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El halcón y la vieja

halconEra una vez una señora muy respetable acostumbrada al trato con pájaros. Sólo que los únicos pájaros que conocía eran las palomas.

Un día un halcón se  posó en su ventana. Ella lo observó y dijo: “Pero, qué pájaro desaliñado. ¡Qué desastre, es una vergüenza!…”.

Tomó al halcón por la fuerza y con sus tijeras de podar le cortó las alas, excesivamente grandes, según ella. Con una tenaza le rebanó el pico, demasiado torcido, según le habían enseñado. Y, por último, le limó las garras, amenazadoramente fuertes y pensó, comparándolas con las de los únicos pájaros que conocía.

Luego volvió a mirar al halcón mutilado y moviendo la cabeza  con una sonrisa dijo: “Ahora sí, pareces un pájaro decente”.

Madrid, J. y Henche, I. (2008): “Cuentos e historias para la educación sexual”, en Loizaga, F. (2008): Nuevas técnicas didácticas en Educación Sexual. Madrid: McGraw-Hill.

Cómo sacar partido al ocio y tiempo libre con nuestros hij@s

volando en tiovivoNormalmente, los padres prestamos más atención a los aspectos más formales de la educación (alimentación, estudio, higiene, sueño, salud), pero deberíamos poner el mismo interés en formar a nuestros hijos para el desarrollo de actividades de ocio saludables y gratificantes. Para ello, tenemos varios medios:

1. Ser modelos para el ocio de los hijos

Si nuestros hijos nos ven hacer deporte, salir con amigos, leer…, es posible, aunque no sea seguro, que puedan aficionarse a ésta u otras actividades. Por el contrario, si nuestro tiempo libre transcurre en torno a la televisión, la casa y la rutina, probablemente adopten estos mismos comportamientos como consecuencia del modelo aprendido para la utilización de su tiempo libre.

2. Practicar actividades de ocio en familia

Nuestro tiempo de ocio, cuando lo compartimos con nuestros hijos, se convierte en un espacio para la educación que nos permitirá contribuir al desarrollo afectivo, intelectual y social de nuestros hijos, además de facilitarles alternativas saludables para que desarrollen sus propias aficiones.

  • Ir al cine, museo, deporte, senderismo, manualidades, cría de animales (en familia), fiestas populares

3.  Educar para el ocio:

  • Respetar la autonomía y libre elección de nuestros hijos sobre gustos y aficiones. Entender que nuestros hijos son distintos; por tanto, podrán diferir en sus gustos, aficiones y entretenimientos.
  • Orientarles y fomentarles sus aptitudes, que podremos reconocer a través de la observación de sus intereses y reacciones de agrado o desagrado ante diferentes alternativas lúdicas.
  • Compatibilizar el ocio individual (Ej: videoconsola) con el compartido, favoreciendo la integración y las relaciones grupales.
  • Identificar las actividades de ocio nocivas y hablar de ello con nuestros hijos.
  • Informarles y estimularles hacia las diversas alternativas de ocio. Es conveniente que conozcamos los recursos de los que dispone el colegio (actividades extraescolares), el barrio o la ciudad (asociaciones, centros culturales, lúdicos y deportivos, grupos scouts) y participar en su potenciación, mejora y consolidación. Establecer lazos comunitarios y promover actividades saludables sirven a nuestros hijos como factores de protección frente al consumo de drogas y otras conductas de riesgo. La falta o escasa información sobre las distintas posibilidades de entretenimiento limitan la capacidad de decidir de nuestros hijos, pudiendo generar en ellos una actitud de apatía y aburrimiento.

(Texto cedido por IMFEF)

La importancia del grupo de amig@s para los adolescentes

grupo de amigos al atardecerLa función del grupo de amigos es ayudar al adolescente a transformar su estructura emocional, proporcionándole libertad y favoreciendo su autonomía. El adolescente se adapta a las reglas del grupo haciéndolas suyas y convirtiéndolas en propias, proceso que le puede suponer tanto la aprobación como el rechazo del grupo, y que va a influir mucho en su autoestima.

