“Una enfermedad imaginaria es peor que una enfermedad.” Proverbio yiddish
Archivo por meses: marzo 2013
S.O.S. Mi pareja es muy celosa
Si ver algún pequeño indicio de celos en nuestra pareja nos puede parecer incluso halagador, cuando las conductas celotípicas se acentúan, la situación se vuelve insostenible.
La pareja del sujeto celoso se ve atrapada en una situación sin salida, ya que reconocer las acusaciones le hace culpable y negarlas también, y además, mentiroso. Cuánto más “falsas” sean las acusaciones, mayores serán los esfuerzos del acusado por demostrar su inocencia y más argumentos ofrecerá al acusador para que esté convencido de su culpabilidad. Por ejemplo, si la persona bajo sospecha hace algún regalo o accede a todas las restricciones que la persona celosa le impone, esta última pensará que lo hace porque se siente culpable o tiene algo que esconder.
Hay que distinguir entre la emoción de los celos y actuar de manera celosa, ya sea mediante el control o la violencia. Todos podemos sentir celos, pero eso no hace daño a nadie más. En el momento en que los celos hacen que actuemos de manera controladora y/o violenta nos convertimos en un peligro para nuestra pareja.
No debemos aceptar de nuestra pareja ningún gesto de control o de violencia. La violencia suele ser más fácil de detectar, aunque no siempre, pero el control nos hace daño de manera sutil y a veces pasa inadvertido. Si mi pareja me pide que no quede con alguien, o que no me ponga determinada ropa, entonces yo, conmovido por su sufrimiento puedo acceder, pero la cosa no suele terminar ahí. Lo más probable es que su desconfianza no desaparezca y continúe pidiendo más y más.
Si nos hemos alejado de las personas que nos quieren, si dudamos de lo que percibimos, si accedemos a hacer o dejar de hacer algo por evitar una fuerte discusión, si nos sentimos culpables, si nos valoramos menos, … hay algo que no va bien y es conveniente consultar a un psicólogo.
Cita
“Nada vale para todo y para siempre, así como nada es bueno para todo y para siempre.” G. Nardone
Cómo mejorar nuestra Inteligencia Emocional
Podríamos definir la inteligencia emocional como la capacidad que cada uno tiene de poner las emociones al servicio de la elección y consecución de sus objetivos.
Para aumentar la inteligencia emocional podemos seguir un camino de 6 pasos:
- Primero, tengo que ser capaz de percibir, identificar y poner nombre a lo que siento.
Saber si se trata de tristeza, enfado, alegría, asco, miedo, amor, envidia, celos, etc. No podemos quedarnos en: me siento bien o me siento mal.
- En segundo lugar, tendré que saber identificar qué están sintiendo los demás.
Prestaré mucha atención a la comunicación no verbal. Cuando alguien nos diga que se siente de una determinada manera pero con su cara, su cuerpo y su tono de voz nos esté transmitiendo otra cosa nos quedaremos siempre con este último mensaje. A través de lo no verbal resulta mucho más complicado mentir.
- En el tercer paso, en un nivel superior a los dos anteriores, tendré que ser capaz de comprender lo que estoy sintiendo.
Es fundamental conocer ante qué situaciones siento cada emoción y para qué me sirve. Por ejemplo, el miedo surge ante un peligro real o imaginario y me sirve para ponerme a salvo.
- El cuarto paso es: comprender las emociones de los demás.
Tenemos que ser capaces de ponernos en el lugar del otro para entender cómo se siente, no nos sirve pensar que se siente como nos sentiríamos nosotros en su misma situación.
- El quinto paso, en el nivel más alto, una vez percibidas y comprendidas mis emociones tendré que ser capaz de gestionarlas.
Por ejemplo, solemos cometer dos errores típicos a la hora de gestionar el miedo.
El primero es evitar. Cuanto más evitamos lo que nos da miedo, más miedo nos dará.
La única manera de convencerme de que algo no es peligroso, como puede ser, subir en ascensor, es haciéndolo.
El segundo error es pedir ayuda. Cuando pedimos ayuda estamos perdiendo la ocasión de demostrarnos a nosotros mismos que podemos hacerlo solos.
El miedo o se supera en primera persona, o no se supera.
- El sexto y último paso es saber gestionar las emociones de los demás.
La herramienta fundamental en este punto es la comunicación. Tendremos que saber cómo empatizar, cómo hacer una crítica sin ofender, cómo manejar el enfado del otro sin “entrar al trapo”… en definitiva, cómo hacernos entender e influir en los demás.