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8 maneras de ayudar a nuestros hijos adolescentes

  • Cuidar el vínculo: En primer lugar, para que se pueda dar la autonomía, primero tiene que existir un buen vínculo. Trata de proporcionar afecto a tus hijos, intenta tener momentos agradables y distendidos con ellos, fomenta la comunicación libre y sincera, y trata de entablar conversaciones que no tengan que ver con responsabilidades o temas de discordia (estudios, desorden, amigos que no nos gustan). Relaciónate sin más con él, y evidencia el disfrute de esa relación.
  • Hacer equipo: Los padres debemos funcionar como un equipo fuerte y unido. Trata de pactar con tu pareja un criterio educativo común y procurad no desdeciros nunca delante de los hijos.chico saltando
  • Delegar gradualmente la toma de decisiones en los hijos: Permite que tus hijos tomen decisiones desde pequeños, pasando poco a poco de cuestiones menos relevantes (por ejemplo, el jersey que se quiere poner hoy) a temas más importantes (por ejemplo, el itinerario educativo que quiere seguir en 4º de la ESO). Hay muchos temas sobre los que ya pueden ir decidiendo, como por ejemplo, la elección de su grupo de amigos, la decoración de su cuarto, el tipo de vestimenta, los horarios de estudio… Acepta las decisiones que tus hijos van tomando, a pesar de que no sean las que a ti te hubieran gustado, y deja que tus hijos vivan las consecuencias de las decisiones que han adoptado.
  • Traspasar progresivamente las responsabilidades a los hijos: Cuando los hijos eran niños, los padres asumíamos muchas funciones que, ahora que son adolescentes, les podemos ir delegando. Nuestros hijos adolescentes ya pueden despertarse por sí mismos, preparar su desayuno, llevar la ropa a la lavadora, hacer sus deberes, llevar las llaves de casa y manejar su dinero.  Trata de dar a tus hijos cada vez más responsabilidades, de forma gradual, y siempre teniendo en cuenta sus capacidades. La asunción de estas responsabilidades les hará más maduros y autónomos.
  • Permitir que los hijos vivan las consecuencias de sus decisiones y sus comportamientos: Hacerse responsable no sólo implica tomar decisiones o comportarse libremente; también conlleva asumir las consecuencias que generan esas decisiones y esos actos. Cuando tus hijos tomen una mala decisión, trata de apoyarles, pero no les ahorres todas las dificultades ni les vayas a resolver todos sus problemas; estas consecuencias van a ayudar a nuestros hijos a aprender de sus errores, más que cualquier sermón que le podamos soltar. Por último, trata de no incumplir las advertencias que les hayas hecho al respecto.
  • Establecer unas normas y unos límites: Los hijos necesitan que les impongamos unos límites razonables, similares a los que tendrán que enfrentarse en el mundo adulto. Podemos exigirles, por ejemplo, un respeto, un orden en los espacios comunes, un control de sus gastos, unos horarios de llegada pactados y que estudien o trabajen. Estos límites van a ayudar a nuestros hijos a adaptarse a la realidad, indicándole lo que pueden y no pueden hacer, lo que es negociable y lo que no lo es.
  • No sermonear ni entrar en batalla con los hijos: Cuando los hijos se ponen tercos con algún tema, no por sermonearles durante mucho tiempo ni por entrar en luchas de poder con ellos, les vamos a hacer cambiar de criterio. Al contrario, es posible que se pongan a la defensiva y adopten una postura rebelde, contraria a todo lo que le digamos. Por ello, cuando entramos en batallas sin fin, es mejor interrumpir la disputa y dejar que nuestros hijos se enfríen; cuando estén más calmados, es posible que se muestren más receptivos con aquello que le queremos transmitir. Recuerda que no podemos pedir a nuestros hijos que se controlen si nosotros no somos capaces de controlarnos con ellos.
  • Reforzar los logros de los hijos sin focalizar demasiado en lo negativo: Es importante que reconozcamos las habilidades, los logros y los comportamientos responsables de nuestros hijos. Si no reforzamos de vez en cuando y sólo señalamos lo que nos disgusta de ellos, sentirán que estamos muy en contra de ellos y dejarán de mostrarnos sus facetas más maduras. Debemos ser prudentes y evitar emitir juicios peyorativos o descalificaciones categórcias sobre nuestros hijos.

