro criterio aunque no tengan por qué estar siempre de acuerdo.
Resumiendo, conforme aumenta la edad de nuestros hijos, debemos ir disminuyendo el grado de control que ejercemos sobre ellos, cediéndoles poco a poco más autonomía e independencia, sin adelantarnos y siempre en consonancia con las capacidades y necesidades del niño.

Cómo controlar la ira (la nuestra y la de nuestr@s hij@s)

Hay ocasiones en las que estamos/están demasiado nerviosos, cansados o irritados, y hay que aplazar la expresión de estos sentimientos hasta haber reducido la tensión. En esos casos, es conveniente que apliquemos la técnica de control de la ira antes de continuar con la disputa. Para ello, podemos seguir los siguientes pasos:

1. Identificar las señales de alarma

Antes de “explotar” y dejarse llevar por la rabia o la irritación, las personas experimentan una serie de cambios que podemos identificar y utilizar como señales de alarma.

Estos cambios o señales de alarma son parecidas para todo el mundo, pero no son iguales, cada uno tiene las suyas propias. Pueden ser pensamientos (“ya está otra vez tocándome las narices”, “me lo voy a cargar”, “ésta no se ríe de mí”, visión en túnel), sensaciones (rabia, ganas de golpear a alguien, ganas de huir), conductas manifiestas (gritar, morderse los labios, acercarse mucho al otro), reacciones fisiológicas (taquicardia, “chorreón” de adrenalina, tensión muscular en el cuello, sofoco en la cara y/o las manos, sudoración) y/o circunstancias (por ejemplo: mi hijo me saca pecho o mi hija me vuelve a amenazar con salir a pesar de que no le dejo).

2.  Procurar reducir la ira

Si identificamos las señales de alarma cuando aparecen (“¡Cuidado! Me estoy/se está irritando”) y vemos que aún podemos aguantar en la situación de conflicto, podemos  reducir nuestra ira o la de nuestros hijos por medio de las siguientes estrategias:

  • Romper la escalada simétrica, no entrar en el pulso, no echar más leña al fuego. Por ejemplo, podemos posponer la discusión: “Estamos un poco alterados, ¿te parece que lo hablemos cuando estemos más tranquilos”;  o darle la razón en algo a nuestro hijo, como por ejemplo:“Tienes razón, quizás me precipité en lo que te dije”; podemos hacer equipo uniendo su mensaje con el nuestro: “Creo que tú tienes razón en lo que dices y que yo tengo razón en quejarme de tus formas”; o salir por la tangente: “creo que esa chica no te viene bien, pero tú ya eres mayor y entiendo que  tú decides”.
  • Hablar sobre la relación y no sobre el contenido. Por ejemplo: “Creo que los dos nos estamos encendiendo demasiado, ¿no crees?” o “Siento haberme encendido, pero me asusta que, ahora que llevas las riendas de tu vida, pueda pasarte algo malo”.
  • Cambiar la manera de ver la causa de los conflictos. A veces lzapatillas para cooperacionos demás reaccionan o nos responden con provocaciones o de malas maneras porque ellos mismos se han sentido molestos con nuestra conducta. Prever la reacción que nuestra conducta y nuestras respuestas pueden provocar en los demás evita muchos conflictos y ayuda a discutir de forma positiva. Por ejemplo, aunque crea que le aprieto porque está rebelde, si entiendo que mi hijo se rebela ante mi presión, puedo apretarle menos y ver qué ocurre.
  • Formularse mensajes tranquilizadores: “No muerdas sus anzuelos”, “puedo manejarlo”, “no voy a permitir que me domine la situación”.  Hay un cuento budista que dice que “el corazón es como una diana; en nuestras manos no está que el mundo (o nuestros hijos) nos lance flechas, pero sí el achicar la diana para que sea más difícil que nos den en ella”.
  • Pensar en las consecuencias de perder el control: “Si pierdo el control…”.
  • Preguntarse si hay algún motivo añadido para sentirse tan irritado (ejemplo: hablar con un garbanzo en el zapato). Además de la conducta de la otra persona y/o de la discusión misma, puede haber también otros motivos que añadan más irritación a la situación, o que sean la causa principal. Por ejemplo: Haber recibido una bronca en el trabajo, tener dolor de muelas, haber dado muchas vueltas para encontrar aparcamiento, haber tragado mucho con mi hijo. La gota que colma el vaso puede no tener nada que ver con las otras gotas que lo llenaron; sin embargo, en ocasiones le echamos el vaso entero a aquel que nos echó tan sólo una gota.

