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Emociones básicas: cuándo aparecen y para qué sirven

MIEDO

Ante un peligro real o imaginado.

  • Protegernos de los peligros movilizando los recursos necesarios para la respuesta de: ataque, huida o inmovilidad.

SORPRESA

Ante algo inesperado.

  • Para que pongamos toda nuestra atención en el estímulo inesperado.

AVERSIÓN

Ante personas o cosas repulsivas.

  • Expulsar o evitar sustancias nocivas.
  •  Simbólicamente ocurre lo mismo con las personas que violan las normas culturales.

IRA

Cuando algo se interpone entre nosotros y nuestros objetivos o estamos ante un hecho que nos resulta injusto.

  • Detener aquello que causa malestar.
  • Nos avisa de que algo debe cambiar.
  • Disminuye el miedo y aporta la energía necesaria para la acción.

ALEGRÍAabuela riendo

Ante un suceso favorable.

  • Emprender actividades.
  • Fortalecer lazos sociales (empatía).
  • Generar actitudes positivas.
  • Mejorar el rendimiento cognitivo, la creatividad, el aprendizaje, la memoria.
  • Ayudar a superar el miedo.

TRISTEZA

Ante la pérdida de algo que se valora como importante.

  • Para poder adaptarnos a la nueva situación.
  • Facilitar, a través de la empatía, el apoyo de los demás.

Cita

“Llevo siempre conmigo una íntima preocupación que me hace ver y buscar peligros incluso allí donde no existen. Esto hace crecer hasta el infinito en mi interior la mínima adversidad y me dificulta de manera extrema la relación con los otros seres humanos.” S. Kierkegaard

Cómo entrenan los padres la inteligencia emocional de su bebé

Desde el punto de vista fisiológico, el bebé humano es aún una parte importante del cuerpo de la madre.

  • Depende de la leche de la madre para alimentarse,
  • y también depende de ella para regular su frecuencia cardíaca y su tensión arterial, así como para su defensa inmunitaria.
  • El contacto físico con la madre regula la actividad muscular del niño y también el nivel hormonal.
  • El cuerpo de la madre lo mantiene caliente y, además,
  • acariciándole y dándole el alimento, la madre hace que disminuyan las hormonas del estrés del bebé.

Esta regulación fisiológica básica hace que el bebé se mantenga con vida.
Lo más difícil de los bebés es que necesitan ser cuidados de manera casi continua durante meses.

  • Cusk (novelista): “Esta tarea constituye una especie de servidumbre, una esclavitud de la cuál uno no puede escaparse”.Mama con bebe amarillo

Los bebés necesitan que la persona que los cuide se identifique con ellos de tal manera que sienta como propias las necesidades de ellos; puede decirse que el bebé es, todavía, como una extensión de dicha persona desde el punto de vista fisiológico y psicológico.

La primera función reguladora entre madre y bebé tiene lugar a nivel no verbal. La madre la lleva a cabo, principalmente, con su rostro, su tono de voz y sus caricias.
Cuando el bebé llora desconsoladamente y está sobreexcitado, la madre lo tranquiliza sumergiéndose en el estado de ánimo del bebé con una voz sólida y que contenga alguna de las características de la voz del bebé  para identificarse con él y, a continuación, bajando gradualmente la voz, logra que el bebé se vaya calmando poco a poco. Otra manera de tranquilizar a un bebé excitado es cogerlo en brazos y mecerlo.

Los progenitores que no pueden identificarse con el bebé debido a sus limitaciones para darse cuenta de sus propios sentimientos y poderlos regular, tienden a perpetuar este problema de regulación de los sentimientos, ya que el bebé adopta el mismo modelo del progenitor.

  • En este sentido el bebé no podrá aprender a controlar sus estados de ánimo y hacer que vuelvan a su nivel normal si no lo aprende, desde el comienzo, a través de los padres.
  • Incluso puede ocurrir que vaya creciendo con la convicción de que los sentimientos son innecesarios ya que los padres no se dan cuenta de ellos o no les interesan.

Los bebés son muy sensibles a este tipo de mensajes implícitos y, al comienzo de sus vidas, responden más a lo que los padres hacen y no tanto a lo que dicen o piensan que hacen.