Texto cedido por el Instituto Madrileño de Formación y Estudios Familiares.

Adolescencia: el camino hacia la diferenciación

Con la entrada en la adolescencia, nuestros hijos van a tener que afrontar uno de los desafíos evolutivos más importantes del ciclo vital: el logro de la diferenciación.

A través de este proceso de desarrollo psicológico, nuestros hijos van a dejar de ser niños dependientes, para convertirse en adultos autónomos y responsables, con una identidad propia, diferente y diferenciada de la que los padres deseaban, y que han estado propiciando desde los comienzos.

Para lograr esta diferenciación, va a ser necesario que se produzca un ligeroadolescentes en el escate distanciamiento de los adolescentes respecto de sus padres, sin que ello suponga una ruptura del vínculo familiar. Observaremos que, con la entrada en la adolescencia, nuestros hijos pasan más tiempo en su cuarto o con sus amigos, y que ya no nos cuenten tantas cosas como antes. Este distanciamiento y apertura hacia lo extrafamiliar son, a veces, procesos dolorosos pero totalmente necesarios, pues van a posibilitar que los adolescentes se puedan reconocer como personas distintas, con criterios propios, con sentimientos, necesidades y expectativas diferentes de los de sus padres.

Con el desarrollo de la diferenciación no sólo van a cambiar los adolescentes, también van a transformarse las familias. El desafío evolutivo de la diferenciación no sólo requiere que los hijos se “desteten” de sus padres sino que los padres también dejen de ser los  que “alimentan” en exclusiva a sus hijos. Nuestros hijos van a incorporarse paulatinamente al mundo de los adultos, y como tal, vamos a tener que aprender nuevos roles parentales y nuevas maneras de relacionarnos con ellos, dejando de tratarles como a niños para tratarlos como “iguales”.

Este proceso de cambio individual y familiar, de seguro va a producir algunos episodios de confusión y conflicto. El adolescente va a quejarse con frecuencia de que no se le da la independencia que necesita, mientras que los padres reclaman a sus hijos que se comporten de una forma más responsable. Cada uno demanda los cambios que le conviene y que más le cuestan al otro: al adolescente le resulta difícil asumir las responsabilidades propias del mundo adulto, mientras que a los padres les cuesta aceptar que su hijo está creciendo. Padres e hijos se van a ir transformando mutuamente con el desarrollo de la diferenciación.

Texto cedido por el Instituto Madrileño de Formación y Estudios Familiares.


Extraido del libro “El mito de la educación” de Judith Rich Harris

“Tus hijos no son tus hijos.

Son los hijos y las hijas del deseo de sí misma de la Vida.

Vienen a través de ti, pero no desde ti,

y aunque están contigo, no te pertenecen.

Puedes darles tu amor, pero no tus pensamientos,nina con perro en carro

pues ellos tienen los suyos propios.

Puedes albergar sus cuerpos, pero no sus almas,

pues sus almas moran en la casa del mañana, la cual no puedes visitar ni siquiera en tus sueños.

Puedes esforzarte en ser como ellos, pero no pretendas hacerlos iguales a ti.

Porque la vida no retrocede ni se demora en el ayer.”

Jalil Gibran

Bienvenid@s

“Padres en apuros” es un consultorio gratuito editado por Mónica Manrique, psicóloga colegiada M-22681.

En él podréis transmitirle vuestras dudas e inquietudes, a las cuales contestará en el menor tiempo posible.

En este blog también encontraréis información relevante sobre psicología infantil, pautas educativas y cuentos para la reflexión.