“Los padres no se eligen, se padecen.” G. Nardone
Archivo por meses: septiembre 2011
El bebé y su cerebro: Volviendo a los comienzos
Existe algo muy poderoso en el comienzo de nuestras vidas que la teoría del caos puede ayudar a explicarnos. Según dicha teoría, pequeñas diferencias al comienzo de un proceso pueden dar lugar a la existencia de enormes diferencias en el resultado final.
- El neurocientífico Doug Watt se refiere a estas primeras etapas como “ni recordables ni olvidables” (2001, pág. 18).
- Se refiere a que nosotros no podemos recordarlas conscientemente, pero tampoco podemos olvidarlas ya que forman parte de nuestro organismo y modelan nuestras expectativas y nuestra conducta.
Muchos aspectos de las funciones corporales y del comportamiento emocional se van moldeando bajo la influencia de la interacción social.
- Por ejemplo, el bebé que no recibe los cuidados adecuados desarrolla una respuesta al estrés más intensa y también patrones bioquímicos diferentes, si lo comparamos con el bebé cuidado de manera adecuada.
Peter Fonagy, un investigador importante en el campo del apego temprano, describe el cerebro como un “órgano social”.
- No es estando aislados sino mediante el intercambio con otras mentes, que nuestras propias mentes se desarrollan y nuestras emociones se organizan.
- Ello significa que las fuerzas invisibles que moldean las respuestas emocionales durante nuestra vida, no son principalmente nuestras pulsiones biológicas sino los patrones de la experiencia emocional que se establecen mediante los intercambios con las otras personas, sobre todo los que tienen que tienen lugar en la infancia.
- Dichos patrones no son inmutables pero, al igual que los hábitos, son muy difíciles de cambiar una vez ya establecidos.
( Fragmento extraido de: Gerhardt, S.; (2004). El amor maternal: La influencia del afecto en el desarrollo mental y emocional del bebé. Barcelona: Editorial Albesa, S. L.)
Cómo actuar ante la sospecha o certeza de que nuestr@ hij@ está consumiendo drogas
Ante la sospecha o certeza de un caso de consumo de drogas en nuestro entorno próximo, la mayoría reaccionamos con angustia, preocupación, desorientación y, generalmente, no tenemos unos criterios claros acerca de cómo enfrentarnos al problema. Saber cómo actuar en estos casos es fundamental, dado que los primeros pasos que demos pueden condicionar todo el proceso.
Por ello, cuando tengamos la sospecha de que alguno de los miembros de nuestra familia pudiera estar consumiendo drogas, es importante que todos los que le rodeamos adoptemos una actitud serena. La angustia provocada por la incertidumbre no conduce más que a la pérdida de control de la situación y al desgaste de las energías, necesarias para afrontar adecuadamente el problema.
En múltiples ocasiones, las suposiciones o conjeturas pueden llevarnos a actuar de forma precipitada. El deseo de obtener información de forma inmediata puede conducirnos a cometer errores, a hacer malas interpretaciones o a desarrollar actitudes persecutorias (que provocan la evitación del supuesto consumidor).
La respuesta a estas situaciones está por tanto en el diálogo y la comunicación. Ésta es la mejor forma de obtener información sobre los posibles consumos y de conseguir su reconocimiento.
- En todos los casos, habrá que actuar con calma, hablando con serenidad, evitando los enfrentamientos. Es fácil caer en reacciones de rabia que encubren mucho miedo y preocupación por nuestro hijo, pero que si bien nos ayudan a desahogarnos, no nos ayudan a comunicarnos con él.
- Recordar lo que es ser un adolescente. Se trata de una etapa caracterizada por la curiosidad, las crisis existenciales, la necesidad de transgredir normas; una etapa en la que el grupo de amigos importa mucho y desean sentirse aceptados por ellos.
- Informarnos sobre las drogas u los procesos adictivos para poder informarles de forma veraz.
- Es importante aclarar si es un consumo ocasional, de experimentación, si ya se abusa con consumos habituales, o si se trata de una dependencia.
- Intentar dialogar, creando un ambiente cálido donde se puedan explorar los motivos por los que consume.
- Si consumen para “no pensar en los problemas” y aliviar la rabia o el dolor, buscaremos alternativas y recursos que les ayuden. Las drogas sólo empeorarán los problemas.
- Plantearemos unas normas que los hijos entiendan como un cuidado para ellos. Transmitamos que crecer es pasar de un mayor control externo a un autocontrol, pero que si consumen drogas malogran este crecimiento hacia la madurez. Estableceremos, por un tiempo, unas normas en horarios, abstinencia y convivencia.