Pero si los padres están en contacto con los estados de ánimo del  bebé y responden a ellos sin tardanza, y se restaura en el bebé el sentimiento de bienestar, esta dinámica hace que los sentimientos puedan surgir y que el bebé se dé cuenta de ellos.

Para que los modelos de funcionamiento comiencen a emerger es esencial que los cuidadores respondan a los estados del bebé de manera predecible.

  • Por ejemplo, el bebé puede darse cuenta de que “cuando lloro, mamá siempre me coge en brazos suavemente”, o “cuando coge su abrigo, pronto siento el olor del aire fresco”.
  • Daniel Stern (1985) los denomina: “representaciones de interacción que se han generalizado” (RIGs)
  • John Bowlby (1969) se refiere a ellos como “modelos de funcionamiento interno”.Wilma Bucci (1997) habla de “esquemas emocionales”.
  • Robert Clyman (1991) les da el nombre de “memoria de procedimiento”.

Todos están de acuerdo en que las expectativas respecto a las otras personas y a cómo ser comportarán, se inscribe en una zona de nuestro cerebro durante la infancia, fuera de la conciencia, y que se hallan en la base de nuestra conducta relacional a lo largo de la vida.

Los progenitores han de llevar a cabo, realmente, el papel de “entrenador emocional”.

( Fragmento extraido de: Gerhardt, S.; (2004). El amor maternal: La influencia del afecto en el desarrollo mental y emocional del bebé. Barcelona: Editorial Albesa, S. L.)

Autocontrol de la conducta impulsiva en niños: Historia empleada en la Técnica de la tortuga

Antiguamente había una hermosa y joven tortuga, tenia 6 (7, 8,…) años y acababa de empezar el colegio. Su nombre era Pequeña Tortuga. A ella no le gustaba mucho ir al Cole, prefería estar en casa con su hermano menor y con su madre. No le gustaba aprender cosas en el colegio, ella quería correr, jugar… era demasiado difícil y pesado hacer fichas y copiar de la pizarra, o participar en algunas de las actividades. No le gustaba escuchar al profesor, era más divertido hacer ruidos de motores de coches que algunas de las cosas que el profesor contaba, y nunca recordaba que no los tenía que hacer. A ella lo que le gustaba era ir enredando con los demás niños, meterse con ellos, gastarles bromas. Así que el colegio para ella era un poco duro.

tortugaCada día en el camino hacia el colegio se decía a si misma que lo haría lo mejor posible para no meterse con ellos. Pero a pesar de esto era fácil que algo o alguien la descontrolara, y al final siempre acababa enfadada, o se peleaba, o le castigaban. “Siempre metida en líos” pensaba “como siga así voy a odiar al colegio y a todos.” Y la Tortuga lo pasaba muy pero que muy mal. Un día de los que peor se sentía, encontró a la más grande y vieja Tortuga que ella hubiera podido imaginar. Era un vieja Tortuga que tenía más de trescientos años y era tan grande como una montaña. La Pequeña Tortuga le hablaba con una vocecita tímida porque estaba algo asustada de la enorme tortuga. Pero la vieja tortuga era tan amble como grande y estaba muy dispuesta a ayudarla:

“¡Oye! ¡Aquí!” dijo con su potente voz, “Te contaré un secreto. ¿Tú no te das cuenta que la solución a tus problemas la llevas encima de ti?”. La Pequeña Tortuga no sabía de lo que estaba hablando. “¡Tu caparazón!” le gritaba “¿para qué tienes tu concha? Tú te puedes esconder en tu concha siempre que tengas sentimientos de rabia, de ira, siempre que tengas ganas de romper, de gritar, de pegar…Cuando estés en tu concha puedes descansar un momento, hasta que ya no te sientas tan enfadad. Así la próxima vez que te enfades ¡Métete en tu concha! A la Pequeña Tortuga le gustó la idea, y estaba muy contenta de intentar este nuevo secreto de la escuela.

Al día siguiente ya lo puso en práctica. De repente un niño que estaba cerca de ella accidentalmente le dio un golpe en la espalda. Empezó a sentirse enfadada y estuvo a punto de perder sus nervios y devolverle el golpe, cuando, de pronto recordó lo que la vieja tortuga le había dicho. Se sujetó los brazos, piernas y cabeza, tan rápido como un rayo, y se mantuvo quieta hasta que se le pasó el enfado. Le gustó mucho lo bien que estaba en su concha, donde nadie le podía molestar. Cuando salió, se sorprendió de encontrarse a su profesor sonriéndole, contento y orgulloso de ella.