La importancia de los amigos para el adolescente responde a su incesante búsqueda de identidad, justo en un momento en el que empieza a diferenciarse de su familia de origen. El vínculo con el grupo le proporcionará seguridad y reconocimiento social, es a la vez un marco afectivo y un medio de acción. De ahí que le sirva para adquirir confianza en sí mismo, ya que le permite encontrar su propia imagen, reconocerse y valorarse, sobre todo al experimentar que sus amigos piensan y sienten como él. Por otra parte, en el grupo puede probar conductas diferentes a las que tiene en la familia, a la vez que empieza a independizarse de sus padres y experimenta una autonomía.

En efecto, el adolescente necesita un espacio fuera del entorno familiar donde resolver sus propios conflictos y consolidar su identidad. A partir de ahora, los amigos serán su “otra familia”, en la que va a desarrollar una nueva identidad sexual, psicológica y social. Recordemos que la cultura adolescente es y funciona como un sistema de valores y creencias cuya forma de expresión y máximo exponente son las tribus urbanas; el adolescente tiende a agruparse con otros que experimentan las mismas necesidades, dudas y frustraciones. El grupo impone a sus miembros valores, héroes, música y vestimentas, e incluso marcas corporales como tatuajes o “piercings” que, en definitiva, significan pertenecer a un determinado grupo, con unas señas de identidad común y propia. En algunas ocasiones, la plena integración pasa por experiencias en cierto modo peligrosas, de manera que el joven, por ejemplo, puede sentirse presionado por los amigos a iniciarse en el consumo de drogas.

Un chico, sin red social, no es nada. Mejor ampliar red social que recortársela. Es mejor integrarle en otras actividades para que amplíe su red social y conozca a gente nueva, que recortársela.

(Texto cedido por el IMFEF)

Cómo ayudarles a tomar buenas decisiones

nina en la orillaNuestros hij@s se van a enfrentar en su adolescencia a numerosas decisiones: elección de optativas, temas de trabajos de clase, actividades extraescolares, elección de parejas o grupo de amigos, invitaciones a consumir alcohol, porros u otras drogas.

Tomar decisiones significa elegir entre distintas alternativas y es una habilidad que puede mejorarse con la práctica. Aunque incluso con ésta, no siempre acertaremos tomando la mejor decisión.

Para ayudarles a tomar buenas decisiones, podemos plantearles los siguientes pasos:

  • Definir el problema y los objetivos.
  • Pensar en muchas alternativas para solucionarlo.
  • Valorar las consecuencias de cada alternativa: ventajas e inconvenientes a corto y a largo plazo. Puede ser interesante realizar una búsqueda activa de información sobre el tema sobre el que queremos decidirnos, y contrastar las consecuencias con el entorno (padres, hermanos, amigos).
  • Elegir la mejor alternativa para mí y llevar la decisión a la práctica.
  • Aceptar la decisión tomada por nuestros hijos.
  • Incrementar en número y en importancia las ocasiones en las que tienen que tomar decisiones.

(Texto cedido por el IMFEF)

¿Cómo ayudarles a manejar situaciones estresantes?

El estrés es una respuesta del organismo ante una situación que es vivida como peligrosa (conflicto, examen, exposición en clase…). Por lo general, actúa de una forma adaptativa, ya que gracias al estrés la persona se activa y su organismo es capaz de responder de una forma más rápida y eficaz. Por ejemplo: Al ver que la sartén prende fuego, se nos acelera el ritmo cardíaco, se incrementa la adrenalina en nuestra sangre, y rápidamente cogemos la tapa de una olla y cubrimos el fuego.

Sin embargo, el estrés actúa en algunas ocasiones de una forma desadaptativa. Cuando estas medidas se mantienen elevadas por tiempos muy prolongados, o cuando estos incrementos se dan con una cierta frecuencia, entonces es cuando puede aparecer el riesgo de quedarnos bloqueados, sufrir enfermedades ojo de nino pensativopsicosomáticas o reaccionar de forma no adecuada o desmedida.

Los estresores ante los que desarrollamos respuestas de estrés pueden ser:

  • Personas (amigo de mi hijo).
  • Lugares (clínica dental).
  • Situaciones (examen, suspensos, atraco, coche a punto de atropellarnos).

Y los efectos que produce pueden ser los siguientes:

  • Fisiológico: Dolor de cabeza, aumento del ritmo cardiaco, molestias gástricas.
  • Psicológico: Pérdida de memoria, depresión, preocupación excesiva, irritabilidad.
  • Conductual: Evitación, arrebatos, discusión.

