- Expresan sus pensamientos de forma negativa y en términos de nunca, todo, siempre, nadie, etc.: “Nunca hago nada bien”, “siempre saco malas notas”, “nadie quiere ser mi amigo”.
- Piensan y se dicen cosas como: “No sirvo para nada”, “soy un desastre”.
- Se dejan influir por los demás.
- Piensan que para que les quieran deben ser los mejores y los primeros en todo, lo que aumenta su nivel de autoexigencia.
- Piensan que los errores son una tragedia y no se lo permiten.
- Confían poco en sí mismos, se sienten inseguros.
- Tienen un gran sentido del ridículo.
- Temen estar en contacto con otros niños por lo que puedan pensar de ellos.
- Tienen miedo a equivocarse.
- Están tristes. No encuentran nada que les motive y se ilusionan con pocas cosas.
- Si no consiguen ser los mejores se frustran de manera desproporcionada.
- Por muy bien que hagan las cosas no están contentos con los resultados.
- No valoran sus capacidades.
- Tienen una actitud de rechazo a lo que proponen los demás.
- Aunque pueda parecer que estos niños están muy seguros, detrás de la agresividad suele haber frustración. No saben cómo controlarse ante los ataques de ira.
- Buscan constantemente llamar la atención para conseguir la aprobación de los demás. Interrumpen para que les presten atención.
- Son inhibidos y poco sociables.
- Muestran una actitud agresiva.
- Se quejan y critican constantemente.
- Aunque tienen capacidades suficientes no arriesgan, no hacen nada nuevo por si les sale mal.
- Les cuesta solucionar los diferentes problemas con los que se encuentran, ya que son desafíos nuevos y se bloquean ante ellos.
Archivo por meses: marzo 2011
¿Qué nos indica que nuestr@ hij@ tiene una alta autoestima?
- Tiene pensamientos positivos y optimistas: “He sido capaz”, “Se que puedo hacerlo”.
- Para él, el éxito es el resultado de sus habilidades y su esfuerzo. No debido al azar o a otros factores externos.
- Busca soluciones activas a los problemas, no se queda parado ante ellos sin saber qué hacer.
- Interpreta los errores como una oportunidad para aprender.
- Sabe tomar decisiones y se hace responsable de sus actos.
- Tiene un alto nivel de autocontrol; es decir, es capaz de controlarse ante diferentes impulsos, como la agresividad y la ira.
- Se siente orgulloso de sus éxitos.
- Se entusiasma con las actividades nuevas.
- Está contento, lleno de energía.
- Cuando se equivoca, es capaz de asumir sus errores, reconocerlos y solucionarlos sin caer en el sentimiento de culpa.
- Muestra una actitud de confianza hacia sí mismo.
- Actúa de forma independiente y autónoma y realiza actividades por iniciativa propia.
- Acepta a los demás tal como son y hace amigos fácilmente.
- Es capaz de saber cuáles son las necesidades de otros niños y de ayudarles.
- Es capaz de tomar decisiones por sí mismo; puede no estar de acuerdo con las que tomen los otros pero no utiliza la agresividad.
- Es cooperativo y se adapta a las reglas del juego, siempre que sean justas.
- Es creativo y le gusta enfrentarse a nuevas tareas, aunque para ello tenga que asumir riesgos.
- Es capaz de conseguir las metas que se propone.
Cómo sacar partido al ocio y tiempo libre con nuestros hij@s
Normalmente, los padres prestamos más atención a los aspectos más formales de la educación (alimentación, estudio, higiene, sueño, salud), pero deberíamos poner el mismo interés en formar a nuestros hijos para el desarrollo de actividades de ocio saludables y gratificantes. Para ello, tenemos varios medios:
1. Ser modelos para el ocio de los hijos
Si nuestros hijos nos ven hacer deporte, salir con amigos, leer…, es posible, aunque no sea seguro, que puedan aficionarse a ésta u otras actividades. Por el contrario, si nuestro tiempo libre transcurre en torno a la televisión, la casa y la rutina, probablemente adopten estos mismos comportamientos como consecuencia del modelo aprendido para la utilización de su tiempo libre.
2. Practicar actividades de ocio en familia
Nuestro tiempo de ocio, cuando lo compartimos con nuestros hijos, se convierte en un espacio para la educación que nos permitirá contribuir al desarrollo afectivo, intelectual y social de nuestros hijos, además de facilitarles alternativas saludables para que desarrollen sus propias aficiones.
- Ir al cine, museo, deporte, senderismo, manualidades, cría de animales (en familia), fiestas populares
3. Educar para el ocio:
- Respetar la autonomía y libre elección de nuestros hijos sobre gustos y aficiones. Entender que nuestros hijos son distintos; por tanto, podrán diferir en sus gustos, aficiones y entretenimientos.
