Adolescencia: el camino hacia la diferenciación

Con la entrada en la adolescencia, nuestros hijos van a tener que afrontar uno de los desafíos evolutivos más importantes del ciclo vital: el logro de la diferenciación.

A través de este proceso de desarrollo psicológico, nuestros hijos van a dejar de ser niños dependientes, para convertirse en adultos autónomos y responsables, con una identidad propia, diferente y diferenciada de la que los padres deseaban, y que han estado propiciando desde los comienzos.

Para lograr esta diferenciación, va a ser necesario que se produzca un ligeroadolescentes en el escate distanciamiento de los adolescentes respecto de sus padres, sin que ello suponga una ruptura del vínculo familiar. Observaremos que, con la entrada en la adolescencia, nuestros hijos pasan más tiempo en su cuarto o con sus amigos, y que ya no nos cuenten tantas cosas como antes. Este distanciamiento y apertura hacia lo extrafamiliar son, a veces, procesos dolorosos pero totalmente necesarios, pues van a posibilitar que los adolescentes se puedan reconocer como personas distintas, con criterios propios, con sentimientos, necesidades y expectativas diferentes de los de sus padres.

Con el desarrollo de la diferenciación no sólo van a cambiar los adolescentes, también van a transformarse las familias. El desafío evolutivo de la diferenciación no sólo requiere que los hijos se “desteten” de sus padres sino que los padres también dejen de ser los  que “alimentan” en exclusiva a sus hijos. Nuestros hijos van a incorporarse paulatinamente al mundo de los adultos, y como tal, vamos a tener que aprender nuevos roles parentales y nuevas maneras de relacionarnos con ellos, dejando de tratarles como a niños para tratarlos como “iguales”.

Este proceso de cambio individual y familiar, de seguro va a producir algunos episodios de confusión y conflicto. El adolescente va a quejarse con frecuencia de que no se le da la independencia que necesita, mientras que los padres reclaman a sus hijos que se comporten de una forma más responsable. Cada uno demanda los cambios que le conviene y que más le cuestan al otro: al adolescente le resulta difícil asumir las responsabilidades propias del mundo adulto, mientras que a los padres les cuesta aceptar que su hijo está creciendo. Padres e hijos se van a ir transformando mutuamente con el desarrollo de la diferenciación.

Texto cedido por el Instituto Madrileño de Formación y Estudios Familiares.