Continuó usando su secreto el resto del año. Lo utilizaba siempre que alguien o algo le molestaba, y también cuando ella quería pegar o discutir con alguien. Cuando logró actuar de esta forma tan diferente, se sintió muy contenta en clase, todo el mundo le admiraba y querían saber cuál era su mágico secreto.

Cómo controlar la ira (la nuestra y la de nuestr@s hij@s)

Hay ocasiones en las que estamos/están demasiado nerviosos, cansados o irritados, y hay que aplazar la expresión de estos sentimientos hasta haber reducido la tensión. En esos casos, es conveniente que apliquemos la técnica de control de la ira antes de continuar con la disputa. Para ello, podemos seguir los siguientes pasos:

1. Identificar las señales de alarma

Antes de “explotar” y dejarse llevar por la rabia o la irritación, las personas experimentan una serie de cambios que podemos identificar y utilizar como señales de alarma.

Estos cambios o señales de alarma son parecidas para todo el mundo, pero no son iguales, cada uno tiene las suyas propias. Pueden ser pensamientos (“ya está otra vez tocándome las narices”, “me lo voy a cargar”, “ésta no se ríe de mí”, visión en túnel), sensaciones (rabia, ganas de golpear a alguien, ganas de huir), conductas manifiestas (gritar, morderse los labios, acercarse mucho al otro), reacciones fisiológicas (taquicardia, “chorreón” de adrenalina, tensión muscular en el cuello, sofoco en la cara y/o las manos, sudoración) y/o circunstancias (por ejemplo: mi hijo me saca pecho o mi hija me vuelve a amenazar con salir a pesar de que no le dejo).

2.  Procurar reducir la ira

Si identificamos las señales de alarma cuando aparecen (“¡Cuidado! Me estoy/se está irritando”) y vemos que aún podemos aguantar en la situación de conflicto, podemos  reducir nuestra ira o la de nuestros hijos por medio de las siguientes estrategias:

  • Romper la escalada simétrica, no entrar en el pulso, no echar más leña al fuego. Por ejemplo, podemos posponer la discusión: “Estamos un poco alterados, ¿te parece que lo hablemos cuando estemos más tranquilos”;  o darle la razón en algo a nuestro hijo, como por ejemplo:“Tienes razón, quizás me precipité en lo que te dije”; podemos hacer equipo uniendo su mensaje con el nuestro: “Creo que tú tienes razón en lo que dices y que yo tengo razón en quejarme de tus formas”; o salir por la tangente: “creo que esa chica no te viene bien, pero tú ya eres mayor y entiendo que  tú decides”.
  • Hablar sobre la relación y no sobre el contenido. Por ejemplo: “Creo que los dos nos estamos encendiendo demasiado, ¿no crees?” o “Siento haberme encendido, pero me asusta que, ahora que llevas las riendas de tu vida, pueda pasarte algo malo”.
  • Cambiar la manera de ver la causa de los conflictos. A veces lzapatillas para cooperacionos demás reaccionan o nos responden con provocaciones o de malas maneras porque ellos mismos se han sentido molestos con nuestra conducta. Prever la reacción que nuestra conducta y nuestras respuestas pueden provocar en los demás evita muchos conflictos y ayuda a discutir de forma positiva. Por ejemplo, aunque crea que le aprieto porque está rebelde, si entiendo que mi hijo se rebela ante mi presión, puedo apretarle menos y ver qué ocurre.
  • Formularse mensajes tranquilizadores: “No muerdas sus anzuelos”, “puedo manejarlo”, “no voy a permitir que me domine la situación”.  Hay un cuento budista que dice que “el corazón es como una diana; en nuestras manos no está que el mundo (o nuestros hijos) nos lance flechas, pero sí el achicar la diana para que sea más difícil que nos den en ella”.
  • Pensar en las consecuencias de perder el control: “Si pierdo el control…”.
  • Preguntarse si hay algún motivo añadido para sentirse tan irritado (ejemplo: hablar con un garbanzo en el zapato). Además de la conducta de la otra persona y/o de la discusión misma, puede haber también otros motivos que añadan más irritación a la situación, o que sean la causa principal. Por ejemplo: Haber recibido una bronca en el trabajo, tener dolor de muelas, haber dado muchas vueltas para encontrar aparcamiento, haber tragado mucho con mi hijo. La gota que colma el vaso puede no tener nada que ver con las otras gotas que lo llenaron; sin embargo, en ocasiones le echamos el vaso entero a aquel que nos echó tan sólo una gota.