- Orientarles y fomentarles sus aptitudes, que podremos reconocer a través de la observación de sus intereses y reacciones de agrado o desagrado ante diferentes alternativas lúdicas.
- Compatibilizar el ocio individual (Ej: videoconsola) con el compartido, favoreciendo la integración y las relaciones grupales.
- Identificar las actividades de ocio nocivas y hablar de ello con nuestros hijos.
- Informarles y estimularles hacia las diversas alternativas de ocio. Es conveniente que conozcamos los recursos de los que dispone el colegio (actividades extraescolares), el barrio o la ciudad (asociaciones, centros culturales, lúdicos y deportivos, grupos scouts) y participar en su potenciación, mejora y consolidación. Establecer lazos comunitarios y promover actividades saludables sirven a nuestros hijos como factores de protección frente al consumo de drogas y otras conductas de riesgo. La falta o escasa información sobre las distintas posibilidades de entretenimiento limitan la capacidad de decidir de nuestros hijos, pudiendo generar en ellos una actitud de apatía y aburrimiento.
(Texto cedido por IMFEF)
La importancia del grupo de amig@s para los adolescentes
La función del grupo de amigos es ayudar al adolescente a transformar su estructura emocional, proporcionándole libertad y favoreciendo su autonomía. El adolescente se adapta a las reglas del grupo haciéndolas suyas y convirtiéndolas en propias, proceso que le puede suponer tanto la aprobación como el rechazo del grupo, y que va a influir mucho en su autoestima.
La importancia de los amigos para el adolescente responde a su incesante búsqueda de identidad, justo en un momento en el que empieza a diferenciarse de su familia de origen. El vínculo con el grupo le proporcionará seguridad y reconocimiento social, es a la vez un marco afectivo y un medio de acción. De ahí que le sirva para adquirir confianza en sí mismo, ya que le permite encontrar su propia imagen, reconocerse y valorarse, sobre todo al experimentar que sus amigos piensan y sienten como él. Por otra parte, en el grupo puede probar conductas diferentes a las que tiene en la familia, a la vez que empieza a independizarse de sus padres y experimenta una autonomía.
En efecto, el adolescente necesita un espacio fuera del entorno familiar donde resolver sus propios conflictos y consolidar su identidad. A partir de ahora, los amigos serán su “otra familia”, en la que va a desarrollar una nueva identidad sexual, psicológica y social. Recordemos que la cultura adolescente es y funciona como un sistema de valores y creencias cuya forma de expresión y máximo exponente son las tribus urbanas; el adolescente tiende a agruparse con otros que experimentan las mismas necesidades, dudas y frustraciones. El grupo impone a sus miembros valores, héroes, música y vestimentas, e incluso marcas corporales como tatuajes o “piercings” que, en definitiva, significan pertenecer a un determinado grupo, con unas señas de identidad común y propia. En algunas ocasiones, la plena integración pasa por experiencias en cierto modo peligrosas, de manera que el joven, por ejemplo, puede sentirse presionado por los amigos a iniciarse en el consumo de drogas.
Un chico, sin red social, no es nada. Mejor ampliar red social que recortársela. Es mejor integrarle en otras actividades para que amplíe su red social y conozca a gente nueva, que recortársela.
(Texto cedido por el IMFEF)
Cómo ayudarles a tomar buenas decisiones
Nuestros hij@s se van a enfrentar en su adolescencia a numerosas decisiones: elección de optativas, temas de trabajos de clase, actividades extraescolares, elección de parejas o grupo de amigos, invitaciones a consumir alcohol, porros u otras drogas.
Tomar decisiones significa elegir entre distintas alternativas y es una habilidad que puede mejorarse con la práctica. Aunque incluso con ésta, no siempre acertaremos tomando la mejor decisión.
Para ayudarles a tomar buenas decisiones, podemos plantearles los siguientes pasos:
- Definir el problema y los objetivos.
- Pensar en muchas alternativas para solucionarlo.
- Valorar las consecuencias de cada alternativa: ventajas e inconvenientes a corto y a largo plazo. Puede ser interesante realizar una búsqueda activa de información sobre el tema sobre el que queremos decidirnos, y contrastar las consecuencias con el entorno (padres, hermanos, amigos).
- Elegir la mejor alternativa para mí y llevar la decisión a la práctica.
- Aceptar la decisión tomada por nuestros hijos.
- Incrementar en número y en importancia las ocasiones en las que tienen que tomar decisiones.
(Texto cedido por el IMFEF)