- Ayudaremos a que el adolescente se plantee objetivos a medio y largo plazo, consecuentes con el esfuerzo personal. Para que no busque gratificaciones inmediatas en las drogas, es importante explicarle que esforzarse es la manera de lograr recompensas más satisfactorias (más retardadas pero más consistentes) que las que ofrece la droga.
- Si estiman que su hijo tiene un problema, no duden en pedir ayuda en centros públicos de la red de atención de adicciones (gratuitos, confidenciales, especializados), donde les pueden orientar sobre cómo tratar el abuso/dependencia de una forma individualizada y donde se sentirán bien acogidos.
No debemos:
- Evitar el tema, ignorarlo o pensar que “ya pasará”.
- Minimizar el problema.
- Permitir que consuma en casa.
- Ser catastrofistas.
- Lanzar sermones ante los que el adolescente cierra los oídos.
- Amenazar u ordenar. Esto puede provocar reacciones contrarias en la “edad de la rebeldía”, donde necesitan sentir que la decisión la toman ellos libremente y no por coacción. Tu apoyo y cercanía le ayudará.
- Humillarle: “Drogadicto”.
- Vigilarles y espiarles. Siempre serán más listos que los padres si lo notan, y empezará una lucha entre ocultar y encontrar. Mejor hacer equipo.
(Texto cedido por el IMFEF)
Autocontrol de la conducta impulsiva en niños: Historia empleada en la Técnica de la tortuga
Antiguamente había una hermosa y joven tortuga, tenia 6 (7, 8,…) años y acababa de empezar el colegio. Su nombre era Pequeña Tortuga. A ella no le gustaba mucho ir al Cole, prefería estar en casa con su hermano menor y con su madre. No le gustaba aprender cosas en el colegio, ella quería correr, jugar… era demasiado difícil y pesado hacer fichas y copiar de la pizarra, o participar en algunas de las actividades. No le gustaba escuchar al profesor, era más divertido hacer ruidos de motores de coches que algunas de las cosas que el profesor contaba, y nunca recordaba que no los tenía que hacer. A ella lo que le gustaba era ir enredando con los demás niños, meterse con ellos, gastarles bromas. Así que el colegio para ella era un poco duro.
Cada día en el camino hacia el colegio se decía a si misma que lo haría lo mejor posible para no meterse con ellos. Pero a pesar de esto era fácil que algo o alguien la descontrolara, y al final siempre acababa enfadada, o se peleaba, o le castigaban. “Siempre metida en líos” pensaba “como siga así voy a odiar al colegio y a todos.” Y la Tortuga lo pasaba muy pero que muy mal. Un día de los que peor se sentía, encontró a la más grande y vieja Tortuga que ella hubiera podido imaginar. Era un vieja Tortuga que tenía más de trescientos años y era tan grande como una montaña. La Pequeña Tortuga le hablaba con una vocecita tímida porque estaba algo asustada de la enorme tortuga. Pero la vieja tortuga era tan amble como grande y estaba muy dispuesta a ayudarla:
“¡Oye! ¡Aquí!” dijo con su potente voz, “Te contaré un secreto. ¿Tú no te das cuenta que la solución a tus problemas la llevas encima de ti?”. La Pequeña Tortuga no sabía de lo que estaba hablando. “¡Tu caparazón!” le gritaba “¿para qué tienes tu concha? Tú te puedes esconder en tu concha siempre que tengas sentimientos de rabia, de ira, siempre que tengas ganas de romper, de gritar, de pegar…Cuando estés en tu concha puedes descansar un momento, hasta que ya no te sientas tan enfadad. Así la próxima vez que te enfades ¡Métete en tu concha! A la Pequeña Tortuga le gustó la idea, y estaba muy contenta de intentar este nuevo secreto de la escuela.
Al día siguiente ya lo puso en práctica. De repente un niño que estaba cerca de ella accidentalmente le dio un golpe en la espalda. Empezó a sentirse enfadada y estuvo a punto de perder sus nervios y devolverle el golpe, cuando, de pronto recordó lo que la vieja tortuga le había dicho. Se sujetó los brazos, piernas y cabeza, tan rápido como un rayo, y se mantuvo quieta hasta que se le pasó el enfado. Le gustó mucho lo bien que estaba en su concha, donde nadie le podía molestar. Cuando salió, se sorprendió de encontrarse a su profesor sonriéndole, contento y orgulloso de ella.
Continuó usando su secreto el resto del año. Lo utilizaba siempre que alguien o algo le molestaba, y también cuando ella quería pegar o discutir con alguien. Cuando logró actuar de esta forma tan diferente, se sintió muy contenta en clase, todo el mundo le admiraba y querían saber cuál era su mágico secreto.