Algunas estrategias con las que podemos ayudar a nuestros hijos a afrontar las situaciones estresantes son:

  • Buscar válvulas de escape: gimnasio, relajación, pasear, baño de agua caliente, quedar con un amigo y desahogarse o desconectar con él.
  • Preguntarle: ¿Qué es lo peor que puede pasar? ¿Y lo mejor?
  • Concentrarse en “estresarse”. Ya que el estrés es una respuesta que vivimos como incontrolable, una manera de controlarlo es concentrarnos en estresarnos lo máximo posible, lo que genera la respuesta contraria, la inhibición del estrés. Por ejemplo: “Concéntrate en tu taquicardia, intenta acelerar el ritmo cardiaco, más, más”.
  • Realizar aproximaciones sucesivas a la situación temida. Por ejemplo: Hacer simulacros de exámenes en casa o ensayos de la exposición oral.
  • Darle mensajes de confianza: “Tú puedes hacerlo”, “Has estudiado mucho; puedes demostrarle al profesor lo que sabes”, “Otras veces te ha salido bien”.
  • Premiarle tras el afrontamiento.

(Texto cedido por el IMFEF)

Aprender a hacer reconocimientos

ramoEs importante saber hacer críticas, pero no sólo debemos fijarnos en lo que de los demás nos disgusta. A todos nos gusta que nos resalten nuestras cualidades positivas, por pequeñas que éstas sean, y aunque hacemos muchas cosas bien, no siempre dedicamos a los puntos fuertes toda la atención que merecen.

Nuestros hijos también necesitan saber lo que de ellos nos agrada. Por este motivo, también debemos prestar atención a las muchas cosas que nos parecen agradables y “correctas” de ellos, incluso a las excepciones (por ejemplo, nuestro hijo nunca recoge la mesa, pero hoy lo hizo). Nuestros hijos aprenderán mucho más rápido si resaltamos sus aciertos y valoramos sus logros, por sencillos que éstos sean, porque les motivamos y estimulamos para seguir mejorando. Por eso, debemos dedicar tiempo para conocer sus aspectos positivos y expresárselo en forma de reconocimientos.

Un reconocimiento es un comentario positivo que hacemos a la otra persona, con amabilidad y sinceridad. Con ello, le ponemos de manifiesto con nuestras palabras algunas de sus cualidades más positivas.

Los reconocimientos positivos pueden señalar características naturales (“¡Qué guapa eres!”), sus acciones (“Has estudiado muchísimo!,¡menudas notas me traes!¡” o “gracias por echar una mano recogiendo la mesa”) y sus actitudes (“eres muy cariñoso”). Como vemos, existen muchas posibilidades de expresar comentarios positivos a una persona.

(Texto cedido por el IMFEF)

Cómo pedir disculpas

Quizá le hayamos tratado con poco respeto, puede que hayamos desconfiado de él sin motivo, es posible que no hayamos sido justos con él o puede que no hayamos sido capaces de ver sus esfuerzos por hacer algo. Cuando nuestro hijo nos critique por ello, quizá nos sintamos mal y tengamos la necesidad de disculparnos. No temamos en hacerlo. Ello no implica mostrarnos débiles o perder la autoridad. Con la disculpa, nuestros hijos sabrán que sus opiniones y sus sentimientos son respetados y valorados. Para ello debemos:

  • Buscar el momento adecuado. Sin esperar demasiado, pero dando un tiempo para que se enfríen los ánimos.ramos de tulipanes
  • Expresar cómo nos sentimos en primera persona (“oye, siento mucho…”, “estoy disgustada por lo que ha pasado…”, “te quería pedir disculpas por lo que te dije antes”).
  • No exagerar ni darle más importancia de la que tiene
  • Explicar nuestro error con claridad y brevedad. No hay que hacer de ello una nueva discusión.
  • Escuchar al otro.

(Texo cedido por IMFEF)

Aprender a recibir críticas

limonesCuando practicamos un estilo constructivo o positivo en la familia, no debería extrañarnos a los padres que los hijos utilicen las críticas constructivas con nosotros. Lejos de parecernos molesto, debemos considerarlo como un progreso en el aprendizaje de la comunicación eficaz, sobre todo cuando lo realizan adecuadamente.