3. Tiempo fuera

Si vemos que estamos/están al límite de perder el control, que el “termostato” nos da la señal de alarma y estamos/están a punto de estallar, debemos marcharnos de la situación que nos/les desborda inmediatamente y aplazar la discusión hasta que estemos/estén más calmados. Si permanecemos más tiempo, basta otra frase o gesto y perderemos/perderán el control. Para que el otro no se ofenda, antes de marcharnos podemos decirle, por ejemplo: “Perdona, pero estamos los dos muy nerviosos; vamos a darnos unos minutos para calmarnos y luego hablamos”. Una vez lejos de la situación conflictiva, es conveniente hacer algo que nos ayude a reducir la tensión y relajarnos.

4. Retomar el tema de discusión

Después de habernos calmado, es importante retomar el tema de discusión para que el otro no tenga la sensación de haberse quedado con la palabra en la boca. En esta ocasión, trataremos de aplicar los hábitos positivos de comunicación que ya hemos aprendido. Por ejemplo: “Perdona por haberte dejado así, pero nos estábamos encendiendo mucho y no quería que acabásemos explotando como otras veces. Me decías que…”.

(Texto cedido por el IMFEF)

Cómo hacer una crítica sin ofender

Hacer una crítica, es pedir un cambio, es hacerle consciente al otro, de qué es lo que nos molesta, para que lo cambie.

Normalmente, hacemos mal las críticas, y lo que conseguimos es que nuestro interlocutor se sienta atacado y se ponga a la defensiva en lugar de cambiar.

Lo primero, será tener claro cuál es nuestro objetivo, qué es lo que queremos que el otro haga, deje de hacer, o haga de manera diferente.

No es conveniente abusar de las críticas, ni utilizarlas de manera general, empleando las palabras: todo, nada, nunca y siempre.

Para hacer una crítica tenemos que elegir bien el momento,

  • Así, si yo estoy tranquilo y contento no me dejaré llevar por el enfado, y tendré más presentes mis objetivos.
  • Y si el otro, está tranquilo y contento, tendrá una actitud más receptiva y será más probable que cambie aquello que me molesta.

Para hacer bien una crítica sin que el otro se enfade y aumentado la probabilidad de que cambie aquello que nos ha molestado utilizaremos:

  • Los mensajes yo.
  • Y la Técnica del bocadillo.

Los Mensajes yo, son aquellos mensajes que se envían en primera persona.

No implican evaluación negativa del otro (al contrario que en los mensajes tú), no dañan la relación, y aumentan la probabilidad de que el otro cambie.

No será lo mismo decirle a tu hijo:

  • “Eres un desastre.”
  • Qué decirle: “Cuando dejas la ropa tirada en tu habitación siento que no valoras el trabajo que me ha dado lavarla y plancharla.”

También utilizaremos la Técnica del bocadillo, que consiste, en disminuir la carga negativa de lo que decimos, diciendo también algo positivo o incorporando la empatía.

  • Empezaremos por empatizar. Siguiendo el ejemplo anterior podremos decir: “Entiendo que tengas prisa y que estés cansado.”
  • Luego, diremos lo que nos molesta utilizando Mensaje yo: “Cuandobocadillo dejas la ropa tirada en tu habitación siento que no valoras el trabajo que me ha dado lavarla y plancharla.”
  • Y para terminar, expresaremos algo positivo. Por ejemplo: “Eres un chico muy comprensivo y sé que ahora que sabes cómo me siento vas a cuidar más la ropa.”

