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Cita

“Lo blando vence a lo duro, lo débil vence al lo fuerte. Lo maleable es siempre superior a lo inamovible. Según este principio, el control de las cosas se obtiene colaborando con ellas, y la supremacía se logra mediante la adaptación.” Lao Tse

Cuento de los tres picapedreros

claustro monasterioEn un día de mucho calor tres picapedreros se encuentran rompiendo piedras en una cantera. Los tres están ensimismados en la misma tarea, pero descargan con diferentes intensidades el  peso de la maza y el punzón sobre las rocas. Las expresiones de sus rostros manifiestan distintos grados de concentración en su trabajo. Un observador que se hallaba recorriendo el lugar – atento de la situación –  supuso que todos eran empleados y que poseían una misma finalidad, pero la diferente actitud de cada uno lo confundía. Pensó que tal diferencia se debe a las distintas reacciones ante el calor. Decide, entonces, romper su curiosidad abandonando su supuesto, acercarse y preguntarle a cada picapedrero para qué o por qué pica las piedras.

Se acerca al primero, que con su rostro tenso y aburrido descarga su maza con violencia y desgana. Frente a su pregunta contesta: “Pico piedras porque cometí un delito y estoy condenado a trabajos forzados durante treinta años”. El segundo, más activo en sus movimientos, con un rostro que mostraba visibles signos de agotamiento, responde: “Pico piedras durante muchas horas porque necesito ganar dinero y alimentar a mi familia y cuantas más horas trabajo, más dinero llevaré a mi casa”. El tercero, concentrado, ávido en su tarea y con un deje de satisfacción en cada golpe, le responde: “Pico piedras porque formarán parte de una de las esculturas que adornarán la catedral principal de la ciudad”.

(Desconozco quién es el autor)

Cómo manejar la rabia, la ira y el enfado

¿QUÉ ES?

  • Cuando algo se interpone entre nosotros y nuestros objetivos o estamos ante un hecho que nos resulta injusto sentimos rabia, ira o enfado.
  • Se manifiesta de forma violenta. Cuando más lo pensamos más nos enfadamos.
  • Nos avisa de que algo debe cambiar. Nos motiva para detener aquello que causa malestar. También puede ser contra nosotros mismos.
  • Disminuye el miedo y nos aporta energía para la acción.

QUÉ NO HAY QUE HACER CON NUESTRA RABIA, IRA O ENFADO

  • Nunca responderemos con la misma moneda (la ira provoca más ira y cierra las posibilidades de comunicación).
  • Cuidado con el desahogo gratuito, el maltrato psicológico o físico, las humillaciones, los insultos. Las consecuencias son muy graves para la autoestima y su motivación además les sirve de modelo a la hora de resolver problemas.

QUÉ DEBEMOS HACER CON NUESTRA RABIA, IRA O ENFADO

  • Tenemos derecho a estar enfadados y sobre todo cuando hay un motivo. La intensidad debe estar ajustada a la situación y hay que controlar la agresividad.
  • Debemos resolver los problemas cuando estemos tranquilos y esté tranquilo el otro para evitar la escalada de violencia.
  • Somos un modelo para ellos. Tenemos que aprender a expresarla de manera adecuada

QUÉ NO HAY QUE HACER CON LA DE NUESTROS HIJOS

  • Ceder a los deseos del niño después de un episodio de rabieta descontrolada porque reforzará esa manera de comportarse.
  • No es aconsejable satisfacer todos los deseos del niño.
  • No alimentar deseos que difícilmente pueden conseguirse.
  • No se deben pasar por alto las agresiones tanto verbales como no verbales a otros niños o adultos.

QUÉ DEBEMOS HACER CON LA DE NUESTROS HIJOS

  • El niño debe experimentar la frustración porque no podrá conseguir todos tus deseos ni controlarlo todo a lo largo de su vida. Más resistencia a la frustración-menos rabia
  • Darles alternativas para actuar: pedir ayuda, expresar verbalmente el malestar, distraerse, evitar determinadas situaciones.
  • Si el niño es pequeño usaremos el tiempo fuera: le retiraremos de la escena de juego después de mostrar nuestro disgusto. Si el niño es mayor tenemos que dialogar con él.
  • Empatizar con la emoción aunque no con los hechos.

La historia del martillo

herramientasUn hombre quiere colgar un cuadro. El clavo ya lo tiene, pero le falta un martillo. El vecino tiene uno. Así pues, nuestro hombre decide pedir al vecino que le preste el martillo. Pero le asalta una duda: ¿Qué? ¿Y si no quiere prestármelo? Ahora recuerdo que ayer me saludó algo distraído. Quizás tenía prisa. Pero quizás la prisa no era más que un pretexto, y el hombre abriga algo contra mí. ¿Qué puede ser? Yo no le he hecho nada; algo se habrá metido en la cabeza. Si alguien me pidiese prestada alguna herramienta, yo se la dejaría enseguida. ¿Por qué no ha de hacerlo él también? ¿Cómo puede uno negarse a hacer un favor tan sencillo a otro? Tipos como éste le amargan a uno la vida. Y luego todavía se imagina que dependo de él. Sólo porque tiene un martillo. Esto ya es el colmo. Así nuestro hombre sale precipitado a casa del vecino, toca el timbre, se abre la puerta y, antes de que el vecino tenga tiempo de decir «buenos días», nuestro hombre le grita furioso: «¡Quédese usted con su martillo, so penco!»

Cuento de Paul Watzlawick.