Cuando recibimos una crítica constructiva –por ejemplo, mi hijo critica el tono en el que le hablé- conviene recordar que eso puede ayudarnos a mejorar nuestra conducta en el futuro. Por eso, cuando se recibe una crítica constructiva es preciso:

1.      Escuchar de forma no reactiva. Una crítica es una oportunidad de aprendizaje para el futuro. Por lo tanto, conviene escucharla con atención y evaluarla, evitando adoptar actitudes defensivas, como por ejemplo, dar una respuesta inmediata (asentir antes de disentir).

2.      Comprobar si hemos entendido bien el mensaje antes de responder. Repetir con nuestras palabras lo que nos han dicho, pidiendo que la otra persona nos confirme si es eso lo que quería decir. Pedir concreción sobre lo que le molesta.

3.      Decidir qué haremos:

  • Si encontramos que estamos de acuerdo con la crítica constructiva, hay que reconocer aquello que pudimos hacer de otra manera, pedir disculpas si es pertinente y valorar con la otra persona alternativas al comportamiento criticado. Por ejemplo: “¿Cómo te hubiera gustado que lo hiciera?”, “Bien, pero ¿qué quieres que haga exactamente?”.
  • En el caso de que la crítica sea constructiva, pero no estemos de acuerdo con ella, podemos reconocerle al otro el hecho de haber hablado del problema y mostrar asertivamente nuestras discrepancias. Por ejemplo: “Te agradezco que me lo digas, pero que no lo haya hecho todavía no significa que se me haya olvidado”.

Si la crítica está siendo emitida con una actitud destructiva, tendremos que defendernos asertivamente, hablando sobre la manera en la que se nos está haciendo la crítica. Por ejemplo: “Sí, debería haber hecho… pero eso no significa que sea un…”. Si nuestro hijo o pareja se muestran crispados o muy nerviosos haciéndonos la crítica, es mejor aplazar la discusión; es importante posponerla sin perder la calma ni levantar la voz. Por ejemplo: “¿Te parece que lo hablemos en un momento en el que estemos los dos más tranquilos?”

Aprender a hacer críticas constructivas

abuela riendoSon muchas las situaciones en las que tenemos que llamar la atención a nuestros hijos por su comportamiento. A menudo nos vemos en la necesidad de criticar su forma de actuar para que respeten las normas del hogar, atiendan a su higiene y cuidado personal, mejoren su relación con nosotros o sus hermanos,… Para adentrarnos en el manejo de estas situaciones mediante formas adecuadas de comunicación, vamos a desarrollar en este punto el lenguaje de las críticas.

Según la Real Academia de la Lengua Española, una crítica es un “examen o juicio sobre alguien o algo”. Aunque este juicio u opinión puede ser positivo o negativo, coloquialmente solemos entender por crítica un juicio negativo. Podemos distinguir dos tipos de críticas:

1) Críticas destructivas: Acostumbramos a hacerlas por medio de generalizaciones, a menudo negativas, sobre otra persona y/o su conducta, sin aportar sugerencias sobre la manera de mejorar. Criticar así a nuestros hijos no resulta nada útil, e incluso puede ser negativo.

2)  Críticas constructivas: Son mucho más útiles, pues dan información a nuestros hijos sobre la conducta concreta que queremos que cambien; incluyen aspectos positivos y sugerencias para cambiar los aspectos negativos.

Para hacer una crítica constructiva podemos tener en cuenta lo siguiente:

1. Definir de manera clara y concisa el motivo de la crítica. Por ejemplo, “No has llegado puntual al colegio”, “has suspendido tres asignaturas”.

2. Recordar que expresamos nuestra opinión sobre la actuación de la otra persona. Por lo tanto, una manera de empezar  a hacer críticas constructivas es utilizar expresiones en primera persona, como: “Me parece”, “Yo creo”, “Yo diría” (mensajes “Yo”). Podemos expresar cómo nos hemos sentido ante ese comportamiento, sin temor a expresar sentimientos negativos -enfado, tristeza-: “Así no puedo tener ordenado el salón, me incomoda muchísimo”, “Estoy muy enfadada, has vuelto a suspender las mismas asignaturas que el trimestre anterior”.