Recuerda que no conviene abusar de las críticas y que la diana de nuestras críticas serán las conductas, no las personas.

 

Cómo decir NO utilizando la técnica del banco de niebla

En muchas ocasiones, un NO, es la forma de manifestar nuestro criterio y defender nuestra postura. Cuando queremos decir NO, y lo decimos sin sentir culpa, ganamos en seguridad y autoestima.

Tenemos que ser capaces de decir NO de manera clara e inequívoca, pero procurando que el otro no se sienta ofendido.

A la hora de decir NO iremos a grano. Podremos dar razones, pero nunca, excusas ni justificaciones.

Existen diversas técnicas para decir NO, pero una de las más eficaces, cuando el otro se pone muy insistente y nos provoca, es la Técnica del banco de niebla o “claudicación simulada”.

Se trata de responder de manera vaga, “sin entrar al trapo”  cuando nos atacan, chantajean o insisten en exceso. Para ello, damos al otro la parte de razón que pueda tener, pero no cambiamos de opinión. Parecerá que estamos cediendo terreno, pero sin cederlo realmente, ya que, en el fondo, se deja claro que no se va a cambiar de opinión.

Tenemos dos opciones,banco de niebla

  • Una, convenir con la verdad reconociendo lo que nos plantean (tienes razón, es cierto, es verdad que…).
  • Y otra sería, convenir con la posibilidad (es posible, puede que tengas razón, a lo mejor…).

Por ejemplo si nuestra hija nos pide un móvil de manera insistente, e incluso nos ataca diciendo, por ejemplo, que somos unos egoístas, podremos:

  • Convenir con la verdad diciéndole: “Si, somos unos egoístas, pero de momento nos parece un gasto innecesario que tengas móvil.”
  • Convenir con la posibilidad: “Si, puede que seamos unos egoístas”.

Este mensaje verbal, para ser efectivo, tiene que ir acompañado de un lenguaje no verbal que transmita seguridad y contundencia sin llegar a ser agresivo. Que diga algo así como:”Por mucho que insistas no voy a cambiar de opinión, esta es mi última palabra.”

No podemos olvidar que el peor NO es el que no hemos sido capaces de decir por miedo, culpa o indecisión, es el que se queda dentro de nosotros mermando nuestra autoestima y haciendo que acumulemos rencor y resentimiento.

 

Cómo decir NO utilizando la técnica del disco rayado

En muchas ocasiones, un NO, es la forma de manifestar nuestro criterio y defender nuestra postura. Cuando queremos decir NO, y lo decimos sin sentir culpa, ganamos en seguridad y autoestima.

Tenemos que ser capaces de decir NO de manera clara e inequívoca, pero procurando que el otro no se sienta ofendido.

A la hora de decir NO iremos a grano. Podremos dar razones, pero nunca, excusas ni justificaciones.

Existen diversas técnicas para decir NO, pero una de las más eficaces cuando el otro se pone muy insistente es la Técnica del disco rayado:

  • Consiste en repetir un pequeño argumento y el NO, una y otra vez, discomanteniendo la calma en todo momento.
  • No entraremos en discusiones, ni haremos caso a las provocaciones que nos puedan hacer. Tampoco daremos más razones ni justificaciones.
  • Insistiremos en repetir nuestro argumento y el NO, una y otra vez, hasta que la otra persona quede convencida o, por lo menos, se dé cuenta de que no va a conseguir nada con su insistencia.

Por ejemplo, si nuestra hija nos pide un móvil de manera insistente podremos decirle: “Hemos decidido que es pronto para que tengas móvil y no te lo vamos a comprar”.

Y si sigue insistiendo, repetirlo un y otra vez, manteniendo la calma, y sin entrar a dar más razones ni justificaciones.