3. Tiempo fuera

Si vemos que estamos/están al límite de perder el control, que el “termostato” nos da la señal de alarma y estamos/están a punto de estallar, debemos marcharnos de la situación que nos/les desborda inmediatamente y aplazar la discusión hasta que estemos/estén más calmados. Si permanecemos más tiempo, basta otra frase o gesto y perderemos/perderán el control. Para que el otro no se ofenda, antes de marcharnos podemos decirle, por ejemplo: “Perdona, pero estamos los dos muy nerviosos; vamos a darnos unos minutos para calmarnos y luego hablamos”. Una vez lejos de la situación conflictiva, es conveniente hacer algo que nos ayude a reducir la tensión y relajarnos.

4. Retomar el tema de discusión

Después de habernos calmado, es importante retomar el tema de discusión para que el otro no tenga la sensación de haberse quedado con la palabra en la boca. En esta ocasión, trataremos de aplicar los hábitos positivos de comunicación que ya hemos aprendido. Por ejemplo: “Perdona por haberte dejado así, pero nos estábamos encendiendo mucho y no quería que acabásemos explotando como otras veces. Me decías que…”.

(Texto cedido por el IMFEF)

Cómo manejar la rabia, la ira y el enfado

¿QUÉ ES?

  • Cuando algo se interpone entre nosotros y nuestros objetivos o estamos ante un hecho que nos resulta injusto sentimos rabia, ira o enfado.
  • Se manifiesta de forma violenta. Cuando más lo pensamos más nos enfadamos.
  • Nos avisa de que algo debe cambiar. Nos motiva para detener aquello que causa malestar. También puede ser contra nosotros mismos.
  • Disminuye el miedo y nos aporta energía para la acción.

QUÉ NO HAY QUE HACER CON NUESTRA RABIA, IRA O ENFADO

  • Nunca responderemos con la misma moneda (la ira provoca más ira y cierra las posibilidades de comunicación).
  • Cuidado con el desahogo gratuito, el maltrato psicológico o físico, las humillaciones, los insultos. Las consecuencias son muy graves para la autoestima y su motivación además les sirve de modelo a la hora de resolver problemas.

QUÉ DEBEMOS HACER CON NUESTRA RABIA, IRA O ENFADO

  • Tenemos derecho a estar enfadados y sobre todo cuando hay un motivo. La intensidad debe estar ajustada a la situación y hay que controlar la agresividad.
  • Debemos resolver los problemas cuando estemos tranquilos y esté tranquilo el otro para evitar la escalada de violencia.
  • Somos un modelo para ellos. Tenemos que aprender a expresarla de manera adecuada

QUÉ NO HAY QUE HACER CON LA DE NUESTROS HIJOS

  • Ceder a los deseos del niño después de un episodio de rabieta descontrolada porque reforzará esa manera de comportarse.
  • No es aconsejable satisfacer todos los deseos del niño.
  • No alimentar deseos que difícilmente pueden conseguirse.
  • No se deben pasar por alto las agresiones tanto verbales como no verbales a otros niños o adultos.

QUÉ DEBEMOS HACER CON LA DE NUESTROS HIJOS

  • El niño debe experimentar la frustración porque no podrá conseguir todos tus deseos ni controlarlo todo a lo largo de su vida. Más resistencia a la frustración-menos rabia
  • Darles alternativas para actuar: pedir ayuda, expresar verbalmente el malestar, distraerse, evitar determinadas situaciones.
  • Si el niño es pequeño usaremos el tiempo fuera: le retiraremos de la escena de juego después de mostrar nuestro disgusto. Si el niño es mayor tenemos que dialogar con él.
  • Empatizar con la emoción aunque no con los hechos.