3. Rescatar aspectos positivos si es posible. A todo el mundo le gusta que le digan que lo hace bien. Si empezamos destacando los aspectos positivos, nuestro hijo (o pareja) tendrá una mejor disposición para aceptar los aspectos negativos, pues le demostraremos que no vamos “a pillarle”. Ejemplo: “Estoy muy contento contigo; veo que estás intentando poner de tu parte… pero…”

4. Evitar generalizar. Los términos “siempre” y “nunca” raras veces son ciertos y dificultan que la otra persona nos escuche. Así, es mejor decir: “Te veo algo ausente” que “siempre estás en la parra”, o “Te has olvidado de tirar la basura” que “nunca haces nada en condiciones”. Se trata de ayudar a la otra persona a ser más consciente de su conducta. Por lo tanto, los comentarios genéricos no le ayudan, hay que precisar.

5. Hablar de lo que “hace”, no de lo que “es”. Es mejor describir con precisión la conducta del otro que ponerle etiquetas personales. Éstas no ayudan a que el otro cambie, sino que refuerzan sus defensas. Así, en vez de decir “¡eres un desastre!” es mejor describir con claridad el hecho que ha motivado el conflicto, de forma breve y clara: “Te has dejado los zapatos en el salón”. Es importante no confundir un error puntual con una característica de la personalidad; una manera de no permitir que se desarrolle la autoestima de nuestros hijos es tacharles de “malos”, “vagos” o “desobedientes” cuando han hecho algo mal (¡y cuidado!, que el profeta cree que adivina el futuro pero no que lo genera). En este caso, se está confundiendo una cosa puntual con toda la personalidad del niño. Hablar de lo que es una persona sería: “¡eres un vago!”; mientras que hablar de lo que hace sería: “No has hecho los deberes ni tampoco tu cama”.

6. Administrar las críticas. Es mejor criticar los temas de uno en uno, evitando aluviones de críticas. Por ejemplo, no sería conveniente “aprovechar” que se está discutiendo sobre la impuntualidad para reprocharle de paso sus despistes, sus olvidos y lo poco cariñoso que se muestra. También es mejor que nos centremos en el momento presente sin remover el pasado.

7. Proponer alternativas. Conviene acompañar la crítica con sugerencias, focalizando más en el cambio. Hace falta, sin embargo, describir de manera clara y precisa la conducta alternativa que proponemos, cómo esperamos que se comporte. Por ejemplo: “Espero que si vuelves a llegar tarde en otra ocasión, nos llames antes por teléfono” mejor que “ya sabes lo que tienes que hacer”. No se puede dejar una crítica sin este punto, ya que si no, la otra persona puede que no sepa cómo llevar a cabo el cambio de conducta que le estamos pidiendo.

8. Agradecer la escucha y pedir la opinión del otro. Por ejemplo: El padre le da una palmada en la espalda a su hijo y le pregunta: “¿Qué piensas de lo que hemos hablado?, ¿ahora lo habrías hecho de otra manera?”

(Texto cedido por el IMFEF)

Tareas que “puede” y tareas que “debe” hacer su hij@

Clave

P = A esta edad los niños PUEDEN ser capaces de hacerlo.

D = A esta edad los niños DEBEN ser capaces de hacerlo.

Actividad

1

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5

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9

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11

Lavar los platos.

P

P

P

P

D

D

D

Recoger sus cosas (juguetes y ropas).

P

D

D

D

D

D

D

D

D

D

Limpiar la habitación por encima.

P

P

P

D

D

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D

Limpiar a fondo su habitación.

P

P

P

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D

D

Dar de comer a los animales domésticos.

P

P

D

D

D

D

D

D

D

Limpiar la bañera.

P

P

P

D

D

D

D

Sacar la basura.

P

P

P

D

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D

Pasar el aspirador.

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P

P

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D

Limpiar el cuarto de baño.

P

P

P

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D

Poner la lavadora.

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P

P

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Poner la mesa.

P

P

D

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Quitar la mesa.

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D

Limpiar los muebles por encima.

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P

P

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Limpiar los muebles a fondo.

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D

Hacerse la cama.

P

P

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Ayudar a mamá y a papá en diversas tareas.

P

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D

Cuidar a sus hermanos menores durante periodos cortos.

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Cocinar.

P

P

P

Prepararse la merienda.

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P

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D

Limpiar los cristales siempre que sean de fácil
acceso.

P

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Lavar el coche.

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D

Regar las plantas de interior.

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P

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D

Limpiar el rincón del perro o del gato.

P

P

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D

Basado en información cedida por el IMFEF.