Este mensaje verbal, para ser efectivo, tiene que ir acompañado de un lenguaje no verbal que transmita seguridad y contundencia sin llegar a ser agresivo. Que diga algo así como:”Por mucho que insistas no voy a cambiar de opinión, esta es mi última palabra.”

No podemos olvidar que el peor NO es el que no hemos sido capaces de decir por miedo, culpa o indecisión, es el que se queda dentro de nosotros mermando nuestra autoestima y haciendo que acumulemos rencor y resentimiento.

Cómo decir no utilizando la técnica del bocadillo

En muchas ocasiones, un NO, es la forma de manifestar nuestro criterio y defender nuestra postura. Cuando queremos decir NO, y lo decimos sin sentir culpa, ganamos en seguridad y autoestima.

Tenemos que ser capaces de decir NO de manera clara e inequívoca, pero procurando que el otro no se sienta ofendido.

A la hora de decir NO iremos a grano. Podremos dar razones, pero nunca, excusas ni justificaciones.

Hay diversas técnicas para decir NO, y una de las más eficaces, es la Técnica del bocadillo. Consiste en disminuir la carga negativa del NO, con la empatía y el refuerzo.

  • Lo primer qué haremos, será empatizar o expresar algo positivo. (Esto, bocadillohará que se abran los canales de comunicación favoreciendo que seamos escuchados).
  • Después, vendrá el NO, con un pequeño argumento, sin excusas ni justificaciones.
  • Y para terminar, expresaremos de nuevo algo positivo o empatizaremos. (Esto mitigará la carga negativa del NO, favoreciendo que la otra persona no se sienta ofendida).

 Por ejemplo, si nuestra hija nos pide un móvil de manera insistente.

  • Podremos empezar con el refuerzo, para que nos escuche sin ponerse a la defensiva, diciéndole: “En otras ocasiones has sido muy comprensiva y respetuosa con nuestras decisiones.”
  • Luego vendría el No, por ejemplo: “Y esta vez, tu padre y yo, hemos decidido que todavía no te lo vamos a comprar.”
  • Para terminar utilizaremos la empatía para disminuir las probabilidades de conflicto: “Entiendo que quieras un móvil porque todas tus amigas tienen uno, y entiendo también tu enfado, pero espero que con el tiempo entiendas nuestra decisión.”

Este mensaje verbal, para ser efectivo, tiene que ir acompañado de un lenguaje no verbal que transmita seguridad y contundencia sin llegar a ser agresivo. Que diga algo así como:”Por mucho que insistas no voy a cambiar de opinión, esta es mi última palabra.”

No podemos olvidar que el peor NO es el que no hemos sido capaces de decir por miedo, culpa o indecisión, es el que se queda dentro de nosotros, mermando nuestra autoestima y haciendo que acumulemos rencor y resentimiento.

Aprender a hacer reconocimientos

ramoEs importante saber hacer críticas, pero no sólo debemos fijarnos en lo que de los demás nos disgusta. A todos nos gusta que nos resalten nuestras cualidades positivas, por pequeñas que éstas sean, y aunque hacemos muchas cosas bien, no siempre dedicamos a los puntos fuertes toda la atención que merecen.

Nuestros hijos también necesitan saber lo que de ellos nos agrada. Por este motivo, también debemos prestar atención a las muchas cosas que nos parecen agradables y “correctas” de ellos, incluso a las excepciones (por ejemplo, nuestro hijo nunca recoge la mesa, pero hoy lo hizo). Nuestros hijos aprenderán mucho más rápido si resaltamos sus aciertos y valoramos sus logros, por sencillos que éstos sean, porque les motivamos y estimulamos para seguir mejorando. Por eso, debemos dedicar tiempo para conocer sus aspectos positivos y expresárselo en forma de reconocimientos.

Un reconocimiento es un comentario positivo que hacemos a la otra persona, con amabilidad y sinceridad. Con ello, le ponemos de manifiesto con nuestras palabras algunas de sus cualidades más positivas.

