El desarrollo social es un proceso de adquisición progresivo de conductas, hábitos, normas y reglas, y actitudes sociales por parte de los miembros de la sociedad con el fin de integrarse en ella.
Las habilidades sociales juegan un papel importante en el desarrollo óptimo de la socialización en la infancia y la adolescencia y permiten mejorar las formas de relacionarse y lograr una satisfactoria socialización.
“Desde la más temprana infancia los niños, adolescentes y jóvenes adquieren el orden social imperante en el seno de su sociedad a través del Proceso de Socialización; proceso por cuyo medio a la persona se le enseña a interiorizar, en el transcurso de su vida, los elementos socioculturales de su medio ambiente, a que los integre a la estructura de su personalidad bajo la influencia de experiencias y de agentes sociales significativos y a que se adapte así a su entorno social, en cuyo seno debe vivir. La primera infancia es el periodo más intenso de sociabilización, aunque este proceso continúa a lo largo de toda la vida del individuo” (González y Bueno, 2004, pp. 347-348).
Podemos diferenciar tres procesos básicos de socialización:
- Adquisición de conductas prosociales. Este proceso implica la interiorización progresiva de creencias, normas y valores propios de la cultura de referencia y constituye el desarrollo de la ética social.
- Adquisición de conocimientos y habilidades sociales para lo que se hace necesario un correcto desarrollo cognitivo-social.
- Adquisición de actitudes de sociabilidad, como fruto del desarrollo afectivo-social.
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