Los reconocimientos positivos pueden señalar características naturales (“¡Qué guapa eres!”), sus acciones (“Has estudiado muchísimo!,¡menudas notas me traes!¡” o “gracias por echar una mano recogiendo la mesa”) y sus actitudes (“eres muy cariñoso”). Como vemos, existen muchas posibilidades de expresar comentarios positivos a una persona.

(Texto cedido por el IMFEF)

Cómo pedir disculpas

Quizá le hayamos tratado con poco respeto, puede que hayamos desconfiado de él sin motivo, es posible que no hayamos sido justos con él o puede que no hayamos sido capaces de ver sus esfuerzos por hacer algo. Cuando nuestro hijo nos critique por ello, quizá nos sintamos mal y tengamos la necesidad de disculparnos. No temamos en hacerlo. Ello no implica mostrarnos débiles o perder la autoridad. Con la disculpa, nuestros hijos sabrán que sus opiniones y sus sentimientos son respetados y valorados. Para ello debemos:

  • Buscar el momento adecuado. Sin esperar demasiado, pero dando un tiempo para que se enfríen los ánimos.ramos de tulipanes
  • Expresar cómo nos sentimos en primera persona (“oye, siento mucho…”, “estoy disgustada por lo que ha pasado…”, “te quería pedir disculpas por lo que te dije antes”).
  • No exagerar ni darle más importancia de la que tiene
  • Explicar nuestro error con claridad y brevedad. No hay que hacer de ello una nueva discusión.
  • Escuchar al otro.

(Texo cedido por IMFEF)

Aprender a recibir críticas

limonesCuando practicamos un estilo constructivo o positivo en la familia, no debería extrañarnos a los padres que los hijos utilicen las críticas constructivas con nosotros. Lejos de parecernos molesto, debemos considerarlo como un progreso en el aprendizaje de la comunicación eficaz, sobre todo cuando lo realizan adecuadamente.

Cuando recibimos una crítica constructiva –por ejemplo, mi hijo critica el tono en el que le hablé- conviene recordar que eso puede ayudarnos a mejorar nuestra conducta en el futuro. Por eso, cuando se recibe una crítica constructiva es preciso:

1.      Escuchar de forma no reactiva. Una crítica es una oportunidad de aprendizaje para el futuro. Por lo tanto, conviene escucharla con atención y evaluarla, evitando adoptar actitudes defensivas, como por ejemplo, dar una respuesta inmediata (asentir antes de disentir).

2.      Comprobar si hemos entendido bien el mensaje antes de responder. Repetir con nuestras palabras lo que nos han dicho, pidiendo que la otra persona nos confirme si es eso lo que quería decir. Pedir concreción sobre lo que le molesta.

3.      Decidir qué haremos:

  • Si encontramos que estamos de acuerdo con la crítica constructiva, hay que reconocer aquello que pudimos hacer de otra manera, pedir disculpas si es pertinente y valorar con la otra persona alternativas al comportamiento criticado. Por ejemplo: “¿Cómo te hubiera gustado que lo hiciera?”, “Bien, pero ¿qué quieres que haga exactamente?”.
  • En el caso de que la crítica sea constructiva, pero no estemos de acuerdo con ella, podemos reconocerle al otro el hecho de haber hablado del problema y mostrar asertivamente nuestras discrepancias. Por ejemplo: “Te agradezco que me lo digas, pero que no lo haya hecho todavía no significa que se me haya olvidado”.

Si la crítica está siendo emitida con una actitud destructiva, tendremos que defendernos asertivamente, hablando sobre la manera en la que se nos está haciendo la crítica. Por ejemplo: “Sí, debería haber hecho… pero eso no significa que sea un…”. Si nuestro hijo o pareja se muestran crispados o muy nerviosos haciéndonos la crítica, es mejor aplazar la discusión; es importante posponerla sin perder la calma ni levantar la voz. Por ejemplo: “¿Te parece que lo hablemos en un momento en el que estemos los dos más tranquilos?”